La bruja y su hija: el lado oculto de la teatralidad
Vivi Tellas dirige un biodrama cuyo disparador fue el Manual práctico de las manifestaciones espiritistas
Literalmente, cosa de brujas. De hecho, en escena hay una bruja (de verdad) y está su hija que, cosa de linaje, también es bruja. La primera se llama Carmen Normandin. La segunda, Bárbara Martire. Están dirigidas por Vivi Tellas, una especie de maga de la experimentación escénica, una persona que sabe develar los terrenos ocultos del hecho escénico. El ensayo que está por comenzar promete ser otra bonita página del ciclo Biodrama que creó ella misma hace 9 años. La bruja y su hija, así se llama esta nueva propuesta, se estrena mañana en el Centro Cultural Rojas.
Al rato de comenzar, Carmen dibuja en un pizarrón su árbol genealógico. La mayoría son gentes, digamos, con dones. Claro que, es justo decirlo, a algunos la lectura del futuro les falló. Me explico: Carmen dice que su bisabuela era una mujer con muchas tierras, muchos lotes. Uno de esos terrenos, cuenta, es el que actualmente ocupa el Obelisco. No hay con qué darle, toda historia tiene sus desvaríos.
Continuemos. Su abuela, María Antonia, tuvo cuatro hijos. Carmen los llama según sus nombres de poder. Toda gente con "habilidades" que siguieron cierta línea de lo espiritual. De hecho, una de sus tías a todo lo que tocaba sabía qué le iba a pasar y su madre era vidente y sanadora. Ella tuvo dos hijas. Carmen nació con una marca de poder en el brazo. La muestra. En verdad, la marca ya no está porque pasó a su nieto, el hijo de Bárbara. Lo cual viene a demostrar que la herencia continúa (y también el ensayo en la mágica biblioteca del Rojas). Carmen tuvo dos hijos: uno está en Chicago; la otra, Bárbara, es la que la acompaña en esta experiencia de neto corte biodramático.
Entre las dos tejen con hilos invisibles un recorrido por sus propias vidas, por aquellas cosas que nombran y por aquello que no pueden o no quieren nombrar. Lo oculto. Como sucedió con otros montajes del ciclo Biodrama, el trabajo incluye escenas de pura emotividad. De esos chispazos en los que la verdad late sin muchas más vueltas. Como sucede en la escena final. "¡Uf! Esa parte me cuesta mucho –reconoce la bruja madre–. Yo amo el mundo del teatro, pero nunca me había imaginado estar de este lado del escenario. Para mí, la vida está del otro lado. Por otra parte, no me gusta que nadie me dirija, soy medio insolente. En este caso, no me quedó otra cosa que «someterme» un poco a Vivi. Igual, aclaro que yo no tengo intenciones de ser actriz, no es mi estado. Cuando se lo conté a mi analista, me dijo: «Pensé que tenías más ego»."
–Pará un poco, ¿una bruja va al analista?
–Sí, mi amor. Mi analista es mejor que yo. Es un genio, te lo recomiendo. Es que, quiero que entiendas, para una bruja es todo taaaan difícil, tan diferente. Y no lo digo desde lo new age, odio todo eso. Yo no medito ni hago nada de esas cosas, creo en la vida misma. Pero es muy difícil estar en constante percepción. ¿Ves? Llegué acá y sentí que había un fantasma.
Por eso, sin hacer mucho revuelo, hizo el trabajito de limpiar la biblioteca del Rojas en la que, durante años, habitaron cientos y miles de historias guardadas en libros. Libros que, desde hace un tiempo, ya no están. Cuando Vivi le propuso a Carmen Normandin hacer algo con su vida, ella tuvo en claro algo: "No quiero quedar ridiculizada". Consejo personal: olvidate de ese temor. No sucedió en los otros proyectos en los que no actores contaban sus vidas, no sucede en éste.
Cuestión de hechizos
Bárbara Martire es su hija, pero también su discípula. Lo dijo casi al pasar cuando Vivi interrumpió una escena. Durante buena parte del relato ocupa un segundo plano (de hecho, el trabajo se llama La bruja y su hija). Pero en algunas escenas –como sucede en la vida misma o en el mismo transcurso de un día– lo que está casi oculto se ilumina.
–¿Cómo es ser hija de una bruja y bruja al fin?
