La relación entre Liv Ullmann e Ingmar Bergman en una obra epistolar
Está protagonizada por dos grandes actores: Ingrid Pelicori y Osmar Núñez
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Ingmar Bergman y Liv Ullmann se conocieron en 1966, filmando Persona. El tenía 48 años y era un celebrado director de cine sueco. Ya había rodado, por ejemplo Un verano con Mónica, Sonrisas de una noche de verano, El séptimo sello, El manantial de la doncella y El silencio. Ella, con 28, era una actriz noruega que recién empezaba en el cine, pero que contaba con una valiosa carrera en el teatro. Lo que sucedió entre ambos fue mucho más que una exitosa colaboración artística: de inmediato abandonaron a sus respectivos cónyuges, tuvieron una hija (la hoy escritora Linn Ullmann) y vivieron una intensa y tormentosa historia de amor en la isla de Farö, que duró cinco años. Luego transformaron la pasión y el odio en amistad y mantuvieron el vínculo profesional a lo largo de 42 fructíferos años, que devino en una decena de célebres películas (La hora del lobo, Cara a cara, Gritos y susurros, Escenas de la vida conyugal, El huevo de la serpiente, Sonata otoñal). Y aunque Bergman murió en 2007, Liv lo sobrevivió para seguir recordándolo con gratitud, cariño y unas cuantas risotadas.
De esto (y del arte, la historia y la política, que enmarcaron la relación), habla Bergman y Liv, correspondencia amorosa, la obra de Lázaro Droznes, que se estrenó el fin de semana en el Centro Cultural 25 de Mayo (ubicado en Triunvirato 4444, en el corazón de Villa Urquiza), con Ingrid Pelicori y Osmar Núñez como protagonistas y Leonor Manso en la dirección, y que tendrá funciones los viernes y sábados, a las 20.30, con precios populares.
–¿Cómo llegó la obra a sus manos?
Ingrid Pelicori: –El autor fue quien me pasó la obra y en un primer momento la íbamos a presentar para hacer en radio, pero luego nos entusiasmamos y quisimos hacerla en un teatro. Ahí nuestra productora Alejandra García consiguió la posibilidad de hacerlo acá, en el Centro Cultural 25 de Mayo, que es un lugar maravilloso. En principio el ofrecimiento es para hacerla durante una pequeña temporada. Somos una cooperativa y cada uno que se fue sumando lo hizo con mucha pasión, porque nos encanta este universo, el de las películas de Bergman, y todo lo que significa Liv Ullmann, y porque hablar de esto es hablar del amor, de un amor que se pudo sostener en el tiempo, que se pudo transformar y enriquecer, más allá de las muy diversas vicisitudes que el vínculo tuvo, claro. Y aquí estamos hoy, volviéndonos a sumergir en sus películas, en las que habíamos visto en algún momento y en las que no, y leyendo a full sus autobiografías. Fue una linda tarea para hacer durante la pandemia.
–A propósito de la pandemia, este espectáculo parece concebido para este momento: sólo con dos actores, que interactúan bien distanciados en escena. Cumple con todos los protocolos.
Osmar Núñez: –En principio se trató de un espectáculo posible, sí. Empezamos con unas lecturas virtuales, cada uno desde su casa y frente a una computadora, pero en cuanto llegó el verano pasamos a la terraza de Ingrid. Pero la verdad es que lo que más me entusiasmó no fue su posibilidad de concreción sino la poética de estos dos personajes del cine, dos artistas extraordinarios. Es que tienen que ver con la historia de cada uno. Bergman es mi director de cine preferido y eso influyó mucho en mi decisión de hacer la obra. También primó el volver a trabajar con Ingrid, con la que siempre es un placer hacerlo.
IP: –Justamente hace un año estábamos trabajando juntos, en Agamenón. El 15 de marzo de 2020 fue la última función que pudimos hacer.
ON: –Y ahora, un año después, nos desquitamos con Bergman y Liv, una obra sobre dos vidas tan potentes como contradictorias y un vínculo en el que siempre primó el amor y la amistad. Lo interesante que hizo Drozner es que utilizó todo tipo de materiales para construir la obra.
–¿Cuáles fueron las fuentes en las que se basa la obra? ¿Sólo la correspondencia epistolar, o también las autobiografías de ambos, Senderos y La linterna mágica?
