Juntos son dinamita
Guillermo Francella y Enrique Pinti ensayan "Los productores", la exitosa comedia musical de Mel Brooks
En un primer vistazo, el paisaje podría resultar desolador: el teatro Lola Membrives (uno de los más bellos de Buenos Aires) vacío, sin butacas, sin alfombra, con nylon en sus palcos. Pero la impresión dura un segundo porque, sobre el mismo escenario donde se hicieron "El diluvio que viene", "Sugar", "Cats" y "El beso de la mujer araña" se ensaya un espectáculo brillante.
Guillermo Francella, en jogging, con galera y bastón, canta y hace movimientos coreográficos, rodeado por un selecto coro de intérpretes. Abajo, Enrique Pinti se cambia la remera de ensayo por una camisa planchadita para la foto, mientras el director general Ricky Pashkus imparte órdenes y Bebe Labougle, la asistente coreográfica, pone precisión a unos pasos que, a simple vista, parecen perfectos. Atrás, en esa sala sin butacas que parece interminable, está Pablo Kompel, el artífice de esta exitosa comedia musical de Broadway que se verá por primera vez en América latina: "Los productores", de Mel Brooks y Thomas Meehan.
Cabe aclarar que la sala está sin butacas, precisamente porque se la está reacondicionando, pero ya desde la entrada se vislumbra un nuevo brillo. La marquesina del ex teatro Cómico volverá a ser luminosa, como las de antes. ¿Cuánta plata se puso? Nadie quiere soltar prenda. Pero se descuenta que mucha. Hay 24 artistas en escena, una orquesta de 11 músicos, más de 200 trajes, 11 cambios escenográficos y 30 técnicos. Los protagonistas son Enrique Pinti, como Max Bialystock, y Guillermo Francella, como Leo Bloom, a quienes acompañan María Rojí, Jorge Priano, Pablo Sultani y Miguel Brandan. Entretanto, la dirección general es de Ricky Pashkus; la de actores, de Carlos Olivieri; la coreografía, de Chet Walker; la dirección musical, de Gerardo Gardelín; la escenografía, de Alberto Negrín; el vestuario, de Fabián Luca; las luces, de Ariel del Mastro. Todos estrellas en lo suyo.
A Kompel no le costó mucho convencer a Pinti y a Francella para que aceptaran. Sus deseos de comprar los derechos de la obra datan desde su estreno en Nueva York, en 2001. Pero claro, comprar el paquete al estilo norteamericano, que habitualmente incluye la puesta en escena, con repositores incluidos, es muy caro. De todos modos, pudo adquirir la pieza en estado puro, con la bendita chance de hacer su propia versión sin necesidad de convertirse en otra sucursal teatral. "Yo tenía algunas inquietudes: quién la iba a adaptar y quién sería mi compañero. Es que Nathan Lane es petiso y tenor. Si venía un repositor, me iba a bochar porque no tengo ni la tesitura ni las características. Pero como la podíamos adaptar a nuestra manera, no era problema. Enseguida me dicen que Leo era Francella. Ahí me cerró todo", explica Pinti.
Por su parte, Francella tenía en vista, precisamente, una comedia musical con Manuel González Gil, producida por Carlos Rottemberg. "Yo estaba muy metido con ese proyecto, pero un día Pablo [Kompel] me llamó y me invitó a cenar esa misma noche. Me dijo que tenía «Los productores», una obra de la que habíamos hablado tres años antes. Cuando me explicó que era una apuesta absolutamente local, casi me muero. Pero solté mi reparo: todo muy lindo, pero... ¿y lo musical? No es lo mío. El tenía razón: no podía dejar de intentarlo. Y tanto Rottemberg como Patalano fueron unos caballeros porque nos dieron vía libre para hacerlo."
De todos modos, no se amedrentó y tomó el proyecto como un desafío. Desde hace siete meses que no sólo toma clases tres veces por semana con Clara Terán, sino que dejó el cigarrillo y ve mucha comedia musical. "Esto es para actores que cantan o que intentan cantar. Guillermo aprendió los tempos musicales, entona, no desafina, tiene una interpretación de lo que hace y pidió a todos los colaboradores que lo ayudaran en la marcación actoral para incorporarla a lo cantado", explica su compañero Enrique Pinti.
