La grieta política, representada por Eva Perón y Victoria Ocampo en una obra
A 30 años del estreno de Eva y Victoria, María Valenzuela y Sabrina Carballo afrontan este duelo actoral en la nueva puesta de Manuel González Gil
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Eva Perón y Victoria Ocampo no fueron amigas ni mucho menos compartieron la misma ideología política, pero sí fueron coetáneas y trabajaron, cada una a su manera, por los derechos de la mujer. La obra Eva y Victoria plantea un encuentro imaginario entre ambas, en 1947, en el que la ex actriz, ya ungida primera dama, visita en su casa a la famosa escritora e intelectual para pedirle su apoyo en pos de conseguir en el Congreso el tratamiento del proyecto de ley que permita el voto femenino.
El texto de Mónica Ottino fue leído en público por primera vez el 2 de diciembre de 1991 por China Zorrilla y Marilina Ross (que así volvía a la actuación después de muchos años dedicada exclusivamente a la música), bajo la dirección de Oscar Barney Finn, en dos funciones a beneficio del Teatro de la Campana en la Fundación Banco Patricios, dentro del ciclo Grandes textos en la voz de grandes intérpretes. Fue tal la recepción de la pieza que a los pocos meses se estrenó en el Teatro de la Comedia, ya como un espectáculo integral (con escenografía y vestuario), con China Zorrilla en la piel de Victoria Ocampo y Luisina Brando como Eva Perón. A partir de ahí la obra siguió un camino imparable, tuvo otros directores y otras intérpretes. A Victoria la encarnaron sucesivamente Leonor Benedetto, Norma Pons y Graciela Dufau; y a Eva, Soledad Silveyra, Julieta Cardinali, Mónica Ayos, Emilia Mazer y Andrea Del Boca.
Ahora, a 30 años de aquella lectura pública, y luego de una corta gira por el Gran Buenos Aires (que fue interrumpida en marzo por la pandemia), la obra volverá a subir a un escenario, esta vez en el complejo Multiescena (Corrientes 1764) con un nuevo binomio de actrices –María Valenzuela y Sabrina Carballo–, más la participación de Belén Romano en el doble papel de las mucamas de Eva Perón y Victoria Ocampo, y puesta renovada de Manuel González Gil. Las funciones serán, desde esta noche, los viernes, a las 20; los sábados, a las 20 y a las 22; y los domingos, a las 20.
–Ustedes ya habían trabajado juntas en televisión, en 1996, en la telecomedia Como pan caliente. ¿Cómo fue el reencuentro después de tantos años?
María Valenzuela: –En realidad nosotras nos seguimos viendo siempre, pero en la vida, porque ella es muy amiga de mi hija Malena, así que es como una hijita más.
Sabrina Carballo: –Cuando trabajé con María era muy chica, por eso la siento como de la familia, de hecho pasé un verano con ella y Malena en Mar del Plata. A la gente que conocí trabajando siendo prácticamente una niña la vivencio de esa manera. El otro día me pasó de cruzarme en la calle a Mauricio Dayub, al que adoro y considero como un tío postizo, y lo abracé hasta más no poder. Y ahí vi que su mujer me miraba raro, hasta que mi pareja me devolvió a la realidad: “Sabri, vos ya no tenés 14 años…”. A veces me olvido que crecí y que soy una mujer (risas).
MV: –Es que lo afectivo no tiene edad. Y volviendo a la pregunta… tenemos química, nos miramos y nos salvamos una a la otra cuando se nos aparece algún blanco en una escena. Además los personajes nos gustan mucho, entonces eso potencializa la nuestra relación, arriba y abajo del escenario.
SC: –Al principio me costaron los ensayos con María. Es que Evita tiene tanta personalidad… Tenía que decirle textos a María desde un lado diferente al mío. Aún hoy a veces me causa gracia dirigirme a ella como hablaba Evita, con un modo tan imperativo.
–¿Qué es lo que más les interesó de la pieza?
MV: –Creo que esta obra ya es un ícono, se ha hecho varias veces y la han protagonizado muchas actrices. Habla de nuestra cultura y nuestra historia, de lo que pasaba políticamente en 1947, donde ya estaba la grieta, entre los peronistas y los oligarcas. Y estas dos mujeres tan diferentes, con ideologías de polos tan alejados, pero que tienen una cosa en común, una sola: quieren el voto femenino. Es un encuentro imaginario, algo que nunca existió, fruto de la imaginación de Mónica Ottino. ¿Qué hubiera pasado si se hubieran encontrado Eva Perón y Victoria Ocampo?, se pregunta ella.
