La Malinche: el relato de una atormentada historia, que se aleja de tomar partido
La pieza de Cristina Escofet narra la dolorosa vida de la joven nahua, desde su niñez hasta que da vida a su primer hijo, concebido con el conquistador Hernán Cortés
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Autora: Cristina Escofet. Dirección: Andrés Bazzalo. Intérpretes: Maia Mónaco, Ana Yovino, Máximiliano Más (músico en escena). Vestuario: Adriana Dicaprio. Escenografía: Alejandro Mateo. Iluminación: Soledad Ianni. Música: Gerardo Morel. Realización audiovisual: Lucio Bazzalo. Sala: Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Funciones: jueves a domingos, a las 19.30. Duración: 75 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
“Mientras todo el mundo insista en su patriarcalismo caníbal, insistiré desde el feminismo y desde todo lugar desde donde instalar nuevos paradigmas de contemporaneidad y no de dominación”, declara Cristina Escofet en el Diccionario de autores teatrales argentinos (1950-2000) de Perla Zayas de Lima.
Esta dramaturga que comenzó a mediados de los 80 a presentar su producción en los escenarios de Buenos Aires (es inolvidable aquella puesta de Señoritas en concierto en la sala Fundart, en 1985) y que ha logado mantenerse sumamente activa y provocadora, tiene una serie de obras en las que se detiene en personaje históricos como Camila O’Gorman (Ay Camila), Frida Kahlo (Fridas), Eva Perón (Bastarda sin nombre), Encarnación Ezcurra (Yo, Encarnación Ezcurra) y ahora redescubre la historia personal de la mexicana Malinalli, “La malinche”.
La pieza narra la dolorosa vida de la joven nahua desde su niñez hasta que da vida a su primer hijo, concebido con el conquistador Hernán Cortés, a quien Malinalli fue regalada por su madre en un trueque impensado. Eran tiempos en que los conquistadores españoles se apropiaban del oro pero también destruían a los pueblos originarios.
Malinalli es analizada por algunos investigadores como una traidora, ya que era la traductora de Cortes a la hora de negociar con los indígenas y además estaba a su total servicio. Otros la exponen como la madre del mestizaje en el continente. Escofet no toma partido por una u otra corriente de análisis. Simplemente describe su atormentada historia. Es el cuerpo de esta mujer el que se expresa continuamente y relata los acontecimientos por los que va atravesando, sin dejar de potenciar el sufrimiento y el dolor de una conducta que se fue forjando a pura pelea entre sus tradiciones y las de los españoles.
Dos personajes cuentan la historia: la huesera y Malinalli. La primera es una especie de pitonisa que leerá en los granos del maíz los acontecimientos por venir, será también la abuela de la joven, de mente abierta y extremadamente contendora, y hasta le prestará su voz a otros personajes. La segunda, de espíritu jovial y enternecedora pasará a transformarse en esa indígena domesticada que dará pelea a la hora de sobrevivir, aun frente a los padecimientos que irán dejando huellas en su inconsciente.
Si bien el texto de Escofet posee una estructura algo rígida, que lo aproxima más a la narrativa que al teatro, el director Andrés Bazzalo vuelve a demostrar su enorme capacidad como dramaturgo. Propone una experiencia de teatro ritual en la que combina diferentes lenguajes. A la interpretación suma imágenes, música, canciones y transforma notablemente el espacio de la sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes.
Maia Mónaco (La huesera) y Ana Yovino (Malinalli) son dos intérpretes muy opuestas y no pueden haber estado mejor elegidas. La primera expone en plenitud su capacidad como exquisita performer. Sus movimientos, su manera de adueñarse de las palabras, su magnifica voz a la hora de asumir el canto resultan fascinantes para quien observa. Yovino le aporta a su personaje la fuerza necesaria para hacerlo trascender de forma notable. Comienza siendo una niñita insolente y juguetona y a medida que avanza la acción se va transformando notoriamente y logra potenciar, desde su cuerpo y su voz, el derrotero de esa mujer sufriente que provocará cierta conmoción en el espectador.
Resultan muy destacables los trabajos de Alejandro Mateo (escenografía), Adriana Dicaprio (vestuario), Soledad Ianni (iluminación), Lucio Bazzalo (diseño audiovisual) y la intensidad que expresa la música creada por Gerardo Morel, que interpreta en escena Maximiliano Más.
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