La pareja de actores que elige trabajar juntos, aunque en escena se odien
Miguel Ángel Solá y Paula Cancio regresaron a la Argentina para trabajar juntos nuevamente; estrenaron Doble o nada, una obra que hace eje en el poder y la lucha de géneros
Miguel Ángel Solá es el de la gran trayectoria. Y la actriz española Paula Cancio, su mujer desde hace cinco años, es quien sonríe cuando recuerda el lujo que fue descubrirse en el teatro por primera vez de su mano. Sin embargo, en el amor nada es lineal. Y por eso fue ella la que lo dejó a él boquiabierto y le renovó esas ganas de crear, creer y hacer arte. Ella dice que él "es un grande" y él la llamará "valiente". Y desde esa complicidad nace algo nuevo cada vez que actúan juntos, como cuando fueron amantes en la serie televisiva La Leona o cuando se lucieron en la Argentina con la pieza teatral Hoy: El diario de Adán y Eva. Hace poco más de una semana volvieron a instalarse en Buenos Aires junto a su pequeña hijita Adriana, de tres años, para estrenar este sábado su nuevo trabajo en el teatro La Comedia. Se trata de Doble o nada, una obra que aborda los vericuetos del poder al interior de un medio de comunicación y que, por su intensidad, desafía a esta pareja que disfruta reencontrarse arriba del escenario y elegirse cada día debajo de él. En la trama de esta pieza, el director de un importante medio de comunicación debe dejar su puesto en manos de uno de sus dos subdirectores: una mujer y un hombre.
-¿Qué disfrutan de trabajar juntos?
Paula Cancio: -Todo, porque trabajar con él es aprender cada día y eso es un privilegio impagable. Es maravilloso tener a un grandísimo profesor para mí sola. Disfruto de cada paso que vamos dando y de verme evolucionar de un trabajo a otro. Este Doble o nada fue primero Testosterona en España y en el medio pasó Hoy: El diario de Adán y Eva. Por eso la Miky, mi personaje que ahora se sube al escenario, no era la Miky que se subía entonces por primera vez. Todo eso en buena parte ha sido gracias a Miguel y a lo que me enseña cada día.
Miguel Á. Solá: -Es hermoso. Y también muy agotador, porque no tenemos derecho a enfermarnos ni absolutamente a nada que no sea llevar el pan a nuestra casa. Es un trabajo de a tres constante, porque está la enana con nosotros, que nos va marcando los tiempos y nos agota también. Aunque sabemos que el esfuerzo es bendito y significa su crecimiento. Es verdad que quince mudanzas en tres años no son de desear a nadie, pero es el tiempo que nos toca vivir. Es nuestro mejor tiempo.
-La trayectoria de Miguel Ángel como actor maravilla a cualquier colega suyo. ¿Te nutriste de su experiencia, Paula?
P.C.: -Es inagotable e inabarcable, pero destaco la humildad y el respeto con el que encara su trabajo. Ahora de nuevo vivimos un estreno y él tiene el mismo respeto y la misma seriedad... Yo no lo conocí hace muchos años, pero tiene los mismos nervios que puedo tener yo. Y eso me enseña que a esta profesión hay que amarla pero también respetarla mucho: si no dejas el ego afuera, el escenario es sabio y te pincha.
-Imagino que el aprendizaje es mutuo. ¿Qué disfrutás de Paula cuando la ves trabajando?
M.Á.S.: -Cuando Paula aparece en mi vida, yo estaba muy caído anímicamente, sobre todo en cuanto a lo creativo y laboral. Me pasó que la vi y me reverdeció la libertad. Siempre fui un actor muy libre. En el último tiempo antes de conocerla a ella, seguía teniendo la ilusión de la libertad como actor, pero ya no la podía practicar... No tenía ganas. Paula llega a esta obra con el antecedente de tres trabajos suyos completamente disímiles: yo vi cuatro actrices en el término de dos años en una misma persona y eso es muy bonito. Para elegir trabajar con alguien tiene que existir una justificación muy grande, porque existen otras personas con las cuales podés aprender. Y yo elijo trabajar con ella por eso: por la libertad y porque aprendo.
P.C.: -A nivel teatral, entré virgen con Miguel y eso significa aprender de cero. ¡Estoy al lado de un actor muy libre! Yo soy una esponja y me quiero empapar de todo lo que veo de ese actor, pero hay cosas que Miguel hace y que se corresponden a sus 45 años de trabajo y su capacidad impresionante. Al principio me he llevado alguna que otra reprimenda por parte de Quique Quintanilla, el director, que me decía: "A ti todavía te queda todo por aprender, no eres Miguel Ángel Solá". Y es cierto: uno tiene que ocupar su lugar.
