La traducción (Prueba 8), atrapante capítulo de la saga de Matías Feldman
Su intención es cuestionar la percepción del que observa a través de un virtuoso elenco de intérpretes
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Autoría y dirección: Matías Feldman. Intérpretes: Maitina De Marco, Valeria Correa, Juan Isola, Vanesa Maja, Juliana Muras, Laura Paredes, Paula Pichersky y Luciano Suardi. En video: Elisa Carricajo, Pilar Gamboa. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Vestuario: Mariana Seropian. Iluminación: Ricardo Sica. Sala: Cervantes, Libertad 815. Funciones: de jueves a domingos, a las 20. Duración: 150 minutos.
En 2013 Matías Feldman, director, guionista, performer, junto a su grupo Compañía Buenos Aires Escénicas puso en acto un proyecto de investigación teatral, al que llamó Pruebas. De ellas ya ha hecho siete y en estos días estrenó, en la sala grande del Cervantes, su Prueba 8, La traducción. Siempre referidas a poner en crisis las formas teatrales, a cuestionarlas, diseccionarlas y ver, cómo el chico que desarma un juguete para saber de qué está hecho y luego volver a armarlo y, si es posible, hacerlo de otro modo que no sea el convencional.
Se diría que Feldman busca el Santo Grial en el teatro. Y bienvenido sea que lo haga. Mientras busca junto a su equipo de intérpretes, muchos de ellos, además de actores, maestros de teatro, arremete y cuestiona las formas, el lenguaje, los tiempos, los gestos y la narrativa.
En La traducción (Prueba 8), propone un diálogo entre lo que sucede en el escenario, en el que armó una especie de “tableau vivant”, de formas que se arman y desarman, como un rompecabezas, en el que caben tarimas, objetos –muchos y de distintos tamaños y épocas– pantallas, actores y trastos que desplazan los mismos intérpretes, y la admirable arquitectura de la sala María Guerrero, del Cervantes. Su intención con este material es cuestionar la percepción del que observa, darle a entender por instantes que aquello que ve, no es tan así como cree, o tal vez sí, pero que si quiere lo puede cuestionar y no necesariamente es obligación entender todo lo que ocurre o hacen los actores en el escenario (que vale aclarar discuten, se enojan, se empujan, polemizan, se culpan y se ríen y hacen reír a la platea, el humor y la ironía, son ítems saludables también de Matías Feldman). Acá las acciones parecen transcurrir en un principio en los años 60, pero luego nos daremos cuenta que no es tan así. Y hay dos hermanas, las Meier, que sintetizan cuestionamientos. Ellas pertenecen a una familia alemana de la burguesía industrial (por momentos los actores hablan en alemán y no hay traducción). Pero como la mujer y el hombre están hechos de debilidades, entran en crisis con su condición social y parecen fanatizarse con las teorías revolucionarias de la izquierda latinoamericana, aunque por instantes también se filtra algún atisbo supremacista.
Dentro de este cóctel “incendiario”, chocan una diversidad de conflictos entre los personajes que oscilan desde lo más trivial, hasta el discutir por ciertos ideales. Pero si todo esto intenta reflejar parte de un cotidiano, que en verdad lo hace, luego nos daremos cuenta que tampoco es tan así. Porque la intención subjetiva del director parece ser hacernos entender que si tomamos en cuenta el título La traducción, que podría ser sinónimo de interpretación, lo que dicen y hacen estos seres humanos en escena, es plausible de múltiples significados de acuerdo al color con el que se los observe, cuestione, acepte o rechace. Y también del matiz político-social con el que se los analice.
La propuesta de Feldman parece adherir al “Teatro de la Memoria” del alemán Aby Warburg, el que decía: “a veces tengo la impresión de que, en mi papel de psicohistoriador, estoy buscando diagnosticar la esquizofrenia de Occidente a través del reflejo autobiográfico de sus imágenes”.
La traducción… exige de un espectador atento y de paladar exquisito que se enganche en el juego escénico que propone este admirable buscador de perlas teatrales que es Matías Feldman. Lo que sí es indiscutible es que su equipo actoral le responde con interpretaciones que funcionan como un perfecto relojito, muy bien cronometradas.
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