La química diaria / Autoría: Mariano Saba / Dirección: Francisco Prim / Intérpretes: Pablo Mónaco, Fermín Varangot, Santiago Fondevila, Tomás Mejía, Flor Chmelik Martinec y Fran Andrade / Diseño de luces: Ricardo Sica / Diseño de escenografía: José Escobar / Vestuario: Lara Sol Gaudini / Asistencia de dirección: Julieta De Moura / Sala: Nün Teatro (J. Ramírez de Velazco 419) / Funciones: sábados, a las 16.30 / Duración: 70 minutos / Nuestra opinión: buena
El teatro no se queda atrás si de encontrarnos con la nostalgia por los dorados años 80 se trata. Aunque no es común en absoluto asistir en nuestro teatro a obras que involucren a jóvenes en plan "aventura-campamento-amigos-fogón", La química diaria es una excepción y un gran ejemplo. Una obra que porta todos los elementos del género de moda, coming of ages, importado de la literatura y del cine se centra en el crecimiento del protagonista, en ese momento crucial que significa el pasaje de la juventud a la adultez y que implica una buena cantidad de diálogos, unas reflexiones acerca del despertar sexual y algunos elementos propios de la psicología del protagonista. Al entrar ya nos topamos con la escenografía que nos dice mucho sobre lo que tratará la pieza: una carpa muy original en medio de la escena que se convierte en leitmotiv con una economía de recursos certera y convincente.
La melancolía se agarra de la escena. Es que no solamente el clima es un homenaje a las producciones de los años 80 (con Volver al futuro a la cabeza) sino que desde la temática también se refuerza esta idea: tres amigos de toda la vida acampan cerca de un lago en un camping del Sur. Uno de ellos, el más nostálgico de los tres, lleva consigo un casete (otro elemento revival indiscutido con el "rew" incluido) en el que muchos años atrás, cuando eran casi niños, grabaron los deseos para su futuro. Extrañamente se han cumplido. El protagonista de la pieza, un nerd estudiante de física al mejor estilo The Big Bang Theory, se vale de algunas teorías para intentar viajar en el tiempo y cambiar el curso de las cosas incluida claro la frustrada historia de amor con Karina.
En medio del torbellino y el éxito desmedido de It -la película de aventura/terror-, parece ser un buen momento para abandonar temáticas y géneros muy transitados por nuestro teatro y probar suerte con ciertos elementos fantásticos que se suelen dejar solo en manos del cine y la literatura. Aquí, sin la pretensión de los efectos especiales, los elementos escénicos como la escenografía, la luz, la banda sonora y el vestuario hacen un buen equipo capaz de abordar al género. Es posible que en determinados pasajes se vire un poco hacia lo absurdo fuera de registro. El horario ayuda a que el público sea más variado en una obra que claramente pueden disfrutar los adolescentes también.
Además de unos cuantos pasajes cómicos y de otros elementos fantásticos, la pieza se centra en la amistad, en los deseos y sobre todo en la reflexión sobre si aquello que soñamos ser o aquellas cosas que aspiramos tener nos harían más felices de lo que somos hoy o es simplemente una añoranza caprichosa que impide disfrutar del presente. La química diaria, obra que escribió el dramaturgo Mariano Saba se enuncia profundamente antimelancólica y a favor, en cambio, de una reconciliación con quienes somos.
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