–¿La respuesta sería que, tal vez, el voto femenino se hubiera conseguido antes?
MV: –Mmm… Victoria Ocampo era híper feminista, ya venía con el tema, pero en la obra no se alía a ella; quiere el voto femenino, pero no si proviene del peronismo.
SC: –Aunque comparten el objetivo no se unen detrás de él porque tienen personalidades muy fuertes. Ni siquiera en las últimas escenas se unen, tienen un rencor y un resentimiento permanente; aunque en algún momento aparece la parte más humana de ellas, por el tema de la salud de Evita, pero enseguida cada una se mantiene en su tesitura. En lo que se ven identificadas es en que ninguna pudo tener hijos.
–¿Habían visto puestas anteriores? ¿Cuál o cuáles?
MV: –No vi ninguna. Ni a China, algo que lamento profundamente porque la amaba. Siempre dije que era la madre de todas y a ella le encantó escucharlo. No sé si es bueno o malo esto de no tener ninguna referencia previa, yo fui concibiendo a mi Victoria de la mano del director.
SC: –Yo sí vi una versión, la que protagonizaron Emilia Mazer y Normita Pons, que no tenía nada que ver con la nuestra. Además todas tenemos personalidades muy diferentes. En esta puesta no hay sólo dos sillas y una mesa, aquí aparece la casa de Victoria, dos dressoires (el de Victoria y el de Eva), y luego la casa de Eva. Las pelucas y el vestuario fueron hechas en el Teatro San Martín. La producción no escatimó en gastos. ¡Es casi una superproducción!
–A diferencia de las anteriores actrices que encarnaron a Eva en la obra, por tu juventud, sos la que más se acerca a la edad real del personaje.
SC: –Sí, es la primera vez que se da esto. De todo lo que he hecho hasta ahora interpretar a Eva es, sin dudas, el mayor desafío de mi carrera, porque se trata de un personaje histórico, real, que existió, al que la gente ama u odia. Además es un ícono, un personaje muy importante en la historia de la Argentina. En un comienzo no sabía cómo abordarla: “¿qué hago, la tengo que imitar?”, me preguntaba. Las imitaciones, si no son perfectas, son peligrosas. Por suerte me ayuda la edad, es cierto, porque se acerca a la que tenía ella cuando murió. Otro tema es que mucha gente conoce a Evita por sus discursos, pero no a la Evita más cotidiana, la del día a día, que era diferente. Y justamente yo tengo que interpretar en la obra a la que no da discursos y el público tiene que reconocerme igual.
–¿Cómo juzgan la manera en que la historia ha tratado a Eva y a Victoria?
SC: –En su momento Eva fue muy bastardeada, era una época en la que la mujer, en general, era bastardeada. Y te guste o no, sin importar de que lado estés de la grieta, no se puede negar que fue una mujer que hizo un montón siendo muy joven y para el poco tiempo que estuvo en el poder. Tuvo mucho ovario para enfrentarse a quienes se enfrentó, incluso a los militares. Recordemos que aquella fue una época muy machista. Por eso yo no discuto eso de que fue una gran mujer. Después, la gran historia dirá en qué lugar realmente la ubica.
MV: –Victoria fue muy guerrera, muy tozuda, y estuvo presa un tiempo por tener armas guardadas en su casa de Mar del Plata; o sea que era, literalmente, una mina de armas tomar. Era brava, una mujer que se imponía, que su palabra valía, que llevaba adelante su ideología, que no tenía pelos en la lengua, por eso hubo una pintada en su casa de San Isidro diciendo: “fuera los oligarcas”. O sea que ya estaba señalada, se sabía bien quién era. Para el Gobierno era “una contra”. De hecho, en la obra, le dice a Evita: “cuando su marido quiso imponer por decreto el voto femenino yo me opuse desde la Asamblea de mujeres”. Finalmente el decreto no salió, pero no por ella. A eso llegaba la oposición de Victoria al peronismo, hasta a impedir que obtuvieran lo que ella tanto había anhelado.
–¿Con qué imagen de Eva y Victoria ingresaron a los ensayos y cuál tienen hoy de ellas? ¿Es la misma o cambió?