M.Á.S.: -Muchas veces, me deja pasmado, boquiabierto. Y es lo peor que te puede pasar en el escenario: quedarte aturdido porque hubo algo que fue especial. Un trabajo se compone de toda la escala cromática que plantea, pero hay un detalle, una forma de expresar un pensamiento, un modo de mirar que capta tu atención. Y siempre tiene que ver con el rompimiento de la lógica. Eso nos obliga a readaptar toda la actitud y ahí empieza a nacer algo nuevo.
P.C.: -Con Miguel no hay red: él es tan libre, en todo sentido, que hoy puede decirte una frase y mañana puede aparecerse con otra. No es un actor con el que puedas estar al pie. Tienes que estar en la escucha total y eso hace que el teatro esté totalmente vivo. Es algo que se logra con mucha escucha, una admiración mutua y el saber que estamos contenidos. Eso es fundamental allá arriba. La valentía de salir con él a escena no me la voy a quitar.
-¿Cómo es bajar de un escenario donde el arte los atravesó y continuar con la vida normal de cualquier pareja?
M.Á.S.: -Esta obra es un peligro, en ese sentido. Lastima. Se te va metiendo de a poquito y te va jorobando. Yo no soy ese tipo, que tampoco es lo más deleznable del mundo, pero si soy capaz de hacer de él quiere decir que tengo sus condimentos y que en la vida consciente elijo o no manifestarlos... Pero en la vida inconsciente, ¿cuánto tengo de ese tipo y manifiesto sin darme cuenta? En relación a eso, este trabajo es agridulce: nos decimos y nos deseamos cosas feas arriba del escenario. Y ahí siempre hay un punto de inflexión, que implica después un cuidado para reconducir nuestra vida porque los elementos con los que se juega en esta obra no tienen repuesto: se lastima. Y andá a saber cómo repercuten en la vida... Uno apuesta a que no, a que esto es el trabajo, pero no se sabe.
P.C.: -Creo que para una pareja siempre es más sencillo hablar de amor sobre un escenario que tener un enfrentamiento. Al menos cuando la pareja está bien, eso fluye mejor. Lo otro implica momentos incómodos aun tras bajarse del escenario, porque a lo mejor llevas cuatro horas tocando cosas que te generan incomodidad. En este proceso hemos sentido algo muy distinto de lo que habíamos sentido cuando hicimos Hoy: El diario de Adán y Eva. Claro, en aquella obra transitábamos en la onda de la maravilla, la esperanza de amor...
M.Á.S.: -Esto, en cambio, no ayuda a la armonía.
P.C.: -Sí, desarmoniza, pero es la vida. No es la típica obra en la que hay un bueno y un malo; aquí cada espectador puede situarse en un personaje o en otro y preguntarse qué haría frente a eso. Creo que eso es lo más grande que tiene esta obra. Hoy: El diario de Adán y Eva era poesía, Doble o nada es realidad.
Entre el cine y la televisión
Quizá lo único que les falte en el trabajo artístico de a dos a Miguel Ángel Solá y a Paula Cancio sea actuar juntos en una película?, en la que sus personajes interactúen entre sí. La aclaración se justifica por una curiosidad: el año pasado ambos fueron parte del rodaje de Despido procedente, un film con coproducción argentino-española protagonizado por Imanol Arias y Darío Grandinetti en el que la pareja de actores trabajó, pero sin estar en ningún fotograma juntos. La película, una comedia dirigida por el argentino Lucas Figueroa, se estrenará próximamente. "¿Si nos gustaría hacer algo juntos en cine? Todo lo que sea un buen proyecto nos haría felices -pregunta y responde Cancio-. Nos encanta trabajar juntos. Lo que hemos hecho en La Leona en televisión nos fascinó? Además yo era la amante, ¡y no hay nada que pueda gustarme más siendo su mujer que ser la otra! Nos divierte y nos nutre mucho trabajar juntos, así que lo que quiera que venga, será bienvenido."
Doble o nada
Dirigida por Quique Quintanilla
La Comedia, Rodríguez Peña 1062.
Jueves y viernes, a las 21; sábados, a las 20.30 y 22.30; y domingos, a las 20.30.
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