La obra que puede resultar sensible para los veganos y en la que la carne está “monstruosamente” adulterada
Karina K es la protagonista de Carnicera, la obra de Javier Daulte que se presenta en el Teatro Regio; la actriz personifica a Porcia, una mujer que trabaja en un frigorífico y que de repente se encuentra en presencia de situaciones paranormales y de dos bandos en pugna
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Karina K es una de las actrices más completas del país, ha trabajado en todos los circuitos teatrales y ha ganado todos los premios posibles por su labor en diversos géneros: musical, drama y comedia. Fue Judy Garland en Al final del arco iris; Niní Marshall en Y se nos fue redepente; Yiya Murano en Yiya, el musical; Nina Hagen en Mamapunk; también fue la peor soprano de la historia, Florence Foster Jenkins, en Souvenir; la pastelera asesina Mrs. Lovett en Sweeney Todd y la mítica Sally Bowles en Cabaret.
Después de dos éxitos rotundos en la Avenida Corrientes, primero con ¿Qué hacemos con Walter? y luego con Perdidamente, Karina K vuelve a una sala oficial, la del Teatro Regio, dependiente del Complejo Teatral de Buenos Aires. Lo hace con una obra que anticipa sumamente arriesgada y shockeante, Carnicera, y con un rol que considera el más complejo de toda su carrera: Porcia, una obrera de la carne que debe lidiar con fuerzas contrapuestas en una Argentina apocalíptica. En la pieza de Javier Daulte (que él mismo dirige en compañía de Mariano Stolkiner) está acompañada por un elenco de lujo, integrado por Marcos Montes, Florencia Raggi y Agustín Daulte.
–Estuviste dos temporadas completas junto a un elenco de actrices famosas haciendo Perdidamente. ¿Qué saldo te dejó esa experiencia?
–Desde lo artístico un saldo muy positivo. Haber estado en Mar del Plata, haciendo temporada de martes a domingos, fue un gran entrenamiento. Llegué a una comprensión importante de la dinámica entre el público y la actriz, sobre todo porque mi personaje ingresaba bien iniciada la obra, cuando la temática de la misma –que era muy delicada, porque la protagonista, que también interpretaba Leonor Benedetto, atravesaba un proceso de Alzheimer– necesitaba de cierta dosis de humor. Yo esperaba 40 minutos para salir a escena y cuando lo hacía la obra modificaba su dinámica. Esa experiencia que me fue dando tanta repetición y tanto feedback con el público es lo que hoy me permite atravesar el proceso de Carnicera, mi nuevo desafío teatral. Necesité de aquella experiencia para poder abordar un rol tan complejo, el más complejo de toda mi carrera. Perdidamente me dio el entrenamiento, la seguridad y la capacidad necesarias para ahora jugar sin red en una nueva dimensión de la expresión artística, como es esta obra tan particular de Javier Daulte, un thriller de ciencia ficción, algo para nada convencional dentro del teatro argentino.
–¿Cuál es el argumento de Carnicera? ¿Cómo es tu personaje?
–Mi personaje se llama Porcia, es una mujer que trabaja muchas horas por día en un frigorífico. Aunque lleva una vida muy rutinaria, es muy luchadora, pujante y tiene un enorme sentido del humor. Todo viene bien hasta que empieza a sentir que en el frigorífico alguien la está espiando, entonces comienza a hablar con esa “figura” que no sabe si es un gato o algún muchachito que se coló en el establecimiento para robar carne, porque, hay que aclararlo, la obra transcurre en el futuro y en ese momento temporal la carne es el bien más preciado que existe. Paralelamente se entera por los noticieros que hay un boicot a la venta de carne y por lo tanto, allí afuera, en la sociedad, hay atentados y un cierto caos social propio de la ciencia ficción apocalíptica. El mundo que muestra la obra me recuerda a los cómics que leía en mi adolescencia: Zona 84, El víbora, Totem y Fierro. Luego, Porcia comienza a pensar que lo que está sucediendo dentro del frigorífico es una situación paranormal, porque de repente se enciende sola la máquina de cortar carne, lo mismo que las luces del establecimiento y hasta la radio. Cree que son cosas de los espíritus o de fantasmas hasta que cae desvanecida y, al recobrar la conciencia, se encuentra con unos científicos que están buscando al líder que promueve el movimiento contra la carne; un movimiento que asegura que alguien está adulterando la carne para convertir a la gente en monstruos, en seres animalescos.
