La música nocturna de Daniel Veronese
El director estrenará la obra La noche canta sus canciones, de Jon Fosse, en su flamante sala, Fuga Cabrera
A las cinco de la tarde del miércoles pasado, el cielo se puso negro, negrísimo. Mientras algunos están absortos mirando ese cielo amenazador, otros se acomodan frente a la pantalla para ver el partido del chico de Fuerte Apache en la tierra de Lenin. Pero, claro, siempre hay una fuga, algún vericueto por donde saltar a otra realidad.
Uno de ellos se produce en la nueva sala de Daniel Veronese llamada Fuga Cabrera, en pleno corazón de Palermo Viejo (nada de Soho, por favor). Allí, los actores de La noche canta sus canciones , del noruego Jon Fosse, están por hacer, para amigos, una pasada de esta obra que se estrenará el sábado. Antes de comenzar, Daniel dice: "Si a alguien le molestan los gatos, me avisa". Pero no: nadie protesta y durante la pasada los dos gatos se mueven como Pancho por su casa. En realidad, están en su casa porque el lugar también es el hogar de Daniel y María Figueras, que acaban de ser padres y están a mil. En escena también hay un cochecito de bebe.
Antes de la pasada, Eugenia Guerty, Pablo Messiez, Claudio Tolcachir, Luis Gasloli y Elvira Onetto se abrazan. Luego, comienza la acción. Pablo espera que haya silencio y empieza. Enseguida ingresa Eugenia y se inicia un sobrecogedor tratado sobre los vínculos humanos (tema que tanto fascina a Veronese). A simple vista, podrían ser una pareja perfecta, pero no. "Pero estamos bien vos y yo, juntos. De verdad, ¿no es cierto?", pregunta él. "Pero estamos bien vos y yo, juntos. De verdad, ¿no es cierto?", vuelve al ataque. "Sí, sí. No es eso", dice ella. Pero no, no hay forma de creerles. Por más que insistan, por más que aparenten, por más que la peleen, por más que lo deseen.
La llegada de los padres de él torna más densa la cosa. La llegada de un tercero hace que la situación explote. "Estamos bien vos y yo, juntos. De verdad, ¿no es cierto?", se siguen preguntando. Pero, no. Ya no. La trama continúa enrareciéndose hasta que se produce una fuga, una huida desesperada. "Es tan triste. Todo es tan triste", se les oye decir.
Si bien Fosse es un dramaturgo desconocido en estas tierras, en Noruega es el autor local más representado después de Ibsen. Premiado y aclamado en toda Europa, sus obras pueblan la cartelera de las grandes ciudades del Norte. Su versión cinematográfica, Nightsongs , tal el título original, se presentó en la reciente edición del Bafici. Según Olaf Möller, editor europeo de la publicación Film Comment , la obra confronta a la realidad de una "mujer arrasada por la sed insaciable de una realidad imposible frente a un hombre equivocándose en su desesperación por estar desempleado". Möller interpreta que ése es uno de los tantos signos de la inutilidad de la existencia de la que habla la obra.
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Ahora, el que habla es Veronese.
-¿Cómo diste con el material y qué te interesó de esta obra?
-En realidad, María Figueras y Julieta Navarro se pusieron en contacto con Jon Fosse para pedirle material para ellas. El les respondió enseguida y fue muy generoso, ya que les mandó varias obras en inglés. Ahí pude acercarme a este material. Me interesó la situación que planteaba, la forma en que se iban dando las cosas, su síntesis. Hasta me pareció que era algo que yo podía manejar bien.
-¿Se te ocurre vincularla con la producción de algún otro dramaturgo?
-En realidad, al leerlo le encontré ecos que lo acercan a Beckett, quizás a Pinter, a Strindberg. Estas comparaciones son siempre odiosas ya que, tranquilamente, el teatro de Fosse ya está instalado en el mundo teatral como una dramaturgia sólida que no le debe nada a nadie.
-Si tuvieras que ponerle una canción a La noche canta sus canciones , ¿cuál sería?
-La estoy buscando y aún no la he encontrado. Cuando la encuentre, la gente la escuchará al entrar en la sala y al salir, no dentro de la obra porque ella debe transcurrir en silencio, aun cuando pida sonidos concretos.
-El texto original no tiene el humor que sí está presente en tu puesta. ¿A qué vino la necesidad de indagar por ese lado?
-Creo que mis puestas siempre terminan subrayando el humor de las obras. Es una reacción que me da seguridad, y si al espectáculo le cabe, por ahí me mando. La elección de los actores está también cargada de esta meta inconsciente. La comicidad está tan cercana a lo que nos duele...
-Desde otra perspectiva, con este trabajo abrís tu propia sala, que está a pocas cuadras de la de Cristina Banegas, la primera que hace más de 15 años abrió lo que era su casa, para transformarla en un taller teatro. ¿Esta apertura tiene que ver con qué cosas?
-Por un lado, no hay demasiadas salas, pero, de todas formas, ése no fue mi motivo para abrir una. Yo trabajé y trabajo bastante en varias de ellas: desde la mítica Babilonia hasta El Callejón, pasando por El Camarín de las Musas, por citar aquellas en las que más temporadas trabajé. Y voy a seguir trabajando en las que pueda; no creo que concentre todo mi trabajo en mi sala. Sí, en Fuga Cabrera sólo pondré obras mías porque es una forma de controlar quién trabaja en mi espacio. Es algo que, por lo menos en una primera etapa, quiero preservar.
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El ensayo termina. Viene un aplauso y los actores saludan sin todavía haber previsto el movimiento del saludo. Y vuelven los abrazos entre ellos como si retornaran de un viaje. (A su manera, lo es.) Hay una torta por ahí porque Elvira Onetto festeja su cumpleaños. Camino a casa, la canción de Fosse se cuela tan profundamente que los goles del Manchester y la amenaza de una lluvia quedan en segundo plano, como una canción lejana que tampoco sabría cuál es.
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