La gran ilusión y una pregunta de fondo: ¿es mejor vivir entusiasmado en la fantasía o aceptar la realidad?
Con Marcelo Subiotto como protagonista, la puesta es uno de los espectáculos más significativos de esta temporada en Buenos Aires; Pasqual actualiza este clásico de Eduardo De Filippo e interpela con fuerza al público
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Autor: Eduardo De Filippo. Versión y dirección: Lluís Pasqual. Intérpretes: Marcelo Subiotto, Patricia Echegoyen, Pablo Mariuzzi, Alejandra Radano, Nacho Gadano, Elvira Onetto,Yanina Gruden, Paco Gorriz, Pablo Razuk, Santiago Sirur, Ignacio Sureda. Performer: Ema Peyla o Luz Benavento. Músicos: Santiago Sirur, Shino Ohnaga, Germán Martínez, Ernestina Inveninato. Vestuario: Renata Schussheim. Escenografía: Vanesa Abramovich. Iluminación: Omar San Cristóbal. Música y dirección musical: Julian Vat. Sala: Teatro San Martín, Corrientes 1530. Funciones: miércoles a sábados, 20.30; domingos, 19.30. Duración: 125 minutos. Nuestra opinión: excelente.
La gran ilusión es un proyecto que el director catalán Lluís Pasqual estrenó en Barcelona en 2016. Entonces denominó a la experiencia, A teatro con Eduardo porque el espectáculo combina dos piezas del autor napolitano Eduardo De Filippo, Señor y gentilhombre (1928) y La gran magia (1948). En 2019, montó la pieza en Nápoles con actores italianos y ahora es el turno de mostrarla en Buenos Aires, con intérpretes locales.
Resulta muy atractiva la combinación de ambas obras. Señor y gentilhombre es una pieza que De Filippo concibe durante su juventud y en un momento en el que el creador forma una compañía junto a sus hermanos. La intención estaba puesta en seguir ciertos lineamientos de la commedia dell’ arte y hablar de los problemas cotidianos de la gente.
En La gran magia el dramaturgo está en otra etapa de su trabajo. Después de la guerra se incorpora a la corriente neorrealista. En este período escribe uno de sus textos más destacados, Filomena Marturano (1946).
Pasqual toma solo un fragmento de Señor y gentilhombre, donde vemos a un grupo de actores ensayando una obra teatral en la habitación de un hotel. Como por arte de magia el director nos traslada a la segunda obra. La acción se ubica en otro hotel, en la década del 50, en Mar del Plata.
En ese espacio, un mago farabute, presenta su espectáculo junto a una asistente cansada de la pobre vida que lleva y frente a un público integrado por personalidades de una alta clase social. En uno de sus trucos hace desaparecer a una mujer a la que no hace regresar al presente. El acto está arreglado de antemano. Esa mujer se escapa con su amante y su marido comienza a reclamarle al artista que ponga punto final a la farsa y que le devuelva a su esposa.
Durante cuatro años ambos hombres mantendrán una relación muy fascinante. Tortuosa para el marido, pero ampliamente estimulante para el mago, quien deberá recurrir a discursos inesperados. En ellos irá manipulando la razón de ese esposo que va como alienándose y creyendo que, de ese juego ilusionista en el que ha entrado, no podrá escapar. Llega un momento en que ya no habrá posibilidades de descubrir qué es cierto y qué es mentira. Y frente a esa tensión, el espectador, tal vez, se anime a preguntarse qué es mejor, vivir ilusionado o aceptar la realidad.
Lluís Pasqual escribe en el programa de mano: “¿No quisiéramos todos encontrar un mago que, con sus poderes, nos concediera nuevos ojos para observar la realidad con una sonrisa liberadora de este convulso y absurdo mundo contemporáneo?”.
Ficción y realidad
El creador se introduce en el universo de De Filippo de una manera muy intensa y consigue enaltecer, sobre el escenario, ese conflicto que plantea el autor. No solo por el clima que va pintando en las distintas situaciones, sino porque a cada personaje lo expone en su verdadera dimensión. Ya en el prólogo, (Señor y gentilhombre) el público ingresa en la trama inmediatamente. Allí queda planteado el tema que entre la ficción y la realidad puede no haber un límite exacto que las diferencie.
Esos intérpretes decadentes, que ensayan una obra menor, nos proponen entrar en un mundo en el que, en algún momento, dejamos de percibir si el actor o la actriz son quienes habitan esa triste pieza de hotel o, de tanto resignar sus vidas, se han convertido en personajes que ni siquiera pueden darle trascendencia a lo que hacen.
De ahí en más todo se tornará relativo. Y en La gran magia el tema se ampliará. La representación alcanzará un nivel de expresividad que arrastrará la atención de los espectadores. Todo sucederá a un ritmo casi frenético, en el que no solo se podrá seguir la historia, valorando un campo casi de locura al que nos conduce el mago Otto Marvuglia, sino la sensibilidad con la que Calogero Di Spelta, el esposo, irá transitando su vida hasta llegar a conmovernos con su decisión final.
En el medio, un cuarteto de músicos irá enlazando los actos con temas italianos. Mientras que en las situaciones siguientes Pasqual arma como verdaderos frescos de época. Esos personajes parece que han escapado de un submundo histórico y se plantan en este presente con una entereza que sorprende. El magnífico vestuario de Renata Schussheim les aporta una imagen que los hace más atractivos.
El elenco, en su totalidad, es muy creativo a la hora de aportarle a cada personaje sus verdaderas personalidades. Si bien Marcelo Subiotto y Pablo Mariuzzi conducen la acción y lo hacen de manera muy destacada, el resto va construyendo diferentes personajes a lo largo de la obra y les aportarán a ellos una profundidad que hará que algunos de esos seres se vuelvan entrañables.
Hay escenas que no podrán olvidarse, como en las que intervienen Subiotto y Patricia Echegoyen (Zaira, su asistente), la visita del comisario de policía (desopilante creación de Pablo Razuk) al mago Otto, el ingreso de la familia de Calogero a escena (Elvira Onetto, Alejandra Radano, Nacho Gadano y Razuk) y la escena final donde el esposo (Mariuzzi) reflexiona sobre ciertas cualidades del mundo contemporáneo y deja ver con claridad su extrema decadencia por involucrarse en una experiencia que lo deja devastado.
La gran ilusión es, sin duda, uno de los espectáculos más significativos de esta temporada en Buenos Aires. Pasqual actualiza este clásico e interpela con fuerza al público. Y los intérpretes se pliegan con ganas a su propuesta, dando elevadas muestras de sus posibilidades expresivas.
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