–Un planteo tan surrealista como de ciencia ficción.
–Exactamente. Y ellos encuentran que el líder podría ser un joven que suele venir por el frigorífico a buscar restos de carnes para hacer embutidos para orfanatos y hogares de ancianos, un chico con espíritu solidario, del que ellos claramente desconfían. Ellos creen que él podría ser la cabeza de toda esta teoría conspirativa contra las carnes y el enemigo número 1 de la Argentina caótica de un futuro impreciso, pero que bien podría ser el de 2040. Está claro que este joven es el más fiel reflejo de la inocencia, pero a partir de ahí pasa a ser la víctima de estos científicos siniestros.
–¿Se podría hacer una lectura política de Carnicera? ¿Y trazar un paralelo entre el panorama ficcional futurista que plantea y la realidad política actual? La gacetilla de prensa de la obra habla de dos bandos que creen en un mundo mejor sólo si se elimina al enemigo.
–Es verdad que en Carnicera hay dos bandos: los científicos, los que tienen la tecnología y todo lo que ganar, y la gente común, las personas que sueñan con un mundo mejor y que no están involucradas en esta lucha por alterar las funciones de la carne, las encimas. Así que sí, Carnicera permite una lectura política, por esto de la grieta. Mi personaje, Porcia, representa a las masas, al pueblo, es una mujer manipulable y por lo tanto vulnerable a estas promesas y estas palabras extrañas que traen estos científicos que la van influenciando. “Usted va a pasar a ser un personaje fundamental en esta lucha contra la injusticia”, le dicen, y ella cae en las redes de estos científicos, que le hacen creer que forma parte del bando de ellos, hasta que ve cómo se manejan cuando aparece el joven y lo acusan de ser el líder de la teoría conspirativa para destruir la carne. El planteo es bien inquietante y hace un link con la realidad actual, porque hoy existe el boicot animal y también movimientos de veganos, vegetarianos y ecologistas. ¿Qué podría pasar si la mayoría de estos jóvenes que luchan para que se deje de consumir carnes alterarían las facultades de las mismas? Sería como un acto terrorista.
–¿Carnicera podría despertar cierta conciencia antes de las próximas elecciones presidenciales?
–Yo creo que sí, porque mi personaje tiene que ver con la vulnerabilidad, no tiene mucha instrucción y además, en un momento clave, dice: “A mí no me interesan las noticias, nunca las entiendo, me hacen sentir ignorante”. Y la verdad es que sí, es una bruta, es una negacionista, niega la realidad. Yo creo que la gente que está dentro de ese plano de la ignorancia, la que no quiere saber, es la más fácil de capturar en una forma de pensamiento autoritario, fascista. Y algo así es lo que posiblemente esté pasando hoy en la Argentina. Lo que vienen a traer estos científicos, en realidad uno de ellos, es la representación del mal, que está en el seno de los que dicen que van a salvar al mundo. Posiblemente venían a salvar al mundo, pero cuando se manifiesta la codicia y el egocentrismo... Y, sí, Carnicera tiene mucho que ver con lo que presenciamos hoy en el mundo de la política.
–¿En la pieza aparece algún atisbo de esperanza o es todo apocalíptico?
