Las descentradas: mujeres por fuera de los bordes
Eleonora Wexler, al frente de esta obra de Salvadora Medina Onrubia que echa una mirada al mundo femenino de los años 20
Si todo comenzó en 1922, es lógico que sobre el escenario, antes del ensayo, veamos dos delicadas sillas de época (comprenderemos más tarde que se trata de un jardín de invierno), algunas plantas, un vitral art nouveau; más cerca del proscenio, finos sillones, una biblioteca, una magnífica araña que cuelga del techo. La media hora que dura la charla con la directora Eva Halac, y los protagonistas de Las descentradas, Eleonora Wexler y Roberto Vallejos, es el tiempo que le lleva al equipo técnico armar el escenario. "¡Qué lindo se ve todo desde acá!", concluye la actriz, sentada en una de las últimas butacas del teatro Regio. La directora está de acuerdo, el equipo está conforme y comienza la prueba de luces para arrancar con una de las últimas pasadas antes de que la pieza suba a escena, mañana, a las 20.30.
"Es un melodrama de época de Salvadora Medina Onrubia –adelanta Halac–, una historia que cuestiona, de alguna manera, la felicidad de las mujeres en relación a las imágenes que ya están definidas, a esos conceptos que engloban la familia, el amor. Está escrita por una pluma interesante, con mucha belleza. Fue una época donde eso estalló y donde no alcanzaba con existir: también había que vivir", ironiza.
Se trata de la historia de Elvira Ancizar, quien se enamora del prometido de su amiga. "Una versión un poco La edad de la inocencia del Buenos Aires de los años 20", señala Halac. Una mujer singular, al igual que la autora [ver aparte], distinta a su entorno. Elvira aborrece a su marido ministro y denuncia sus negocios turbios. También cuestiona la institución del matrimonio y los mandatos impuestos sobre las mujeres, se manifiesta en contra de las convenciones sociales, e intenta un amor más allá de todo lo establecido.
En su recorrido, su única aliada es el personaje de Gloria (María del Carmen Sánchez), escritora y periodista. Fue su intérprete quien le acercó a Halac el texto: "No lo conocía y, cuando lo leí, me enamoré y lo agradezco mucho –rememora–. Siempre siento que la autora está presente, con el elenco nos hemos tomado cafés o un vino con Salvadora, hemos conversado (se ríen y asienten los actores). Siento que nos encontró y lo sentí muy familiar".
Fascinada con esta pieza, Wexler habla sobre el vínculo con su personaje: "¡Y, es una descentrada!, sin ningún lugar a dudas (risas). Es un personaje precioso para encontrar, sacarle las capas de la cebolla, y de la mano de Eva me resultó mucho más fácil tratar de meterme en la piel de esta mujer tan particular y extraordinaria. Transita por muchos colores y es como una pintura enorme –describe la actriz–. Es una mujer frágil que se pone una máscara, que tiene un tema con la edad y con las instituciones; es una mujer avanzada que no cree en el amor, hasta que se enamora perdidamente de Juan Carlos Gutiérrez (Roberto Vallejos), que es el prometido de su amiga y, entonces, deja de reírse y de tener ese humor particular que tenía. Me pareció muy atractivo".
Halac suma su mirada, mientras el equipo técnico prueba luces de diferentes colores y el resto del elenco viste los trajes de una escena de fiesta y se escuchan sus textos a lo lejos: "Salvadora revela esta fantasía, un trabajo desesperante que deben sostener las mujeres en esta necesidad de ser joven, bella, de no estar sola… todo eso tiene un lenguaje y un acercamiento que hoy resuena mucho –reflexiona–. Esta mujer tan lúcida podía ver esa construcción de la sociedad. Somos unas descentradas porque tenemos que sostener esta fantasía que es, básicamente, masculina".
Para Vallejos, el personaje de Juan Carlos es tal vez quien más podía acercarse "a esa visión de las descentradas, como lo cuenta la autora, a la vez que vivía un conflicto importante", según describe. "Eleonora y Eva hicieron que fuera más fácil entrar a ese mundo femenino tan complejo y maravilloso, porque fueron la comprensión". Sus compañeras bromean con que tuvieron la necesidad de "un doble de afecto", porque este hombre se tenía que quebrar en mil pedazos "y no quebraba, no quebraba…", se ríen los tres.
Se pone un poco más seria la directora cuando resume que Juan Carlos es "el clásico periodista de la época brillante, mujeriego, que siente a Elvira como un igual y terminan los dos en una encrucijada muy vulnerable". Vallejos aprovecha para destacar que "fue muy bueno hacer el proceso con ellas para encontrar a este Juan Carlos que, en un principio, parece tener una mirada más simple, pero se empiezan a descubrir otros matices y me encontré con muchas cosas mías –reconoce el actor–. Como todo buen material, habla de las personas, de los vínculos, de lo que es el ser humano. Todos hemos pasado por el amor, el desamor, el desengaño… y esto lo cuenta muy bien la autora".
Los desafíos para este equipo –que completan Ernesto Claudio, Guadalupe Docampo, María Urdapilleta, Carlos Scornik, Alejandra Flores, Agostina Degasperi, Facundo García Dupont, Gabriel Rivas y Nazareno Molina–, que se muestra fascinado y comprometido con su trabajo, tuvieron que ver con encontrar "los matices justos para que resultara creíble el relato, emocionar sin empalagar y lograr identificación con el público", sintetiza la directora.
ANARQUISTA, FEMINISTA Y LIBREPENSADORA
Salvadora Medina Onrubia, reconocida por muchas personas como una mujer fuera de serie, nació en La Plata en 1894, fue maestra y trabajó como periodista en el Diario de Gualeguay. También colaboró en las revistas porteñas Fray Mocho y PBT. Esta autora creativa, de carácter fuerte y madre soltera, se instaló con su hijo Pitón, en 1914, en Buenos Aires. Entonces estrenó la obra Almafuerte, en el teatro Apolo. Más tarde llegaron las piezas La solución, Lo que estaba escrito, Las descentradas (que se estrenó, curiosamente, el mismo año en el que abrió el fabuloso Teatro Regio, según recordó Wexler) y Un hombre y su vida. Desde 1946 hasta 1951, Salvadora dirigió el diario Crítica, que fundó su marido, Natalio Botana. La dramaturga y periodista publicó, además, La rueca milagrosa y el libro de poesía El misal de mi yoga, El libro humilde y doliente y el libro de cuentos El vaso intacto. También escribió la novela Akasha y Crítica y su verdad, como una defensa de su derecho a la propiedad del diario Crítica.
Protagonista de una vida intensa, esta anarquista, feminista y librepensadora, murió en 1972. Un dato que vale la pena destacar: uno de sus nietos fue el dibujante y dramaturgo Copi, a quien, según cuentan, ella le puso el apodo.
La escritora Josefina Delgado, autora del libro Salvadora, expresó alguna vez: "Salvadora marcó un camino: la escritura, la militancia. Perteneció a una generación que podría ser llamada «de las modernas». Mujeres nacidas a partir de las últimas dos décadas del siglo XIX, que recogieron la experiencia de la vanguardia feminista, algunas hebras de textos dispersos en los misales anarquistas y se enrolaron en la búsqueda de un camino personal. Compartieron la decisión de no ajustarse a lo que se esperaba de ellas y eligieron hacerlo a través del arte, la escritura o la militancia política. Y, sobre todo, buscaron una identidad incuestionable".
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