Con acento argentino
Así como lo hizo con "Chicago", en 1977, y con "Yo quiero a mi mujer", en 1979, Pinti es el adaptador de las letras de este musical. "Todo está argentinizado y hay cierto porteñismo. "Pero no decimos: «Che, pibe», decimos «oíme, nene». Es para que la gente no se sienta desubicada, aunque la acción sea en Nueva York. En la adaptación del texto trabajó todo el equipo, con la anuencia de Masllorens y Del Pino", aclara Pinti. María Rojí, en el rol protagónico femenino, también adaptó a su Ulla: "La obra tiene también todos los guiños que le pueden otorgar Enrique y Guillermo a una comedia y yo también adapté mi personaje. En lugar de ser la sueca original, hago una típica rubia tarada argentina".
Gerardo Gardelín adelanta que es imposible que el espectador no se lleve una melodía a su casa. El director musical hizo la preparación vocal del elenco y la adaptación "tanto de las tonalidades como del tipo de orquestación, que tiene un timbre más jazzero pero que conserva el espíritu del original".
A simple vista, en el ensamble se descubren rostros comunes del musical, como los de Romina Groppo, Laura Conforte, Luis López Morera, Nicolás Armengol, Alejandra Simoes o Débora Turza. Es un elenco fuerte y se nota en la energía impuesta en los ensayos por Bebe Labougle, la asistente de coreografía, que hace cumplir las órdenes de Chet Walker, que está en el exterior. "Casi todas las coreografías tienen que ver con el texto, con lo que está sucediendo y poseen un toque de humor y de algo inesperado. Hay dos de tap y una de gran show, por ejemplo", explica Labougle, que a pesar de su juventud lleva 16 años recorriendo musicales. "No hay coreografías abstractas y en todas cada intérprete tiene la posibilidad de lucirse. En esta obra no tenés tiempo de desconcentrarte jamás", agrega López Morera, otro bailarín que ya lleva 23 años en el teatro, desde que debutó en la revista "Votos y botas".
Carlos Olivieri vuelve a rescatar la importancia del casting realizado: "No hay bailarines que hagan de bailarines. Todos tienen mucha participación y construcción de personajes. Fue muy duro elegirlos y quedó gente muy talentosa. Es un placer haber encontrado, por ejemplo, a un actor casi desconocido como Pablo Sultani, que hace del alemán en forma brillante. Está bueno brindar estas oportunidades". Casi todo el elenco recuerda las arduas audiciones hasta llegar a conseguir sus papeles. "Yo hice las pruebas abiertas para cientos de personas. Siempre me tiraron la mejor onda y pasé a otras cerradas. Hice cuatro pruebas intensas, pero lo más gracioso es que me postulaba para Franz y, finalmente, fui elegido para hacer de Roger De Bris", explica Jorge Priano, también con una larga carrera en musicales, pero con su primer rol coprotagónico en la calle Corrientes. Más curioso fue para María Rojí ("Nine", "El infierno del Pinti", "Cats"), ya que todo el ambiente artístico le decía que ella iba a ser Ulla y, sin embargo, seguía dando pruebas y nadie se lo confirmaba. "En un momento dije: «paren la mano». Es que tenía que haber consenso entre muchos para la decisión final", explica.
Un número en el que un grupo de viejitas hacen tap con andadores es el orgullo de sus hacedores. Eso ocurría en la puesta de Broadway, pero también con orgullo, los de acá aseguran que ésta es mejor. "Los que hayan visto la obra en Nueva York van a encontrar, en esencia y en términos literales, la misma obra, la misma dinámica, el brillo y la fuerza. Pero los actores son distintos, con otras virtudes y otros puntos débiles. En términos de baile es menos exigente y en términos vocales lo es más", aclara Ricky Pashkus, orgulloso director general de esta puesta que se estrenará el 30 de marzo.
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