ON: –En realidad la correspondencia (a la que alude el subtítulo de la obra) es apócrifa, nunca existió. Es una producción del autor a partir de toda la información que hay sobre la vida de ellos. Si en verdad se han mandado cartas no lo sabemos, pero la obra está estructurada a partir de un diálogo epistolar a lo largo de cuarenta años, en los que revisan su propio vínculo y además se acompañan en otras experiencias afectivas y artísticas. Y aunque las cartas sean apócrifas, incluyen sus propias palabras, lo que ellos dijeron en entrevistas y en sus libros.
IP: –Lo interesante del trabajo de Drozner es que, al imaginar esta correspondencia entre ambos, nos permite contar en sólo una hora y cinco minutos cuarenta años de relación, con todos los subtemas que incluye: los hijos (Bergman tuvo nueve), el mundo, lo social, el arte y la necesidad de dejar en un momento el trabajo para dedicarse a otras áreas: él al teatro y ella a su rol como embajadora de Unicef a favor de los refugiados; y también los otros dos grandes subtemas, que son envejecer y morir. En fin, en Bergman y Liv está todo el arco completo de sus vidas a través de unas cartas.
ON: –Lo que muestra la obra es que fueron verdaderamente inseparables. Aunque se hayan separado físicamente tras cinco años de relación amorosa, se acompañaron durante toda su vida, se necesitaron y yo supongo que en algún momento hasta se habrán vuelto a desear. La compañía de ellos fue eterna, incluso ella viajó para estar al lado de él en su lecho de muerte. La de Ingmar Bergman y Liv Ullmann es sin dudas una historia de amor impresionante.
–En el documental Liv & Ingmar, Ullmann describe a Bergman como un genio al que adoraba, pero también como un hombre egoísta, cruel y violento; y ella se autodefine como una víctima de sus celos y del confinamiento en la isla del Farö, donde convivieron. ¿Qué imagen de ambos ofrece Bergman y Liv, correspondencia amorosa?
ON: –Cuando fueron pareja tuvieron un vínculo muy tumultuoso, complicado, con afectos tortuosos. Y en el trabajo eso también se reproducía. Pero luego todo eso se fue transformando. Todo está en la obra, eso es lo rico del texto de Drozner, y de la historia de ellos dos. Tenían momentos maravillosos y momentos horribles. Por eso la relación de pareja duró sólo cinco años, hasta que ella agarró su valijita y se fue.
IP: –Precisamente la obra y las (supuestas) cartas comienzan ahí, cuando ellos recién se separan, así que el padecimiento está muy fresco y lo que prevalece son los reproches. Todo está en carne viva. Luego, van pasando a otras instancias.
–En el documental Liv Ullmann define a su relación con Ingmar Bergman como “una pasión tormentosa”.
ON: –Todas las relaciones amorosas de Bergman fueron así, estuvo casado cinco veces y siempre repitió el esquema. En cuanto a su relación con Liv Ullmann, que es la que más conozco, porque es la que está más documentada, hay una frase que lo pinta de cuerpo entero: “Hemos hecho el amor con odio y practicamos el odio con amor”.
–Hay que recordar que la vida de Bergman estuvo signada por el mundo metafísico de la religión y su educación, regida por los conceptos luteranos de pecado, confesión, castigo, perdón y misericordia…
ON: –Las cosas que pasó de niño… con ese padre pastor protestante… Sus demonios tienen que ver concretamente con su niñez, todo eso lo volcaba en su cine pero también en sus relaciones. Su mirada sobre la vida, los miedos, el amor y el odio, que tiñen todas sus películas provienen de su infancia. En La hora del lobo, por ejemplo, un personaje se tapa la cara por el miedo que lo asalta al recordar sus primeros años de vida. Se niega a ver todo ese horror. Es que el padre de Bergman le pegaba, lo encerraba y lo enviaba a dormir sin comer. Una infancia así, tan fuerte y tremenda, incidiría en la historia de cualquiera, pero él, después, la transformó en genialidad. Era un hombre iluminado, de una gran sensibilidad e inteligencia.
–¿El tipo de obra y de puesta guarda similitudes con la exitosa Cartas de amor, de A. R. Gurney?
