La salas alternativas y el nuevo protocolo: del deseo de volver a los reclamos sin respuestas
Desde la semana pasada, muy a cuentagotas y bajo estrictos protocolos sanitarios, volvió la actividad en salas teatrales con público. El viernes pasado debutaron bajo las pautas de esta nueva normalidad el espectáculo que dirige y produce Flavio Mendoza, en el Broadway; y la obra que protagonizan Luis Brandoni y David di Nápoli, en el Multiteatro Comafi. Al día siguiente, en una función para invitados, se repuso Happyland, en el Teatro San Martín. Esta semana se sumaron otras tres salas: La Plaza, El Picadero y Chacarerean Teatre. La temporada actual tiene sus particulares productos de la pandemia: el aforo permitido, por lo pronto, es del 30 por ciento (en el Multiteatro de las 417 butacas salen a la venta 125). Esto hace que actualmente ni el 30 por ciento de las salas que forman parte del circuito comercial estén en funcionamiento. En lo que hace a la escena pública el Complejo Teatral de Buenos Aires sirve como caso testigo: de sus 7 salas solo una está en funcionamiento. Y en lo que respecta al amplio abanico de teatros alternativos (tan variado en lo que hace a propuestas artísticas como a modelos de gestión) el panorama es mucho más delicado.
Tanto representantes de un circuito como de otro se han encargado de señalar que se trata de una reapertura tan simbólica como necesaria, pero la situación actual y la que se vislumbra para el sector de salas independientes dista mucho de poder afirmar livianamente que el teatro volvió a la ciudad de Buenos Aires. La ayuda estatal es clave es clave en este complicado entramado. Las más de 100 salas alternativas de la Ciudad están agrupadas en la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei) y Espacios Escénicos Autónomos. Liliana Weimer preside de Artei, en diálogo con LA NACION es tan cauta como concreta: "Las salas de Artei que podrán abrir son muy pocas. El protocolo, del cual nosotros formamos parte de su debate, es una herramienta que señala lo que, por ahora, se puede hacer. Pero solamente tomando en cuenta la modalidad de ventilación necesaria y el poder trabajar solamente con el 30 por ciento del aforo hace que para la mayoría de las salas independientes se les torne imposible abrir. Hay algunas salas que podrán retomar sus clases con algunos alumnos presenciales y otras pocas salas que cuenten con terrazas o patios podrán hacer algo al aire libre, pero no mucho más. Al protocolo sanitario le haría falta un protocolo económico y eso nos enfrenta con el problema de fondo. El sector independiente requiere de apoyo estatal para afrontar esta especie de lenta reactivación del sector siempre atentos a cómo evolucione el virus. Sin acompañamiento del Estado es imposible. Por parte del gobierno de la Ciudad no hemos podido avanzar en una mesa de trabajo que nos ayudaría a planificarnos ni una respuesta económica. Y desde el Gobierno nacional por lo menos hemos recibido líneas de subsidios implementadas por el Instituto Nacional del Teatro. Lo concreto es que estamos atravesando una situación muy compleja. A fin de año veremos qué salas continúan y cuales no", apunta Weimer.
Timbre 4/Claudio Tolcachir: " Abrir las salas es a pérdida, pero es importante volver a mover la rueda".
El director y dramaturgo Claudio Tolcachir fundó Timbre 4 en mayo de 2001 en donde también vivía. Ahora está lejos de su hogar. Viene de montar La máquina de Turingen Madrid en donde hay un aforo permitido del 60 al 70 por ciento. En estos momentos está en Milán, Italia, ensayando Tercer cuerpo, en el mítico Piccolo Teatro. Allí la actividad escénica está cerrada para el público. Ensaya con su elenco a metro y medio o dos de distancia. Cosas de la nueva normalidad. Mientras tanto, junto a su equipo, ultima los detalles para la reposición de La persona deprimida y Los arrepentidos, de Daniel Veronese; Para mí sos hermosa, de Paula Ransemberg; La vida extraordinaria, de Mariano Tenconi Blanco; e Imprenteros, de Lorena Vega.
