En Netflix se puede ver como The Boys in the Band, pero en teatro se estrena hoy con Fernando Dente, Sergio Surraco y Roberto Peloni en el elenco de esta obra que fue prohibida en los años 70
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Prohibida en la Argentina en los años 70 por un decreto municipal, en su 50º aniversario, La fiesta de los chicos (The Boys in the Band), de Mark Crowley, llega al escenario del teatro Astral (Corrientes 1659), el viernes, a las 21.30. Dirigida por Ricky Pashkus, reúne a un elenco que integran: Fernando Dente, Nicolás Di Pace, Tomás Fonzi, Tupac Larriera, Santiago Pedrero, Roberto Peloni, Nicolás Riera, Agustín Suárez y Sergio Surraco.
La pieza escrita por Crowley –que murió en marzo del año pasado–, se estrenó en 1968, en el Off Broadway y llegó a realizar 1000 funciones. Marlene Dietrich, Rudolf Nureyev y Jackie Kennedy estuvieron entre las personalidades invitadas. Hoy hay que ubicar a esta obra en su contexto: época de persecución y encarcelamiento a las minorías en los Estados Unidos. Pero no sólo allí sucedían estos hechos. En la Argentina se la conoció con el título de Extraño clan, en el desaparecido teatro Odeón y, a dos días de su estreno, recibió el golpe de la censura y se suspendieron sus funciones. Un dato curioso es que en su aviso de promoción, publicado en el diario Clarín, las fotos de sus protagonistas –Norberto Suárez, José María Langlais, Oscar Ferrigno, Gianni Lunadei, Alberto Argibay, Héctor Pellegrini, Enrique Fava, Raúl Lavié y Sebastián Vilar– aparecían al revés, haciendo referencia a que los personajes de la pieza eran un grupo de “invertidos”. Su director fue Román Vignoly Barreto.
Hubo otra versión importante, el 5 de abril de 1994, como importante reapertura del teatro Empire, en manos de la gran Eloísa Cañizares. Se estrenó como Los muchachos de la banda, dirigida y protagonizada por Fernando Lewis, además de Walter Ferreyra Ramos, Nicolás Frías, Ariel Abadi, Rubén Martín, Juan Carlos Olivier, Miguel Ángel Paludi, Javier Mussano y Carlos Romero Franco.
Su primera versión fílmica se realizó en 1970 y la dirigió William Friedkin, que en la Argentina se conoció en 1973. En 2018, como tributo a su aniversario, se la repuso con nuevo elenco, en el Booth Theatre, de Nueva York y el productor Ryan Murphy (Hollywood, la serie), la llevó a Netflix, con el mismo equipo que la protagonizó en teatro.
El periodista Jerry Portwood publicó en la revista Rolling Stones norteamericano que Mark Crowley (al que puede verse en el film de Netflix, ubicado en el fondo de la escena del bar Julius, un emblema de la cultura queer en Nueva York, vestido con saco y moñito, dialogando con otro hombre), escribió su obra a modo de respuesta, después de que el crítico del New York Times, Stanley Kauffmann, criticara a los dramaturgos homosexuales (como Tennessee Williams, Edward Albee y William Inge) en 1966, en una nota titulada “Drama homosexual y sus disfraces”, por mostrar los conflictos homosexuales a través de personajes heterosexuales en sus obras y, por lo tanto, hacer quedar mal a “personas admirablemente ‘normales’”. De esa manera, Boys in the Band, es la versión abiertamente gay de Crowley de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? El autor por aquella época se desempeñaba como asistente de producción de Elia Kazan, en el rodaje de Esplendor en la hierba (1961) y allí se hizo muy amigo de su protagonista, la legendaria Natalie Wood. En 2002, el dramaturgo escribió una secuela de su pieza, a la que tituló The Men From the Boys.
Cuatro calificativos pueden definir esta obra: polémica, divertida, sexy y de una honestidad brutal, que en los años 70 fue rechazada por la comunidad gay, por considerar que mostraba una imagen distorsionada de los homosexuales, como personas que se autodestruían a sí mismas y reprobaban a los otros.
