La fuerza del cariño: exitoso pasaje del cine al teatro, gracias a la potencia de una historia y un gran elenco
La versión teatral del inolvidable film estrenado en 1983 se ajusta al guion cinematográfico y se apoya en la fuerza de sus intérpretes; Soledad Silveyra y Julieta Ortega componen a dos personajes entrañables
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La fuerza del cariño. Autor: Dan Gordon. Versión: Federico González del Pino y Fernando Masllorens. Intérpretes: Soledad Silveyra, Osvaldo Laport, Julieta Ortega, Dolores Ocampo, Damián Iglesias. Vestuario: Mercedes Colombo. Escenografía: René Diviú. Iluminación: Ricardo Sica. Asistente de dirección y Stage Manager: Virginia Magnago. Dirección: Corina Fiorillo. Sala: Multiteatro COMAFI, Corrientes 1283. Funciones: miércoles a viernes, 20.30; sábados, 20 y 22; domingos, 20. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
El espectáculo que acaba de estrenarse en la calle Corrientes posee en un comienzo dos fuertes atractivos. Se trata de la versión teatral de una muy reconocida película estadounidense que se estrenó en 1983 con notable éxito (Terms of Endearment), tanto que obtuvo varios premios Oscar y Globo de Oro, y que entre nosotros está protagonizada por una pareja de actores – Soledad Silveyra y Osvaldo Laport- quienes después de muchos años vuelven a reunirse para recrear a dos personajes verdaderamente entrañables.
El autor Dan Gordon sigue muy fielmente el guion cinematográfico de quien también fuera el director de la película, James L. Brooks, lo que posibilita a quienes vieron el film recuperar muy rápidamente la trama y seguir a esos personajes en apariencia tan opuestos pero que, en los momentos más difíciles o más dolorosos, saben como acompañar a los otros con algunas herramientas inesperadas.
La historia se centra en la relación entre Aurora, la madre y Emma (Julieta Ortega), su hija. La primera es una viuda algo intolerante, que ama a la joven pero sobre la que intenta ejercer un fuerte control, tanto que se comunica telefónicamente con ella a diario para conocer cuestiones de su cotidianeidad. Emma, si bien se muestra muy molesta con esa forma de relacionarse, es consciente que no será fácil quitarse de encima esa carga sobreprotectora, aunque en definitiva construirá su vida a su manera. Se casará con un profesor de literatura algo torpe y tendrá tres hijos. Si Emma encuentra en el casamiento una forma de romper con el esquema familiar en el que se sentía encerrada, su vida pronto se verá afectada por la infidelidad de su marido y más tarde por una enfermedad terminal.
Aurora, por su parte, descubrirá que a su edad aun puede enamorarse. Se relaciona con su vecino, un excéntrico astronauta muy mujeriego que solo está dispuesto a seguir un juego que no contempla sostener una relación amorosa en el tiempo.
La dirección de Corina Fiorillo pone en su verdadero valor las conductas de estos personajes y logra que esa sucesión de escenas, en su mayoría breves, se vayan concatenando a buen ritmo, posibilitando a cada uno de los intérpretes encontrar con mucha seguridad momentos de lucimiento, ya sea atravesando instantes de tensión o de humor, cuando este se hace presente.
Sin duda, los roles más fuerte son los que encaran Soledad Silveyra (Aurora) y Julieta Ortega (Emma). En torno a ellas giran el resto de los personajes. A medida que avanza la acción la relación entre ambas va fortaleciéndose notablemente. El texto les permite ir mostrándose poco a poco. Mientras Aurora asoma como una madre algo insoportable, Emma parecería necesitar quedarse en la adolescencia hasta que acepta su madurez y toma decisiones Mientras tanto, su madre va acomodándose a ellas y hasta comienza a tener en cuenta algunos consejos de su hija. Si algo las sostiene en el tiempo es el amor.
Si esa relación entre ellas resulta muy destacable, también los son las actuaciones de Osvaldo Laport, Damián Iglesias y Dolores Ocampo. Laport compone a su personaje con mucha convicción. Un galán maduro que sabe sacar partido de su profesión de astronauta a la hora de conquistar a las mujeres y que, en las escenas junto a Soledad Silveyra, demuestra una muy creativa capacidad de juego.
Damián Iglesias, en el rol del esposo de Emma, sabe encontrarle ese tono opaco que posee el personaje y en los pequeños momentos en los que aparece lo engrandece. Lo mismo sucede con la labor de Dolores Ocampo. Construye a tres seres muy opuestos y a cada uno le aporta unas características muy diferentes y muy valiosas.
Es bueno aclarar que la versión que Dan Gordon concibe en 2007 se desarrolla en los años 80 y por eso asoman algunas cuestiones que en el espectador de hoy pueden resonar obsoletas (como una discusión sobre el aborto). Lo más interesante es reconocer el valor dramático del material y sus interpretaciones.
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