"Por tema de la ventilación requerida podemos solamente hacer funciones en la sala chica para 12 personas, que es lo que nos permite el aforo. Es decir, económicamente no cierra -cuenta desde Italia- Por ejemplo, para volver a hacer funciones debemos pasar de la factura normal de luz, que es lo que hicimos cuando se estableció la cuarentena, a la trifásica, lo cual implica pagar más de 40.000 pesos, Y a esto hay que sumarle los meses en rojo que llevamos. Hacer función implica poner plata encima. De todos modos, salimos con esta programación que son obras con pocos personajes y que los elencos querían hacer pero, por ejemplo, no podemos regresar con La omisión de la familia Coleman. Para los que podamos retomar la actividad, aunque sea a pérdida, tiene sentido abrir la sala. Por supuesto, que si existieran ayudas o aportes estatales permitiría que no se sigan cerrando teatros independientes, que es lo que está sucediendo. Abrir las salas es a pérdida, pero es importante volver a mover la rueda. En España los estudios han demostrado que no hay foco de contagio en un teatro".
Tolcachir repara en la cantidad de trámites que hay que hacer en estos momentos para volver a la actividad. "Eso implica un montón de gastos, de pasos, de firmas y de confirmaciones. Desde los gobiernos se podría facilitar el trámite a la salas teniendo en cuenta que llevamos casi un año cerradas. Facilitar la habilitación sería una forma de dinamizar la situación. De otra manera es casi imposible volver a arrancar". suma su voz.
Moscú Teatro/Francisco Lumerman: "Las salas estamos casi quebradas"
Por unas cinco temporadas Moscú Teatro estuvo en la calle Camargo casi Scalabrini Ortiz. Allí, por ejemplo, se estrenó El amor es un bien, obra que acaparó infinidad de premios. En octubre el dueño de lugar les avisó que el alquiler se iba al doble (un situación típica que atenta contra la posibilidad de que las salas se inserten en el entramado del barrio). Los directores y dramaturgos Lisandro Penelas y Francisco Lumerman, administradores de sala, no aceptaron. Encontraron un depósito de plástico a pocas cuadras, en Velasco al 500. Durante el verano trabajaron a destajo para reacondicionarlo: equiparon lumínicamente al lugar, armaron un bar adelante, la boletería, techos, oficina, pintura, pisos e infinidad de etcéteras que implicaron una importante inversión. Iban a inaugurar el espacio con la obra El río en mí real el 26 de marzo en el marco de un festival, pero llegó la pandemia, su tsunami. Así fue como el nuevo Moscú Teatro todavía no conoce lo que es estar habitado para el público. Quedó en estado "mute". El espacio cuenta con dos salas: una, con capacidad para 110 butacas; y la menor, para 47 personas (lo mismo que el viejo Moscú). Está ahí, a la espera de conocer noches de aplausos.
"Hay muchas opiniones entre el sector alrededor de la situación actual -apunta el talentoso Francisco Lumerman, quien en estos momentos tiene disponible un trabajo audiovisual que forma parte del ciclo Modo híbrido, del Complejo Teatral de Buenos Aires-. Yo creo que está buena la reapertura y considero que el teatro oficial es el que tiene que abrir primero. En términos del protocolo, nosotros, en la sala anterior, no hubiéramos podido hacer nada. Con la sala actual podríamos hacer funciones, pero en estos momentos estamos con el tema de la ventilación y con las declaraciones juradas que tampoco es tan claro cómo se deben hacer. Celebro la posibilidad de volver, pero para las salas es deficitario por todo lo que hay que pagar y porque, desde la perspectiva artística, el protocolo deja afuera a un montón de obras. Volver es una posibilidad de regenerar la rueda de trabajo, aunque también es una trampa porque esa misma plata que necesitamos para que la gente vuelva a trabajar no sabemos de dónde sacarla porque las salas estamos casi quebradas y los elencos también. Es un momento para ser más solidarios y es momento de seguir exigiendo que el Estado ayude porque sino muchas salas van a tener que cerrar", advierte en una línea discursiva que atraviesa a todo el sector.