Como si observara a los protagonistas a través de una gran ventana indiscreta, el público será testigo de lo que sucede en la fiesta de cumpleaños de Harold, al que Michael le organizó una reunión de amigos en su departamento. Este grupo de varones son todos gays, con excepción de uno de ellos, un ex compañero de universidad del anfitrión. A medida que avanza la noche y el alcohol hace subir la temperatura emocional no sólo de Michael, que dejó de beber y vuelve a reincidir, los amigos se prestan a un “juego de la verdad”, del que nadie quedará inmune, para utilizar un término de estos días.
En diálogo con LA NACION, Fernando Dente que hace el personaje de Michael, dice que “la película de Netflix es más densa, más oscura. Nuestra versión está iluminada desde otro lugar, es más sexy, erótica y tiene una energía y complicidad entre cada uno de los protagonistas que el público va a disfrutar mucho. En ese marco, la perversión que se adueña de mi personaje ocupa otro espacio, no resulta tan chocante y agresiva, como en el film. Michael es muy religioso y eso provoca que viva en una constante culpa, la que está latente a través de su personalidad”.
Ricky Pashkus que días atrás regresó de Madrid, donde viajó para elegir al elenco de su próxima puesta en esa ciudad de Kinky Boots (que estrenó el año pasado también en el Astral, con Martín Bossi y Fernando Dente), comenta que la propuesta de hacer La fiesta de los chicos le llegó por Dente. “Tenía un vago recuerdo de su estreno en los años 70 y Nacho Lunadei, el hijo de Gianni que integró el elenco, y es fotógrafo, me acerco una foto del aviso de aquel momento en el que se refleja la discriminación a la comunidad homosexual en aquellos años. Recuperar Boys in the Band hoy es un homenaje al crecimiento que hemos tenido como sociedad y, a la vez, un llamado de atención a que todo no está tan resuelto como parece. Mi mirada es que la discriminación sigue vigente de los modos más variados, por ser gay o lesbiana, pobre, gordo o delgado. Nuestra versión no evade esos temas, pero es una fiesta y destacamos el aspecto humorístico. El espacio escénico de Mariana Tirantte no es una casa. Es un ámbito abierto, que podría ser una discoteca, pero no un living como aparece en la película. Los personajes no se tienen piedad por ser homosexuales. La historia muestra la relación entre lo cotidiano, lo íntimo y lo social. Habla de la soledad, un tema que nos agobia a todos cualquiera sea tu inclinación sexual. La fiesta de cumpleaños provoca un alivio alrededor de esas vidas que son dolorosas y solitarias. Michael, el anfitrión del cumpleaños y dueño de casa tiene un enorme despliegue de masoquismo y esa inquietud de no haberse asumido como homosexual, lo lleva a intentar condenar a los otros. Hoy las leyes están a tu favor, por eso creo que el mensaje es asumir lo que se es, sino te convertís en una persona muy torturada”.
Una pregunta ineludible es ¿cómo es ensayar en pandemia con un elenco numeroso? Pashkus señala la rigurosidad del protocolo por seguir: distancia social, máscaras, barbijos y camarines individuales. “Conservamos una distancia cuando un personaje le habla al otro y como la puesta no incluye situaciones tan cercanas, no es un riesgo a correr. Nos hacemos hisopados y testeos todas las semanas para nuestro cuidado y no poner en riesgo a nuestras familias”.
Fernando Dente señala que al ver la película en Netflix junto a su novio Nicolás Di Pace, que también hace uno de los personajes pensaron que sería interesante estrenar la pieza en el mainstream de la calle Corrientes “para un público popular y masivo. Creo, además, que es el momento adecuado para que las personas LGBTIQ+ tengamos mayor visibilidad a través de otras situaciones. La obra no refiere únicamente a la sexualidad, toca el tema de los vínculos. Es una pieza que tiene muchos años y lo controversial en los años 70 era que sus personajes eran homosexuales. Me parece atrevido y divertido retomar esta historia hoy y contársela a la gente a través de una mirada actual”. El actor, que es socio de Pashkus en el IAM (Instituto Argentino de Musicales), destaca el liderazgo de éste último en la dirección para guiar a estos actores, que parecen moverse con la sincronía y complicidad de un equipo de fútbol. El que incluye entre sus personajes a Emory, un decorador de interiores; Larry, fotógrafo de modas; Hank, novio de Larry, y el Cowboy, un boy cuya función es entretener al cumpleañero.
