Será la puesta que protagonizaron Martín Bossi y Fernando Dente en Buenos Aires, pero con un elenco local; el staff lo integran muchos argentinos y el protagonista de El rey león encarnará a Lola
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MADRID.– Es sábado por la mañana y el barrio de Chueca se despereza después de una noche de copas y ebullición. En la sombra del Teatro Marquina, la fiesta continúa. El exceso es solo cuestión de talento. Allí también se estiran los brazos y se celebra, entre color y música, el encuentro. “¿Te llamás Ana Acosta? Hay una excelente actriz argentina que tiene tu mismo nombre”, dice Ricky Pashkus. Cubista, en este pase de las audiciones, la mirada del realizador no está puesta ni en sus tobillos ni en las terminaciones de sus brazos, sino en la expresión de sus bocas.
¿Qué rima con Pashkus? El desafío no tiene una respuesta, al menos no dentro de un sistema verbal. Esta usina poética y expresiva de definición imposible encontró otros elementos con los que poder vibrar, de modo consonante y libre a la vez. “Gracias a esta unión, donde puedo desear, imaginar, tener los recursos, la incondicionalidad afectiva y económica, mi vida cambió”. Una composición de universo creativo nació hace tres años entre Pashkus, Florencia Masri y Alejandro Zaga Masri: Rimas. El poder de este acrónimo [las primeras sílabas de Ricardo y de Masri, Rimas] impulsó la versión porteña de A Chorus Line [que se repone en breve], Kinky Boots, el Instituto Argentino de Musicales, dirigido por Pashkus y Fernando Dente, y pronto presentará La fiesta de los chicos (Boys in The Band). Hace algunos meses se suma una nueva estrofa a este verso, ahora transatlántico: Letsgo, la productora española de Ghost, La familia Addams y Dirty Dancing. Con este ritmo asociado, sumado a MP Producciones, se prepara Kinky Boots a la madrileña que se estrenará el 5 de octubre en el Gran Teatro de Espacio Ibercaja Delicias, un nuevo sitio que nace ante la amplia oferta cultural que brinda la ciudad, la capital del musical hispanoamericano.
–¿Por qué eligen desembarcar en España por Kinky Boots?
–Acá no se había hecho Kinky, la teníamos en cartel en Buenos Aires [con Martín Bossi y Fernando Dente] y además se buscaban un espectáculo con un nombre bien identificable, un espectáculo grande.
–¿Qué desafíos te plantea esta versión del musical?
–Acá soy productor y director. Antes tenía con quién pelearme, acá no. Soy mi alter ego.
–¿Cuáles son las dificultades que tiene Kinky Boots desde el texto, no tanto de la producción, que exige un gran despliegue?
–La obra plantea ciertos desafíos específicos. Para explicarlo, voy a mezclar lo expresivo y lo conceptual. Una de las cosas que más me obsesionaba era qué es una drag. Esa obra me la habían ofrecido antes y pensaba: “En la Argentina voy a tener que explicar qué es una drag”. Pero con el tiempo creo que se entendió más. Cada cultura crea su propia versión de lo que entiende es una drag. Hay una frase de la obra que dice: “Una travesti es un ser valiente; una drag, una diosa glamorosa”. Una drag es un hombre que no se traviste todo el día. A mí me aparecían muchas preguntas cuando leí el libro.
–Ahí aparece tu mirada y tu dirección. ¿Cómo es la versión porteña que propusiste y qué tendrá en común con la madrileña?
–En la Argentina, una drag es un hombre que se pone glamoroso para hacer un show y que va a trabajar de hombre. Pero eso no es lo más importante, sino cómo interpreta el actor, en el sentido argentino, a esta drag. Y ahí está la genialidad de Martín Bossi, con quien estoy fascinado, porque es una travesti más de la orilla, arrabalera. Martín es un actor espectacular: canta y baila muy lindo. Pero a mí me gusta la argentinidad de su expresión. Mi versión argentina, y lo intentaré en esta nueva puesta en escena, es que habla de tensiones eróticas.
–Vivimos en un momento de cancelación, de intolerancia, y no me refiero sólo a la homofobia, sino a un momento de ultra corrección.
–Pensé que con esta obra podía cometer el error de mi vida o hacer algo genial, porque está llena de temas vigentes a morir y el argentino como espectador es muy exigente. La obra habla de agresiones hacia la identidad de género y hay una fábrica que está por quebrar. Si estos asuntos se mantienen como pura comedia, no se entienden. Había que encontrar un lenguaje con el que la gente pudiera disfrutar y al mismo tomar estos temas en serio. En la Argentina no hay humor para joder con ciertos temas, no podes ni solemnizarlas, pero tampoco eludir la seriedad.
–El argentino es un espectador exigente, pero también en su exigencia puede equivocarse.
–En la Argentina estamos equivocados, y lo digo a nivel artístico y cultural, en creer que la ficción debe respetar las condiciones normativas de lo políticamente correcto. No te digo que sea tan extremo, pero, en ese caso, los malos no deberían existir. Una obra no es peligrosa porque haya un discriminador. Es como si no hubiésemos puesto torturadores haciendo una obra de Pavlovsky. Ahora está todo más cauterizado e híbrido.