Abasto Social Club/Liliana Weirmer: "Estamos viendo hasta cuándo podemos aguantar"
Liliana Weimer es la presidenta de Artei y, a la vez, una de las gestoras de la sala Abasto Social Club, espacio fundado hace 17 años que está ubicado en Yatay al 600. Es claramente un teatro representativo del circuito: es un espacio alquilado y cuenta con una capacidad máxima de 50 espectadores, algo así como la capacidad media de las 110 salas que forman parte de la Asociación Argentina del Teatro Independiente.
"Con un aforo al 30 por ciento nosotros, como máximo, podríamos contar con 15 butacas con público. Para hacer funciones, según el protocolo, necesitaríamos 2 o 3 personas asistiendo a los técnicos y actores, alguien a cargo de la ventilación y limpieza, y otra persona como personal de sala que debe tomar la temperatura a cada espectador. En esos términos no podemos hacer funciones. Es más: ni podemos pagar el termómetro. Tampoco podría pagarle al profesional que de cuenta que debe certificar que contamos con la ventilación adecuada. Desde el Abasto estamos viendo hasta cuándo podemos aguantar, es así de sencillo. A partir de diciembre quizá se habilite un nuevo protocolo que, tal vez, nos permita volver; pero todo dependerá de la evolución del virus. Nos queda claro que la prioridad es la emergencia sanitaria pero que para continuar necesitamos ayuda estatal", apunta desde su rol de gestora de sala.
Espacio Callejón/Javier Daulte: "Las ayudas del Estado no han sido suficientes"
La sala de Humahuaca al 3500 es uno de los espacios emblemáticos del circuito. Fundado en 1993, en 2015 lo compró y la gestiona el director y dramaturgoJavier Daulte junto a su equipo. Espacio Callejón será, bajo el nuevo protocolo, una de las primeras salas alternativas en volver a la actividad con público. Desde la semana próxima los viernes se presentará Ametralladora, de Laura Sbdar, con Nicolás Goldschmidt; los sábados, A Dancy, dirigida por Verónica McLoughlin; y los domingos, Escritor fracasado, con dirección de Marilú Marini y la actuación de Diego Velázquez. "Es muy difícil opinar respecto de la apertura de las salas -comenta Daulte a LA NACION-. Por un lado uno entiende que hay una situación de pandemia que se está afrontando y que el Estado establece los criterios sanitarios que generan el protocolo de cada actividad. Pero el protocolo aprobado para los teatros porteños genera restricciones enormes que atentan contra la economía (ya en estado de emergencia) del sector. No solo por el aforo reducido al 30 por ciento, sino por el gasto que implica cumplir con las condiciones planteadas. En el caso del teatro independiente la situación se agrava. La mayoría de las salas no van a poder abrir porque no pueden afrontarlo económicamente. Abrir puede implicar perder más dinero del que ya se ha perdido y los espacios independientes han acumulado mucha deuda en todos estos meses. Las ayudas del Estado no han sido suficientes"
Por otro lado, el reconocido director y autor teatral reconoce el protocolo vigente hoy puede cambiar el mes próximo. "Quizás hicimos una inversión de dinero en algo que dentro de uno o dos meses ya no se necesitará -asegura-. En una sala independiente en dos o tres meses de funcionamiento a aforo limitado en verano no hay inversión que se amortice. Y esto pensando en que las cosas vayan cambiando para bien. Si las cosas empeoran, será todo más catastrófico aún. El teatro que se puede hacer hoy es limitado. Tendremos que convivir con eso (si es posible en términos de lo económico y también de lo artístico). Esta situación es mínimamente digerible solo en la medida en que la pensemos como pasajera. Tiendo a suponer que el teatro sobrevivirá (ha sobrevivido a cosas peores a lo largo de su extensísima historia); pero también recordemos que el teatro independiente estaba ya pasando por un momento difícil sin pandemia y sin cuarentena".
En medio de este complejo panorama, la producción artística independiente y los gestores de salas se enfrentan a un nuevo desafío. A fines de año, cuando muchos deban renovar sus contratos de alquiler, se tendrá una media más precisa de las consecuencias que deja la pandemia en este sector tan vulnerable como vital.
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