La agitada vida del querido teatro Opera
El cine teatro Opera, de la avenida Corrientes entre Suipacha y Esmeralda, acaba de perder su nombre tradicional, conservado desde 1871, cuando se construyó la sala original, y ha pasado a llamarse Citi. No es la única afrenta que ha sufrido en los últimos años. En 1998, una de estas columnas se tituló Adiós a Shangri-La , cuando la curiosa sala del Opera (la construcción del año 1936) fue irreparablemente modificada con el pretexto de albergar comedias musicales. Hasta ese momento era el único cine-teatro en América del Sur decorado según las normas de los llamados atmospheric theatres , "salas atmosféricas", creados por el arquitecto norteamericano, nacido en Rumania, John Eberson (1875-1964), en los locos años 20.
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Ordenemos los datos. En ese solar de la avenida Corrientes, el empresario italiano Antonio Pestalardo erigió, en 1871, el fastuoso Teatro de la Opera, diseñado por el arquitecto belga Jules Dormal, quien años después terminaría las obras del actual Teatro Colón (1888-1908). Al habilitarse ese nuevo Colón, la Opera empezó a decaer hasta ser demolida en 1935, cuando Corrientes se ensanchó. Otro empresario de origen italiano, Clemente Lococo, adquirió el solar y en agosto de 1936, tras apenas nueve meses de trabajo, se abrió el esplendoroso cine-teatro Opera, sobre los planos de otro arquitecto belga, Albert Bourdon. En su magnífico libro sobre Art Déco y racionalismo en Buenos Aires, Fabio Grementieri lo considera "un estupendo ejemplo de Art Déco tardío", con sobreabundancia de mármoles y bronces en sus plantas de recepción, pródigas en "escaleras sobreactuadas".
La sala, para 2500 espectadores, se construyó, como va dicho, según las normas del arquitecto Eberson. Se procuraba evocar un lugar prestigioso, un patio morisco, un castillo medieval, una plaza italiana, en la noche, bajo un cielo estrellado por el que discurrían, mediante un reflector llamado Brenograph Magic Lantern, las nubes. En torno, las fachadas de edificios del estilo correspondiente, o, como en el caso del Opera, una ciudad fantástica, rigurosamente Art Déco, con balcones cromados y estatuas clásicas. El arco del proscenio fingía un arco-iris, y en escena, antes de proyectarse el film, un organista tocaba Dama española .
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Eberson y sus asociados construyeron unos 500 de estos "palacios de ensueño" en los Estados Unidos, en Australia y en Nueva Zelanda. De ellos perduran apenas unos diez, restaurados minuciosamente para devolverles la "atmósfera" que evocaba en ellos "el aire de una noche de verano en la tierra de los sueños". Lamentablemente, a partir de las reformas de 1998, los porteños nunca más pudimos disfrutar de ese aire. Que era, además, único en esta parte del globo.
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