–En el medio de Carnicera aparece una historia de amor, entre el científico y la científica y es una de las cosas más interesante del argumento. Porque esta obra habla de la posverdad, ¿pero de cuál? ¿De la verdad del corazón o de la verdad del raciocinio? También deja flotando otras preguntas, como por ejemplo: ¿Dónde queda la misión de querer cambiar el mundo si después, en definitiva, todo se trata de otra cosa? Al menos en esta historia, porque el giro que hace la obra al final es impactante. No quiero spoilear todo, pero te adelanto que en el último tramo se va a comprobar si la carne adulterada genera que la persona que la come se convierta en un monstruo.
–¿Es una obra pro veganismo?
–Yo creo que Daulte no la pensó así, pero digamos que a los veganos les puede gustar, pero también les puede resultar inquietante, porque en la obra el tema de la carne se maneja muy crudamente. En ese sentido, no sé si un vegano muy sensible podrá llegar a tolerarla. Hay monólogos durísimos, porque se habla de todo lo que sucede para que la ternera, después de tres años de alimentación, llegue al matarife. La mirada de la obra es ecologista, porque se habla de cuántos árboles deben talarse para ganar espacio con tal de que el ganado sea productivo y de cómo los gases de la materia fecal de las vacas afectan la capa de ozono. O sea, claramente se habla de lo contraproducente que puede ser la industria de la carne, pero hay que ver cuán crudo, además de verdadero, les resulta todo esto a los veganos. Porque las imágenes son duras, todo lo que sucede en la carnicería lo es; yo me paso manipulando carne todo el tiempo. No es carne real, es silicona, pero soy consciente que tanta manipulación en escena podría sensibilizar a algunos veganos. De hecho, tengo un monólogo de 13 minutos en que me la paso tocando carne. Pensamos en hacer todo con carne verdadera, pero no se pudo: hoy en la Argentina la carne real es un lujo casi suntuoso.
–¿Hiciste un trabajo de campo para abordar tu personaje? ¿Frecuentaste carnicerías y dialogaste con carniceros?
–No, pero hace un tiempo conocí una mujer, una anciana que había trabajado en un frigorífico durante toda su vida. Tenía 80 años cuando la conocí y había trabajado allí como 50. Tenía los dedos encrispados, como con forma de garras. Y me decía: “¿Sabés por qué tengo los dedos así? De sacarles los ojos a las vacas”. En ella me inspiré, en parte, para componer a mi Porcia. Pero me la imaginé más feliz. Pensé: mi carnicera está contenta en el frigorífico porque ya no tiene que arrancarle los ojos a las vacas, ahora solamente tiene que preparar bandejas y cortar la carne de las medias reses que están colgadas. Yo me imaginé que Porcia pudo haber tenido un pasado como el de aquella mujer, por eso, aunque lleva una vida apesadumbrada, también es una agradecida, porque en la actualidad sólo se dedica a quitarle la grasa a los pedazos de carne.
–El espectáculo tiene dos directores. ¿Cómo es recibir directivas de dos personas a la vez?
–Son dos personas con un mismo criterio y se complementan muy bien. Los dos aman la obra, no sólo Daulte, que es el autor, sino también Mariano Stolkiner, que la vive casi como si fuera propia. Hay un nivel de equilibro entre lo que aporta uno y otro que me llama poderosamente la atención. Javier tal vez está un poquito más abocado a los detalles de la actuación y Mariano se ocupa más de lo macro y del plano escenográfico. La puesta es casi operística y la escenografía de Gonzalo Córdoba Estévez es monumental. Cuando la gente ingrese al Teatro Regio se va a encontrar con un frigorífico a escala natural. Solo de verlo ya te da frío.
Agradecimiento: Hotel Esplendor by Wyndham Buenos Aires Tango
Carnicería
Autor: Javier Daulte. Directores: Javier Daulte y Mariano Stolkiner. Elenco: Karina K, Marcos Montes, Florencia Raggi y Agustín Daulte. En el Teatro Regio, Córdoba 6056. Funciones: de jueves a domingos, a las 20. Desde el jueves 31 de agosto. Entradas en www.complejoteatral.gob.ar o en boletería
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