La novicia rebelde
Con su virtuosismo, Laura Conforte es el pilar de esta producción
l LIBRO: HOWARD LINDSAY Y RUSSEL CROUSE l LETRAS: OSCAR HAMMERSTEIN ii l MUSICA: RICHARD RODGERS l DIRECCIÓN Y COREOGRAFIA: JONATHAN BUTTERELL l INTERPRETES: LAURA CONFORTE, DIEGO RAMOS, RODOLFO VALSS, PATRICIA GONZALEZ, CONI MARINO, JULIETA NAIR CALVO, MIRTA WONS, FERNANDO DENTE, WALTER BRUNO, EMMA LONGHI, JUSTINA GONZALEZ MAZA, SOFIA GOLDENHORN, TOMAS WICZ, ELEONORA DE SOUZA TOME, GIANNINA GIUNTA, GEORGINA FRERE, ANALIA SANCHEZ, MAGALI SANCHEZ ALLENO, SILVINA NIETO, MARIANO MUSO, DIEGO BROS, VIRGINIA MODICA, RODRIGO PEREIRA, MARILI MACHADO, ENRIQUE CRAGNOLINO, MILAGROS ANDALUZ ROSAS, MARIANO TACCAGNI, NICOLAS MARTINELLI, ESTEBAN ROJAS, FRANCISCO CALISE Y LEANDRO ZANARDI. l ESCENOGRAFIA: ANDREW JACKNESS l VESTUARIO: CANDICE DONNELLY l LUCES: RICK FISHER l SONIDO: GASTON BRISKI l PRODUCCIÓN GENERAL: MARIANA CORREA l SALA: OPERA CITI l DURACION: 165 MINUTOS
Nuestra opinión: muy buena
Difícil igualar montajes, complicado conformar a los amantes de la parafernalia e imposible devolverle la novicia a Julie Andrews o a Mary Martin. La tarea de los creativos de esta propuesta era bastante complicada. Parece que esta vez no había tanta plata para complejos movimientos escénicos y chiches varios, así que el grupo de creativos extranjeros que lidera Jonathan Butterell tuvo que arreglárselas con lo que pudieron para reproducir una mansión, los alpes austríacos y una abadía. ¿Y cómo lo hicieron? Con puro teatro. Lo poco les sentó bien. En ese sentido, el trabajo de Rick Fisher fue fundamental para crear clímax, marcar las horas o cambiar estaciones.
Es cierto, es una versión muy alejada de la fastuosidad que Time For Fun tiene acostumbrado al público ( El fantasma de la ópera, Cabaret, La Bella y la Bestia ). Pero aquí uno se pregunta... ¿Hubiera sido imprescindible poner escenarios móviles, proyecciones o montañas más realistas? A juzgar por el resultado artístico que tiene esta versión de La novicia rebelde , no era necesario.
La obra que concibió el británico Jonathan Butterell tiene lo indispensable: emotividad, sensibilidad y la gracia necesaria como para honrar a sus autores y a su carácter de "clásico".
El director realizó un trabajo minucioso y detallista tanto en los pequeños cambios o retoques al original como en su impecable dirección actoral. Cada uno de los intérpretes que están sobre el escenario tiene un porqué, una razón. Es tan exacto, tan preciso y tan visible ese trabajo, que conmueve por la precisión. Hizo lo mejor: trabajar con el elemento emocional de cada uno de sus actores. Ya sabe que cantan y bien, y que bailan, es en la profundidad donde debía ahondar. Un ejemplo sobresaliente es la presencia de la sirvienta de los Von Trapp. Muda espectadora omnisciente de todo lo que allí ocurre, observa sin hacer que observa. Siente, sufre y tiene un universo contenido que es un imán para el espectador (un trabajo sobresaliente de Magalí Sánchez Alleno).
Ese es Jonathan Butterell. Un conocedor de la línea dramática, un obsesivo de la interpretación.
Nace una estrella
Sin esa mano maestra y sin la protagonista que eligió, difícilmente se hubiera logrado este resultado con estos recursos.
Porque la verdadera protagonista de este espectáculo es Laura Conforte, una María Von Trapp perfecta, exacta. Se planta con seguridad de estrella y, desde su primera escena, con el leitmotiv "El sonido de la música" arranca un aplauso estruendoso. Espléndida actriz, es quien articula la acción dramática y conduce al conjunto permanentemente a través de su interacción. Su peso escénico es enorme. No sólo reúne todas las cualidades del personaje protagónico sino que posee un carisma personal que hace su trabajo más rico. La conexión que tiene con el elenco infantil es grandiosa al igual que en las escenas de la abadía, donde es un cascabel en medio de la aparente solemnidad. Pero así como la protagonista se gana a su platea con su simpatía, también lo hace con una voz impecable: limpia y prodigiosa.
En momentos como el "Do-Re-Mi" o "El pastor solitario", la platea del Opera se transforma en fervor. Es que La novicia rebelde tiene un hit tras otro. Y esa cualidad es la que logra que las casi tres horas de espectáculo se disfruten permamentemente (gracias Rodgers y Hammerstein). En ese sentido cabe aclarar que no conviene llevar a chicos muy pequeños a verla. Pueden aburrirse y volverse un trastorno. Los mayores de 7, en cambio, la agradecerán.
Como siempre, Gerardo Gardelín y su orquesta se lucen y hacen lucir a la bellísima partitura. Aunque, por momentos, algunas melodías se vean empañadas por rimas inexistentes o métricas no del todo logradas.
Los chicos de La novicia... son otro vehículo que conduce directo a la emoción. No son niños fingidos y se mueven muy cómodos tanto en la comedia como en lo musical. Rotan en cada función, pero cabe destacar a Tomás Wicz, Sofía Goldenhörn y la pequeñísima Emma Longhi.
El resto del elenco tampoco tiene fisuras. Diego Ramos es un correcto capitán Von Trapp, al que tal vez le falte un poco más sensibilidad sobre el final. Patricia González sorprende con su potente voz lírica en una de las canciones más bellas; Mirta Wons y Mariano Muso son dos simpáticos sirvientes; Julieta Nair Calvo sabe encarnar la confusión y la dulzura de su adolescente Liesl, y Fernando Dente trabaja la rudeza de su joven cartero. La dupla que conforman Rodolfo Valss y Coni Marino es tan simpática como efectiva, y el conjunto de monjas despierta aplausos (destaca una deliciosa Georgina Frère).
Cabe destacar, a su vez, el vestuario de Candice Donnelly y la excelente dirección de coros (que no figura en el programa).
La novicia rebelde tiene el poder de los clásicos. Imposible no emocionarse o retroceder un poco a la niñez.