La historia de un intento despiadadamente absurdo
Claudio Tolcachir no defrauda con su nueva creación
Tercer cuerpo (la historia de un intento absurdo), de Claudio Tolcachir. Con Ana Garibaldi, Daniela Pal, José María Marcos, Hernán Grinstein y Magdalena Grondona. Escenografía: Gonzalo Córdoba. Diseño espacial: Omar Possemato. Producción ejecutiva: Maxime Seugé y Jonathan Zak. Dirección: Claudio Tolcachir. En Timbre 4, Boedo 640 (4932-4395). Duración: 90 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
El actor, director y autor teatral Claudio Tolcachir nunca trabajó en una oficina pero, a juzgar por su nueva obra llamada Tercer cuerpo (la historia de un intento absurdo), parecería tener años de llamar por teléfono para pedir comida, protestar por la falta de toner en la impresora y maldecir por la calidad del café. Otra rareza: si bien escribió la obra en medio de giras por lugares exóticos del mundo, el espectáculo es sumamente porteño aunque, pensándolo un poco más, a un europeo del Este quizá lo lleve a reflexionar sobre la pérdida del Estado sobreprotector.
Con especial talento Tolcachir, el mismo de La omisión de la familia Coleman , instala su mundo en apenas 12 metros cuadrados. Como hizo Roberto Villanueva en Almuerzo en casa de Ludwig W , usa una esquina de su sala en donde tres oficinistas no les queda otra que saludarse, compartir el café, protestar por una silla que no anda, pedirse permiso y cumplir con cierta rutina laboral. En realidad -quizá más allá de ellos mismos- no les queda otra cosa que compartir sus vidas, cuidarse o tratar de entenderse. Claro que hay algo que los unifica: tanto Sandra como Héctor y Moni están solos y esa soledad, en la paleta de Tolcachir, alcanza una hondura que los vuelve en seres tan vulnerables, tan próximos y tan nuestros que instala la ternura en medio de ese desierto emocional.
La oscuridad de la razón
Así pintado podría ser una película costumbrista con Federico Luppi, pero a no confundir. Fiel al código que tan buenos resultados obtuvo en Coleman y Lisístrata , Tolcachir despliega un humor negro despiadado que avanza a paso firme y parejo a lo largo de toda la obra. En medio de ese vértigo, los personajes se dicen lo que piensan superando siempre el umbral de lo socialmente correcto, de la autocensura, de los buenos modales. Y como no tienen filtro puede suceder que cualquier espectador termine riéndose de las peores barbaridades.
En Tercer cuerpo también están Sofía y Manuel. Ellos habitan un afuera cuestionable en términos dramáticos pero hábilmente encastrado. Sofía y Manuel se aman o dicen amarse, pero tampoco parecen saber de qué se trata el amor aunque se amen. Sufren, eso sí. Y son jóvenes, eso también. Aparentemente, no tienen nada que ver con Sandra, Héctor y Moni, pero están ahí, entrelazados. Es más, en una escena, el trío y el dueto arman un trabajo coral de una precisión musical admirable.
Varios aspectos hacen que este trabajo respire con tanta intensidad. El espacio en sí mismo es el primero. La apropiación de ese espacio, el segundo. Después, quizás, el orden no sea tan claro. Eso sí: Ana Garibaldi, Hernán Grinstein, Magdalena Grondona, José María Marcos y Daniela Pal encontraron los tiempos, las inflexiones, las intensidades de cada unos de estos seres olvidados en medio de una ciudad de pasos perdidos. Sería injusto no destacar del quinteto a Ana Garibaldi, quien despliega una fuerza arrasadora.
En ellos, el texto calza a la perfección teniendo como aliado a la escenografía de Gonzalo Córdoba y la iluminación de Omar Possemato. Cada uno de ellos alumbra a esta historia hasta que la luz de tubo de la oficina comienza a titilar y, lentamente, se quedan mirándola como si allí anidara las respuestas de esta historia de un intento absurdo.
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