IP: –Del algún modo sí, en el sentido de que somos sólo dos actores y que la obra está estructurada en base a cartas, lo mismo que en Querido mentiroso. Pero no las leemos, eso ya es una diferencia. Al principio las íbamos a leer, pero Leonor no quiso y hoy se lo agradecemos. Ella quiso que todo el tiempo fuese como si estuviéramos reviviendo un hecho, apostó a que la teatralidad de esta obra se basara en eso, en que la actuación fuera muy viva, muy apasionada, pasando por todos los temas con mucha profundidad y diferencia de climas. Y está bien, porque leer una carta te limita y te hace perder un montón de colores en la interpretación. Así que las debimos memorizar y las actuamos dirigiéndonos al público, no al otro personaje.
–Con respecto a un texto teatral convencional, ¿es más difícil o más fácil interpretar un intercambio epistolar?
ON: –Para mí es más difícil. Bergman y Liv es una obra de teatro muy particular, no es de las que estoy acostumbrado a hacer. Mi trabajo como actor es más complicado porque tengo que revivir algo que no tiene tanta continuidad. No tiene una línea de acción como pasa en una obra de teatro convencional, la tenés que buscar, la tenés que encontrar. Como no hay una situación que va creciendo, en la que entra uno y otro personaje, uno tiene que crear a fondo y a solas cada momento, sin la ayuda de la estructura propia de una escena. Ningún tipo de teatro es fácil, pero este tiene mayores complejidades. Pero ahora, que ya le agarramos la mano, se transformó en una obra muy placentera.
–Ahora que han profundizado en sus vidas y sus obras, y les toca interpretarlos, ¿qué opinan, en general, de Ingmar Bergman y Liv Ullmann?
ON: –Bergman era un gran intelectual pero, a la vez, era un hombre con mucha vida, mucha inquietud y muy apasionado. Él tuvo una vida bastante fuerte, pero supo transformarla en arte. Él dijo: “por suerte jamás conocí el aburrimiento porque desde chico he sido muy curioso”. Tal vez eso lo salvó. El verdadero Bergman no tiene nada que ver con la imagen de intelectual ermitaño. La primera película que vi de Bergman fue Gritos y susurros, en la que trabajaba Liv. Flasheé con el film y me enamoré de ella. Yo tenía 16 años y no entendía una goma, pero me producía una fascinación que se mantiene hasta el día de hoy.
IP: –Liv Ullmann me parece una actriz de una profundidad, una sutileza y una expresividad increíbles. Me encantó siempre. Además, de muy joven leí Senderos, su autobiografía. Y desde entonces me generó un montón de empatía, por la honestidad, integridad y compromiso profundo con los que fue atravesando los distintos momentos de la vida; por la manera en que fue preguntándose, cuestionándose y cambiando de opinión en todo. Me parece una persona muy admirable, valiente y sabia. Y ni qué hablar de su belleza, aún a sus actuales 82 años.
–De las películas que Liv Ullmann e Ingmar Bergman filmaron juntos, ¿cuáles son sus favoritas?
ON: –Sin dudas Gritos y susurros y El silencio. A mí me gusta todo el cine de Bergman, pero esas dos me pegan muy fuerte.
IP: –La hora del lobo, que no había visto hasta hace unos días, me parece extraordinaria. Y Escenas de la vida conyugal, que volví a ver hace poco, durante los ensayos de la obra, es otra de las películas de ambos que más valoro. Pese a ser Bergman un director con un rasgo personal muy fuerte, todas sus películas son muy diferentes entre sí.
–Después de esta inmersión en el mundo de Ingmar Bergman y Liv Ullmann, ¿fantasean con protagonizar la tercera versión local de Escenas de la vida conyugal?
IP: –¡No, somos personas mayores! (risas) Sólo podríamos fantasear con hacer Saraband, que es la continuación de aquella traslación teatral, que muestra el reencuentro de ese matrimonio 30 años después. De todos modos, nos quedamos con Bergman y Liv, porque no abordamos a estos monstruos sagrados según el paso del tiempo si no como a dos almas sin edad.
Para agendar
Bergman y Liv, correspondencia amorosa
De Lázaro Droznes
Viernes y sábados, a las 20.30.
Centro Cultural 25 de Mayo, Triunvirato 4444.
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