La directora argentina Adriana Roffi lucha contra el patriarcado en Madrid
MADRID.– Es sábado al mediodía y en la emblemática Plaza Colón un grupo de manifestantes de extrema derecha se reúnen con banderas españolas. Debajo de esta convocatoria, en una sala del Teatro Fernando Fernán Gómez, hay otra reunión de muy distinta naturaleza. En armonía se ensaya El grito, una pieza de Itziar Pascual y Amaranta Osorio, para la cual fue convocada la directora argentina Adriana Roffi, una realizadora que ha trabajado como asistente de dirección de Daniel Veronese y de Javier Daulte en muchísimas ocasiones. En Madrid, Barcelona y Buenos Aires, Roffi ha logrado tender un puente transatlántico y dirigir en ambas orillas.
El pasado 8 de marzo de 2020, antes de que se desatara la pandemia y de las medidas sanitarias, Roffi estrenó Cien mujeres, una propuesta de teatro documental en la sala Caras y Caretas. “Eran 68 mujeres, y si no hubo más fue porque no logré que cupieran en el escenario. Con esta obra aprendí la mujer que quiero ser y también la que no quiero ser”, asegura la directora que llegó a Madrid poco antes de un temporal glaciar de nieve llamado “Filomena” convocada para dirigir este proyecto.
En El grito, que se acaba de estrenar en la sala céntrica madrileña, Roffi regresa con una obra basada en un hecho real, la historia de una voz que logró imponerse, hacerse oír y sentar precedente de su lucha. La prestigiosa Pilar Itzaguirre, creadora del Festival de Otoño de Madrid, produce esta obra. Ana Fernández, ganadora del Goya (Solas), Nuria García, Lucía Barrado, Óscar Codesido, Alberto Iglesias, José Luis Alcobendas y la versátil Carlota Ferrer (actriz, coreógrafa, directora, gestora cultural, etc.) integran este elenco. En esta historia y en esta puesta, como en todas las que crea, Roffi busca darle dinamismo al relato: “Quiero lograr un transcurrir de acciones, que no tiene que ver con no vivir el momento ni transitar las emociones. Esto es lo que me gusta también sentir como espectadora”.
“Aina es una mujer admirable. Es una heroína”, considera Roffi a la protagonista de esta historia en la que una mujer lucha contra el sistema patriarcal. Tras sufrir violencia de género, es abandonada y comienza una batalla que se extiende durante ocho años para lograr justicia, la reivindicación de sus derechos y los de sus hijos, enfrentada a una clínica de fertilidad. “Más allá del texto, lo que más me conmueve es que sea una historia real. A Aina la difaman, no le creen, pero una abogada sigue con ella, hasta el final. Aina marca un precedente. Y, además, si no nos ayudamos entre nosotras, no sé cómo se puede seguir. No se me ocurre otra manera. A mí las construcciones conjuntas me conmueven, por eso elijo hacer teatro una y otra vez. Desde el individualismo no hacemos nada”, explica la directora.
Roffi, que se formó con Agustín Alezzo, Ricardo Bartís, Javier Daulte y Lee Strasberg, se radicó en España, donde vive su madre y su hermano, en 2001, y permaneció durante 15 años. “Pero, sin dudas, porque más que mi maestro es mi hermano, es Daniel Veronese, el que está conmigo siempre, incondicionalmente”. Junto a él, como asistente de dirección, realizó las bellísimas y elogiadas versiones de Antón Chejov que se representaron en España (Espía a una mujer que se mata, Los hijos se han dormido, Mujeres soñaron caballos y Un hombre que se ahoga), entre tantas otras. “Hay algo que aprendí de Daniel: el que pone el cuerpo y el alma es el actor. Ni la dramaturga, ni la director.a.. Lo que intento con ellos es generar confianza y siempre escuchar al otro. El actor, a medida que pasen las funciones, va a conocer el personaje mucho mejor que yo. No vengo de la escuela inquisidora, a mí no me funciona así.” También Roffi ha dirigido sus propias puestas (Ámame), Las hermanas Rivas, coescrita con Mariano Rochman, Como si pasara un tren, de Lorena Romanin, y ha trabajado como directora de grandes puestas, de espectáculos de Martina Stoessel.
Es invierno, pero el sol y sus palabras dan calidez. “Aprendí a validar mi intuición. Es algo que le quiero dejar a mi hijo. Somos energía. Tenemos 76 mil canales de conexión en nuestro cuerpo”, dice con una dicción delicada esta realizadora que ha logrado una puesta potente, de dicción perfecta, con El grito.
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