–Es como aprender al revés. Primero aprendí el mundo de lo invisible, y de grande tuve que aprender el mundo de lo real, de lo cotidiano, de las obligaciones. Después fue un conciliar permanente entre las dos partes, saber que uno tiene una mirada que no es la misma porque así lo mamaste de chica. Diría que es un clima con el cual nacés y que te condiciona en todo.
–Y con tu hijo, ¿cómo es ser bruja y madre?
–Pasó muchos años viviendo con la abuela y conmigo, ahora tiene 13 años y lo veo bastante tranquilo. Pero, claro, tiene una madre, una tía y una abuela bruja.
Bárbara se ríe con un dejo de nerviosismo y una profunda tranquilidad. Más que eso: una inmensa naturalidad. En el espectáculo su madre lee una carta que le escribió ella. El texto es intenso (la recreación también lo es). "De alguna manera vuelvo a vivir los momentos de los que hablo porque no puedo abstraerme, no soy actriz. Pasó mucho tiempo desde que escribí esa carta y soy otra, y sigo siendo ésa", dice Bárbara mientras hace el gesto de estar observándose a la distancia.
Su madre se pasea por el espacio con una copa en la mano. Dice cosas como: "Soy una persona demonio, No tengo dueño ni Dios. O tengo Dios pero no tengo dueño". Se la ve espléndida, pero no siempre fue así. Hace un tiempo, cuando parecía que el futuro no la incluía, se refugió en un monte mexicano. Podría haber sido su última morada, pero no. "Cuando bajé de la montaña –cuenta– al chamán que me curó le pregunté qué tenía que pensar a partir de ese momento."
–¿Qué te contestó?
–Me dijo que debía focalizarme en el arte porque era lo que iba a salvar al mundo. ¿Te das cuenta? Ni los brujos: ¡el arte!
Programación en el Rojas
El ciclo ProyectoManual comienza hoy, a las 21, con una propuesta de Mariana Obersztern llamada Si el destino viene a mí. Fue armado a partir del Manual de procedimientos de auditoría interna. Mañana, a las 21, se estrenará La bruja y su hija, y a las 22.30 se estrenará Hipnosis, enredaderas, desastres, una propuesta de Nacho Ciatti realizada a partir del Manual de hipnosis, de Franco Granone. El tríptico irá en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038).
De archivos, médiums e historias
La bruja y su hija es un trabajo que Vivi Tellas montó a partir del libro Manual práctico de las manifestaciones espiritistas, de Allan Kardec. Forma parte del ciclo ProyectoManual, en el cual tres directores (Mariana Obersztern, Nacho Ciatti y Tellas) ponen en crisis tres manuales de instrucciones para construir sus espectáculos.
Desde otro recorte, la nueva propuesta de Tellas forma parte de Biodrama. La premisa de ese ciclo consistió en que dramaturgos y directores trasladen a escena la vida de un argentino vivo. Claro que más allá del marco institucional que el teatro Sarmiento le dio al ciclo, el biodrama en sí se convirtió en un lenguaje teatral.
En ese devenir, Tellas radicalizó la propuesta y comenzó a llevar a no actores a escena en una vuelta de tuerca que llamó Proyecto Archivos. Pasaron por allí su madre con su tía, tres filósofos y Edgardo Cozarinsky, que protagonizó uno junto a su médico. En el mismo plan, juntó a tres personas que enseñaban a manejar, a otras que eran guías turísticas y dos DJ. Los últimos dos biodramas se desarrollaron en otros territorios geográficos (Nueva York, Montevideo) y en otros territorios de la realidad: les pidió a distintos médiums que se comunicaran con John Cage y con su propio padre para construir experiencias escénicas basadas en lo invisible. De ahí a La bruja y su hija era cuestión de dar un paso más.
–Para el armado de esta propuesta, ¿cuál fue el mayor desafío?
–El trabajo sobre lo oculto. En una experiencia como La bruja y su hija está lo que se puede compartir y lo que no; lo que es privado en el sentido de lo biográfico y lo que se calla, desde la perspectiva de lo mágico. Carmen y Bárbara están todo el tiempo viviendo otras cosas, eso es rarísimo. Todo el tiempo están conectadas con otra realidad. Por suerte aceptaron exponerse.
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