SC: –No voy a hablar de mi opinión política, pero sabía que fue una gran mujer. Pensaba que tenía que hacer de Evita, bueno, “vamos a ver cómo lo hacemos”.
–¿Tenías ciertos miramientos frente al personaje?
SC: –Sí, muchos. Pero después la empecé a amar. Dije: “¡Guau, qué mina!”
MV: –Sabrina empezó encarnando a Evita de una forma light con respecto a cómo era realmente. Porque Evita era una mujer de uñas afiladas, completamente aguerrida. En cuanto a mí, Victoria me encantaba de antes, me gustaba por los ovarios que tenía para todo. En eso me identifico mucho con ella.
–¿Y con su línea política?
MV: –No. Yo vengo de padre socialista y madre peronista. Soy apolítica, pero si tengo que decir algo, soy peronista.
–¿Y en tu caso, Sabrina?
SC: –Yo también soy apolítica, pero entendí que el peronismo es una cosa y que lo que estamos viviendo ahora es otra. Para mí el peronismo no es el kirchnerismo. Hoy rebanco al peronismo, pero no esto. En realidad yo quiero lo mejor para mi país: si lo mejor para la Argentina es el kirchnerismo, yo lo aguantaría; y si fuera el macrismo, o lo que sea, también lo haría. Lo importante es que gobiernen con honestidad. Lo que aprendí estudiando un poco el peronismo para hacer esta obra es aquello de ayudar a la gente más necesitada, ese idealismo de que los que menos tienen puedan alcanzar un lugar. Pero el discurso que escucho hoy no coincide con lo que hacen.
MV: –Hay un montón de cosas que está haciendo el kirchnerismo, ¿eh?
SC: –Sí, bueno, igual no quiero entrar en eso porque…
MV: –Ok, no hablemos, pero hay un montón de cosas que están haciendo.
–¿A la hora del trabajo pesan las diferencias ideológicas que pueden existir entre ustedes?
SC: –No, para nada, porque en realidad somos apolíticas. No hablamos de política. Y si lo hacemos es en chiste. Y está bueno que sea así, porque en los últimos tiempos se han roto muchas amistades y relaciones por el tema de la política, lo cual es una locura, es algo de no creer.
–¿Qué es lo que más rescatan o valoran y qué es lo que más detestan o critican de Eva y Victoria?
MV: –Victoria lleva su ideología en la médula y se enfrenta a Evita sin pelos en la lengua. Según como la muestra Mónica Ottino, le dice cosas muy duras, pero siempre desde su verdad. Eso es lo que rescato de ella, cómo sostiene su verdad. ¿Y cómo escritora? Intelectualmente era fantástica. Lo que no me gusta de Victoria quizá sea esa cosa de no ceder ante nada, ni un mínimo; no se permite un pequeño acercamiento con su contrincante, como si siempre tuviera que ganar, como si ese fuera su mayor y único deseo.
SC: –Lo mejor de Eva es que iba por lo que quería, sin amedrentarse porque era una mujer. Se enfrentaba a los hombres de igual a igual. Lo que menos me gusta de ella me lo reservo. Obviamente detesto todo lo que hicieron luego con su cuerpo y que no la hayan dejado descansar en paz aún después de muerta. ¡Recordemos que hasta violaron su cadáver! Me sorprende que haya sido y sea una persona tan amada como odiada. Podría llegar a entender algunas de las acciones de Evita por el odio que le tenían. En fin, más allá de algunos reparos, fue una gran mujer, que sin apellido la peleó de abajo.
MV: –Eva y Victoria fueron mujeres transgresoras, con todo lo que eso significa. Pero lamentablemente no entendieron que la unión hace a la fuerza, y que juntas podrían haber hecho mucho más.
–En esta ocasión hubo una clara intención de acercar el espectáculo a los sectores más populares, primero con una gira por el interior de la provincia de Buenos Aires y ahora mediante convenios con los sindicatos. ¿Es así?
SC: –Sí, esa es la idea. Porque esta obra siempre fue como para una elite, para la gente de la avenida Santa Fe y aledaños. Nuestro productor quiso que esta vez la vea el peronismo, los laburantes, y por eso bajó lo que más pudo el precio de las entradas; y, asimismo, realizó un convenio con distintos gremios para que vengan todos sus afiliados.
