La India grandilocuente de Flavio Mendoza
Mahatma. Alma grande / Idea y dirección general: Flavio Mendoza / Intérpretes: Flavio Mendoza, Facundo Mazzei, Anita Martínez, Barby Franco, Ignacio Friguglietti, Pietro Vicentini, Adrián Arellano, Eliana Yanuzi, Ana Paula Rodríguez y Franco Friguglietti (los 30 artistas en escena restantes no figuran en el programa de mano) / Coreografía: Facundo Mazzei / Dirección musical: Federico Vilas / Iluminación: Ariel Del Mastro / Sonido: Eugenio Mellano Lanfranco / Vestuario: Beto Romano / Video escénico: Maxi Vecco / Arte: Estudio Machado Cicala Morrasault y Paula Dalia / Sala: teatro Broadway / Funciones: de martes a domingos / Duración: 100 minutos / Nuestra opinión: bueno
Es toda una experiencia meterse en el mundo que propone Flavio Mendoza en su Mahatma. Es como entrar a un simulador o subir a una montaña rusa que te hace pasear a cien kilómetros por hora por la India. Es tanto todo lo que hay, todo lo que produce esa maquinaria tecnológica de luces, enormes pantallas de video, arte digital, animación, música y colorido vestuario -donde mandan las transparencias, los brillos y tocados- que es difícil decidir hacia dónde mirar. Seguro que si se elige algo, hay algo que se está perdiendo. Los artistas entran en escena desde cualquier lateral y de las más variadas maneras, por lo que no se puede estar prevenido. Frente a tanto, mejor relajar, respirar hondo y tratar de encontrar -aunque no es fácil- un hilo conductor.
Este Mahatma es lo caótico que uno podría imaginar el tránsito en hora pico en cualquier calle de Calcuta, donde no es raro encontrar atascos de autos, motos, bicis, vacas, carros y peatones. Sobre todo porque la estructura del espectáculo va variando hasta desconcertar al espectador. Sin embargo está realizada con una factura técnica sorprendente, que en más de una oportunidad deja al público con la boca abierta.
El efecto sorpresa se da por esa mezcla exótica en la que es muy difícil encontrar relaciones. De esos espacios mágicos en torno del imaginario sonoro, visual y espiritual de la India se salta a un número de malambo con zapateo y boleadoras; de cuadros circenses en los que la acrobacia se mezcla con el humor bien balanceado, se pasa a un sketch en un parque de diversiones con pobres actuaciones y cero vuelo; de la música de la India (muchas veces con algo parecido al rock) a un largo homenaje a Michael Jackson (¿un alma grande de la que habla el título del espectáculo?), y luego a una edulcorada versión, en castellano y en inglés, de "What a Wonderful World", de Louis Armstrong. En el medio, Anita Martínez protagoniza un monólogo y Barby Franco intenta no ser sólo la linda del show. Pero hay más: un grupo de cantantes se luce alternadamente, lo mismo que dos payasos multitalentosos, Ignacio Friguglietti y Pietro Vicentini, que son lo mejor que tiene la obra. Además, un nutridísimo reparto de bailarines y acróbatas le dan cuerpo a la propuesta con mucha jerarquía. Facundo Mazzei, coreógrafo del espectáculo, lleva a buen puerto gran parte de esteMahatma monumental.
Y Flavio Mendoza, por supuesto, que siempre está. En persona, encabezando la mayor parte de los números o en las pantallas gigantes que todo lo dominan. Sin duda es de esos artistas que llevan adelante con mucho trabajo (eso se nota) lo que quieren, porque vuelve a hacer un espectáculo tecnológicamente impecable, aunque no puede dejar ni un segundo el protagonismo. Hay una sobreabundancia del yo que llega a abrumar. Rituales con aguas doradas, con polvos de colores, bautismos exóticos que lo elevan a otro plano, lejos de los demás. Una mezcla de egocentrismo y megalomanía un poco exacerbada.
Como suele ocurrir con algunas figuras que vienen de la tevé, muchos de los espectadores que colman la sala disfrutan aun de esos excesos y hasta se sacan fotos con el fondo de los afiches en la entrada, compran merchandising o esperan por Mendoza a la salida. Impecable en su realización, pero con algunos desniveles, eclecticismo puro, Mahatma seguramente encontrará en ellos a su público más agradecido.
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