La mujer fantasma: cuatro profesoras en un liceo de señoritas se preguntan sobre el sentido de la vida
La consolidada compañía catalana T de Teatre lleva adelante esta obra de Mariano Tenconi Blanco que es parte de la programación internacional del Teatro San Martín para este año
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Autor y director: Mariano Tenconi Blanco. Intérpretes: Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla, Àgata Roca. Músicos en escena: Ian Shifres (piano), Lucía Gómez (violonchelo). Vestuario: Alejandro Andújar. Escenografía: Rodrigo González. Iluminación: Matías Sendón. Sonido: Damien Bazin. Sala: Teatro San Martín, Corrientes 1530. Funciones: martes a viernes y domingos, a las 20.30; sábados a las 17.30 y 20.30. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
La compañía catalana T de Teatre posee una muy destacada trayectoria. Creada en 1991, al cabo de los años ha estrenado 12 espectáculos. Se presentaron en Buenos Aires en dos oportunidades, en 1998 y en 2018. Han trabajado con muy reconocidos autores y directores españoles y también con creadores argentinos, como Javier Daulte (Como es posible que te quiera tanto) y Ciro Zorzoli (Premios y castigos).
En esta nueva visita a la Argentina llegan con una pieza creada y dirigida por Mariano Tenconi Blanco. La mujer fantasma es un material concebido para estas cuatro actrices. Un breve prólogo deja flotando preguntas sobre el sentido de la vida y el teatro. Llegarán luego una serie de monólogos, ambientados en la década del 70, que irán dando cuenta de la historia de cuatro profesoras de un liceo de señoritas.
Delia (Marta Pérez) ha sido abandonada por su marido y a ella le cuesta reconocerse en soledad, mientras trata de investigar quien es esa argentina que ha conquistado al hombre de su vida. Lena (Mamen Duch) narra las alternativas de la enfermedad y muerte de su madre mientras va enamorándose del médico que la atendía. Iris (Ágata Roca) se relaciona con una profesora de gimnasia a quien decide abandonar luego de vivir un romance apasionado.
A estas tres historias que quedan ancladas en situaciones de pérdida y duelo, se suma la de Nadia (Carmen Pla). Esta docente ha sufrido un brote el año anterior (no se dan detalles sobre tal episodio) y la directora del establecimiento en el que trabaja le ha quitado la posibilidad de estar al frente de un curso y le propone dirigir una obra de teatro.
Aquí el espectáculo parecería cambiar de rumbo. La experiencia de conducir a un grupo de alumnas en Macbeth de William Shakespeare y en una sala en la que aparecen fantasmas, le dan al autor la posibilidad de proponerle al espectador una serie de intensas reflexiones sobre el hacer teatro, el valor de la actuación, el acto de dar vida a diferentes personajes y todo esto en el marco de una comedia desenfadada en la que además ronda el espíritu de Margarita Xirgu (el dato se cita como al pasar). Y ese espíritu o el de tantos otros se convierte en un potente motor que arrastra la acción hasta el final y devela la verdadera intención de esta producción.
Si bien esta descripción resulta demasiado sintética a la hora de describir los muchos acontecimientos y padecimientos que deberán enfrentar estos personajes, Mariano Tenconi Blanco construye una dramaturgia exquisita que, no solo muestra a esas cuatro criaturas en un estado de vitalidad tal, que el espectador no podrá escapar a cada momento que es narrado. En su procedimiento, el autor, como lo hizo en su obra La vida extraordinaria, cruza textos estrictamente teatrales con cartas y también poemas. Materiales que se van ligando de manera perfecta y que posibilitan engrandecer, no solo a los personajes sino que, también ayudan a definir un estilo de actuación por demás atractivo.
Las cuatro intérpretes poseen unas cualidades sumamente destacables. Dan vida a esos personajes con una intencionalidad tan elaborada que no se puede más que quedar atrapado en cada uno de esos mundos personales, plagados de contradicciones. Esas mujeres que recrean son patética por momentos y en otros, sumamente entrañables.
Sin duda la compañía T de Teatro ha logrado, con el correr de los años, un crecimiento notable. Aquellas jóvenes desaforadas que aparecieron sorprendiendo en la década del 90 hoy siguen siendo desaforadas pero han encontrado un registro poético en su trabajo que las expone de manera muy segura a la hora de plantarse en escena y jugar, en este caso, guiadas por Tenconi Blanco. El director, tan afecto a bucear en el mundo femenino (la ya citada La vida extraordinaria o Las cautivas) y descubrir allí cuestiones emocionales impensadas, junto a estas actrices logra engrandecer su labor. Aquí demuestra muy bien que es capaz de introducirse en el proceso creativo de una compañía muy consolidada y conducirla por un camino en el que las energías de una parte y de la otra se mixturan y producen un acontecimiento teatral que los espectadores disfrutan con ganas. Sobre todo porque se despliegan en escena unas herramientas creativas muy genuinas.
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