La vida de una miliciana gallega es el eje de una obra con Ana María Cores
Lejano resplandor de Luna parte de una historia real sobre la Guerra Civil Española, escrita y dirigida por Leonardo Nápoli, con música de José Luis Castiñeira de Dios
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El teatro, el cine, la danza y la literatura son herramientas que el creador Leonardo Nápoli suele utilizar para contar algunas historias que necesita trasladar, según el formato, ante la atenta mirada de un espectador o lector. Le gusta contar historias. Él mismo se define como un “charlatán de feria” porque dice sentir placer al recordar aquellos viejos fogones en torno de los cuales se reunía la gente para narrar alguna aventura ficcional.
Descendiente de italianos recuerda que llegó a la actividad artística un poco por interés personal y otro por cierto mandato familiar que, aunque no directamente, hizo que se acercara al mundo del teatro. Tuvo un abuelo actor, Francisco Blota, muy amigo, entre otros, de Osvaldo Miranda. Sus tías, cuando era pequeño, solían llevarlo a un viejo galpón que había en la casona familiar donde guardaban baúles en los que se apilaban viejos libretos, pelucas y hasta ciertos vestuarios medio raídos que habían pertenecido a Blota. Y de manera indirecta lo fueron conduciendo a comenzar su carrera actoral a los 17 años.
De aquella época provienen también ciertos recuerdos que ha logrado trasladar a un espectáculo de teatro musical, Lejano resplandor de Luna que, protagonizado por Ana María Cores, Lorena Lores y Alejandro Vázquez, está presentando en Hasta Trilce. La dirección es responsabilidad de Nápoli y cuenta con música de José Luis Castiñeira de Dios y coreografías de Mecha Fernández.
Siendo también un niño hizo amistad con una vecina amiga de su madre. Nati, una española que había llegado a la Argentina escapando de la guerra y cuya historia personal le narraba al muchacho con lujo de detalles. Ella había peleado en las fuerzas republicanas contra el ejército franquista y había llevado una vida muy singular que, a Nápoli le provocaba una gran inquietud. Puede decirse que al cabo de algo más de 50 años maduró en su cabeza la forma de llevar la historia de esa mujer a un escenario.
“La idea –explica Leonardo Nápoli– es contar esa vida a través de un nieto (que nunca tuvo) y de unas cartas que le enviaba a una amiga con la que se había escapado a Francia. Nati había nacido en Galicia, estuvo en pareja con un pescador, padeció la guerra civil y actuó como miliciana. Estuvo en el frente peleando en la famosa batalla de Vigo donde Franco arrasó con el ejército republicano. Ella terminó en un convento y su marido en la cárcel. En algún momento él estaba muy enfermo y lo dejaron en libertad. Pudieron volver a juntarse y se fueron al País Vasco, a San Sebastián. Decidieron cruzar la frontera hacia Francia pero él no pudo hacerlo debido a su complicado estado de salud; ella junto, a una amiga, tuvo que dejarlo en un bosque y partieron solas. Después Nati se trasladó a la Argentina.”
El autor y director narra con mucha emoción aquellas anécdotas de esa mujer a la que admiraba por su capacidad de lucha. Aún hoy mantiene vivo el recuerdo de un viejo bargueño sobre el cual había retratos de ella vestida con su uniforme militar y con un arma en la mano.
“No es nuestra intención hacer una obra que baje línea sobre la guerra civil española –explica el director–. Reparamos en cómo fue desarrollándose el derrotero de ellas, cómo las mujeres van descubriendo un mundo nuevo. Es una pieza con una mirada hacia las mujeres que tomaron las armas, que no se resignaron a ser costureras de los soldados, ni como pretendían las fuerzas republicanas que estuvieran detrás de las líneas, asistiendo, curando, como debería haber sido su rol. Todas ellas se transformaron en dirigentes obreras, políticas.”
La obra busca poner en relieve también ese complejo universo de los inmigrantes que han sentido que sus países los expulsaba de sus territorios por causas relacionadas con cuestiones como las persecuciones, el hambre, las guerras. En el texto resalta una frase que sintetiza la situación: “como bien tu sabes, hijo mío, mi tierra era tan hermosa como injusta”. “En general esta gente –aclara Nápoli– no se fue buscando América o un futuro mejor, se fueron perseguidos, expulsados por un mundo despiadado que los abandonó a su suerte”.
Si bien Leonardo Nápoli trabajó mucho tiempo como intérprete, después de formarse con maestros como Luis Agustoni, David Amitín, Franklin Caicedo y Rubens Correa, entre otros, tuvo de compañero a un actor que lo llevó a definir su camino como director. En una oportunidad, trabajando con Carlos Carella, éste le dijo que debía dejar la actuación para dedicarse a la dirección. Si en un primer momento ese comentario le molestó mucho, al poco tiempo descubrió algo que le enseñó Carella: “un actor sólo mira a su personaje pero vos tenés la posibilidad de mirar la escena.”
Desde entonces –aunque haya participado en diversos proyectos teatrales, musicales (formó parte, entre otras, de la compañía de Miguel Ángel Soto durante varios años) o cinematográficos– descubrió algo: “Quizá como actor tenía un límite –dice–, pero después me di cuenta que en la dirección o a través de la escritura podía llegar a lugares donde nunca había llegado como actor. A sentirme realizado, terminar de escribir algo, por ejemplo, y decir, ‘esto me representa más que hacer un bolo en televisión’”.
Para agendar
Lejano resplandor de Luna
Dirección: Leonardo Nápoli
Hasta Trilce, Maza 177
Viernes y sábados, a las 21. Entradas en la boletería o por Alternativateatral.com
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