MV: –Quiere que esta vez todo el mundo vea Eva y Victoria, seas peronista o antiperonista. No tiene que ver la ideología. Tenés que ver a estas dos mujeres que hicieron historia.
–¿Cómo fue la respuesta del público en el conurbano?
MV: –Muy respetuosa. La gente escuchaba el texto como si estuviera en misa, no se perdían detalle, no volaba una mosca. Nadie tosía ni sonaban los celulares. Todos estaban muy atentos a lo que estaban viendo. Y el aplauso final era mortal. Fue un placer hacer Eva y Victoria en gira por el Gran Buenos Aires. Y aún recuerdo cuando una mujer mayor, que estaba sentada en la primera fila, en un teatro de Quilmes, empezó a llorar con una congoja tremenda. Yo supongo que la obra le habrá tocado una fibra muy íntima, eso le habrá recordado aquella época, que seguramente vivió, y entonces se desbordó. Lejos de molestarnos, le sumó a la función una carga emotiva especial. Ojalá que algo así se vuelva a repetir ahora, en nuestra llegada a la avenida Corrientes.
–Eva y Victoria está a punto de cumplir 30 años desde su estreno. ¿A qué atribuyen la perennidad de la obra y el interés que sigue despertando entre el público?
MV: –A que se centra en dos mujeres muy potentes; y aunque la gente sabe que se trata de un encuentro imaginario, quiere escucharlas, ver qué se dicen la una a la otra.
SC: –A que lamentablemente en la Argentina todo es cíclico y por eso sigue habiendo “grietas”. Me gustaría que la gente fuera a ver la obra como si se tratara de algo del pasado, que no volverá a suceder. Pero Eva y Victoria es un reflejo de lo que aún hoy nos pasa, de algo actual. Habrán transcurrido 80 años de ese encuentro imaginario, pero la antinomia sigue vigente, sólo que se reedita con otros personajes. Para los jóvenes es una clase de historia con final abierto. Eva y Victoria no es maniquea, te deja pensando y al final cada espectador elije con quien quedarse.
–¿Por qué un peronista y un antiperonista deberían ver la obra?
MV: –Para que polemicen entre ellos y nos aplaudan a nosotras (risas).
Diálogo entre dos mujeres antagónicas
Eva: –No me insulte. Reflexione. Atribúyase a usted misma o a su clase un vicio, un defecto, y le pagaré con la misma moneda.
Victoria: –No haga trampas.
Eva: –No hago trampas.
Victoria: –Nos creíamos dueños del país.
Eva: –Lo eran.
Victoria: –Hicimos una mala distribución de la riqueza.
Eva: –Me consta.
Victoria: –Fuimos malos educadores.
Eva: –Muy malos.
Victoria: –Las pruebas cantan: ustedes en el poder. Su turno, señora.
Eva: –No hicimos una verdadera revolución. Las pruebas cantan: corremos el riesgo de tener que devolverles el poder. Usted dice que se roba. No es nuevo: siempre ha ocurrido, siempre ocurrirá.
Victoria: –Pero ustedes han marcado rumbos, son imbatibles.
Eva: –Ha tomado el poder gente muy humilde, que jamás había gobernado. ¿Qué esperaban? La suya es una clase ya satisfecha, pueden ser decentes porque sus abuelos ya robaron por ustedes. Además en nuestro país a nadie le importa el origen del dinero, lo importante es tenerlo.
Victoria: –Le parecerá increíble pero hay gente que tiene plata porque sus abuelos se la ganaron trabajando.
Eva: –¿De veras? Sin embargo, ustedes nos dejaron solos, nos siguen dejando solos… Sí, somos arbitrarios porque estamos aislados de los doctores y profesores que usted quiere tanto y que nos desprecian. Si son tan inteligentes que nos ganen las próximas elecciones.
Victoria: –No se preocupe. Los argentinos no sabemos votar. Además la de ustedes parece una dictadura inamovible.
Eva: –¿A esto le llama dictadura? Nadie le pidió que se afiliara a mi partido, o que publicara proclamas a mi favor en su revista; sólo quise compartir con usted un ideal que nos unía: el voto de la mujer. Las mujeres hubiéramos salido ganando.
Fragmento de Evita y Victoria. Comedia patriótica en 3 actos (tal el título original de la obra de Mónica Ottino, publicada en 1990 por Grupo Editor Latinoamericano).
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