Conservarse bueno, cada vez mejor
El docente y director está sentado en una terraza de un bar madrileño. Busca oír, comprender y decodificar una sociedad tan cercana y tan distante a la vez a la argentina. En esta efervescencia por aprender, Pashkus atraviesa además otros procesos, tres motores, que busca transmitir a sus alumnos. Uno: “No quiero ser feliz, quiero estar emocionado”. El realizador aspira a una vida emocional porque considera que este es el mejor modo para crear. Dos: Fe infinita. “La fe es la fidelidad con uno mismo; infinita es más allá de lo que puedo controlar. Lo que busco es vivir menos en el terreno de las estrategias”. Tres: una vida poética. “Busco lograr de a poquito que mi poesía no esté solo en el escenario. Significa estar donde tengo que estar, sin perder contacto con todas las realidades”.
Más de 1400 aspirantes se presentaron a las audiciones para integrar el elenco de 24 artistas de Kinky Boots. Este espectáculo está basado en la película británica de 2005 escrita por Geoff Deane y Tim Firth y dirigida por Julian Jarrold. En 2013, nace su versión musical con texto de Harvey Fierstein y música y letras de Cindy Lauper, obtuvo seis Premios Tony, entre ellos, al Mejor Musical. Además de Pashkus a la cabeza, Kinky Boots cuenta con un notable equipo creativo: Julio Awad (director musical), Gillian Bruce (coreógrafa), Silvia Montesinos (adaptación), Verónica de la Canal y Alejandra Robotti (diseño de vestuario de vestuario), Luciano Marra (diseño de botas y calzado), Jorge Ferrari (diseño de escenografía), Valerio Tiberi (diseño de luces) y Poti Marti (diseño de sonido).
Finalmente, los elegidos aún no firmaron sus respectivos contratos, pero todo indica que Tiago Barbosa (actual protagonista de El rey león), Daniel Diges (Los miserables), Angy Alcázar, Jana Gómez (Casi normales, Anastasia) y Mariano Botindari serían parte del elenco.
–En Buenos Aires te conocen y vos conocés a los actores, aquellos con los que trabajaste y con los que no, imagino que tendrás tus propios juicios, los viste en otros papeles. ¿Es más difícil o más sencillo tomar audiciones casi a ciegas?
–En Buenos Aires, conozco a los artistas que se presentan a las audiciones: su potencial, su lenguaje y hasta su forma de peinarse. Ya estás entrenado para que tu ojo vaya al grano. Acá no puedo y, por supuesto, busco a alguien que cante y baile como los dioses, pero el criterio que rige es si esa persona me gusta o no. Acá no conozco el lenguaje del trato. Muchos me decían que estaban fascinados porque en la audición hacía correcciones, pero en realidad lo que hago a veces es dirigir un casting. También es cierto que tengo gente a mi alrededor que me va diciendo: “Este fue el protagonista de esto; ella es la actriz de tal”. Pero sí, es notoriamente distinto tomar audiciones en Madrid porque te obliga a estar más abierto y receptivo. Acá nada es mejor o peor. Hay diferencias.
–¿Por ejemplo?
–Como se visten para una audición... y acá el canto tiene una potencia diferente, hay algunos que cantan un poco como en zarzuela. Pero, repito, ni acá ni allá algo es mejor o peor. Voy encontrando las diferencias.
–En la Argentina tenés un nombre, un sello, prestigio. Acá no te conocen y, en cierto modo es comenzar de cero, con toda tu trayectoria, claro. ¿Sentís esa presión o ansiedad de un nuevo capítulo en tu carrera?
–Soy un conquistador. El miedo nunca fue un obstáculo para mí, y, si lo tuve, supe cómo conquistar aquello que me daba miedo. Julio Chávez me dice: “Vos te animás a cosas que nadie se anima”. Te lo voy decir sin pudor: cuando empecé a coreografiar, no era muy buen bailarín. Cuando hice el espectáculo de la cumbre del G-20 recibía críticas, no del espectáculo en sí. Algunos me decían: “Sos macrista”. A la primera persona que llamé cuando terminé de presentarlo fue a Estela de Carlotto: “Es un hecho artístico, Ricky, que no jodan”, me dijo. El miedo me estimula y me puede ir bien o mal, pero la edad me dio esa posibilidad: saber que no seré más feliz por cuánto me reconozcan o no.
–Si pudieras comenzar de cero, ¿qué te gustaría cambiar de tu proceso creativo?
–Me gustaría que me vieran más sereno de lo que soy. Menos irritado de lo que soy. Me gustaría que me vean realmente creando. Me gustaría discernir entre el nervio conducto y lo nervioso. Tengo una frase que me ha marcado siempre: “Quiero morir siendo más parecido a quien soy”. Creo que la vida es un camino hacia ese lugar, aunque nunca lo lograremos.
–Una de las frases que siempre se asocia a vos es “Consérvate bueno” y, perdón la infidencia, como firmás algunos mails. ¿Qué querés decir exactamente?
–Me cuesta leer ficción. Leo mucha filosofía y esta idea la saqué de Baruch Spinoza. Consérvate bueno es la traducción de “Stay well”, algo muy social, pero que habla en realidad de la potencia de las cosas. Quiere decir que uno debe conservarse bueno, no solo buena gente, sino también potente porque todo lo que no crece, decrece. Si la ambición está orientada por el deseo de ser útil, crece.
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