Ganador del Premio Hugo de Oro, Roberto Peloni que dejó Morfi y por estos días filma Santa Evita, para Netflix, agrega que Ricky Pashkus se convirtió en un ángel salvador al ofrecerle integrarse a esta pieza. “Me formé en su escuela y dirigido por él participé en Sweeney Todd. Mi papel es el de Bernard, el bibliotecario, que es un hombre de color, en esta comedia feroz. La pieza no va a perder un ápice de su sarcasmo, su humor, la maldad de sus personajes, pero es una fiesta a pesar de todo. El personaje de Fernando (Dente) es odioso y adorable a la vez. Lo cierto es que estoy muy ilusionado con la forma que fue adquiriendo esta nueva obra”.
“El año pasado hice El Siglo de Oro trans, en la que había música, acá hay más texto, pero tiene escenas en las que algunos de los personajes bailan y va a gustar mucho al público”, define Peloni. Su Bernard –aclara– es uno de los personajes más sensibles y frágiles imaginados por Mart Crowley. Es un hombre homosexual de muy bajo perfil y una gran dignidad, que trabaja en una biblioteca. En apariencia no es muy sociable y, la verdad, que se ve expuesto a una situación incómoda y termina haciendo algo que no tenía ganas de hacer, pero no voy a contar qué es”, comenta Peloni y se ríe.
Él percibe a esta historia como atemporal. “Todo lo que ocurre tiene vigencia, en parte, tanto hoy, como en aquellos años. Tampoco se ilustra la época, ni desde el vestuario, ni desde la escenografía. Lo que les ocurre a estos hombres le puede suceder a cualquier pareja, ya sean heteros u homosexuales. También es cierto que, a medida que avanza la historia, el espectador va a darse cuenta de lo que hemos avanzado en cuánto al derecho de las minorías, de los espacios que se han ganado, a pesar de que aún continúan la violencia, la intolerancia, las golpizas y la muerte a personas gay, o a cualquier otra minoría”.
Para Sergio Surraco a quien se le recuerda su meritoria actuación en la pieza Madres e hijos, de Terrence McNally –también murió en marzo del año pasado, igual que el autor de esta obra–, el relato ni siquiera pone en primer plano la homosexualidad. “Se trata de un texto que expone muy bien algunos de los conflictos que hacen al ser humano. Me tocó Harold, el que cumple años y llega tarde a la fiesta. Es un personaje con un comportamiento muy extraño dentro del grupo. Se mueve como un ganador y es uno de los personajes que no sale tan dolido de esa experiencia, en la que se propone un juego, en el que cada uno debe recordar y llamar por teléfono si es posible, a una persona a la que haya querido mucho. Lo que da como resultado un encuentro masivo de dardos que se entrecruzan entre unos y otros, por decirlo así”, acierta en definir.
“La obra de Terrence McNally y ésta tienen universos distintos. En la primera se trataba de la aceptación de un hijo gay en una familia. Acá se muestra lo que le ocurre a un homosexual y cómo vive su situación dentro de la sociedad en la que habita. Lo cierto es que aún continuamos viviendo situaciones que se repiten a pesar de lo que hemos avanzado en cuánto a leyes. Hoy en algunos lugares le pueden pegar una trompada a un chico si lo ven besándose con otro. Los conflictos humanos son atemporales de acuerdo a cómo los viva cada uno”, define Surraco.
De la experiencia de trabajo con este nuevo equipo, este prestigioso actor que siempre es convocado tanto por la escena comercial como la oficila y la independiente, destaca que “todos son muy buenos compañeros. La solidaridad es constante y si el otro resuelve bien su interpretación, todos vamos a estar bien. El teatro es un hecho colectivo, en el que todos estamos involucrados”. Con varios proyectos en marcha, dice que su mayor deseo es que el público vaya al teatro. “Con el protocolo vigente no se corre peligro. Ir al teatro no enferma y es muy valorable para el bien de la cultura en su totalidad”.
La fiesta de los chicos
Teatro Astral (Corrientes 1639)
Funciones: viernes 21.30, sábados 21.45 y domingos 21 hs.
Plateanet: precio entrada $1800.-
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