Julián Weich reflexionó sobre las prioridades del país: “La cultura se puede recuperar, pero el hambre no espera”
El actor y conductor, que volvió al teatro este verano después de décadas dedicado a la conducción de programas de TV, opinó en diálogo con LA NACION sobre la actual situación del país y la necesidad de priorizar
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Cuando Julián Weich comenzó su carrera como actor, siendo apenas un adolescente, no imaginó que su sonrisa iba a convertirse en toda una marca registrada de la televisión argentina. Clave de sol y La banda del Golden Rocket lo lanzaron a la fama y después, la conducción emergió como un bastión dentro de su carrera profesional, al frente de El agujerito sin fin, Sorpresa y ½ y tantos más, Weich se volvió uno de los rostros más reconocidos de la pantalla chica. El mes pasado -y luego de 18 años- regresó a la escena teatral de la mano de Velorio a la carta, una comedia negra con la dirección de Diego Reinhold.
A lo largo de los años, Weich también supo construir una voz influyente dentro del activismo social. Embajador de Buena Voluntad de Unicef y colaborador estable de diversas ONG, hace décadas que su nombre dejó de estar asociado meramente a su vocación artística y es reconocido por el público como un símbolo de “las buenas causas”. Atento a los vaivenes del contexto socioeconómico en la Argentina, en diálogo con LA NACION Weich le escapa a la queja y asegura que la salida es la educación.
—Hace poco, en una entrevista con LA NACION+, dijiste que hay momentos en los que, quizás, está bien que la cultura no sea una prioridad.
—Cuando yo estaba con El agujerito sin fin, en la época alfonsinista, había cortes de luz programados. Todos los programas de televisión que se emitían antes de las 18 quedaron fuera. Hay momentos en los que si te toca, te toca. La cultura se puede recuperar, pero el hambre no espera. Si a vos te duele la panza de hambre y yo te digo: “Bancame, que en dos meses te hago un bife”. No se puede. Eso es algo que no puede esperar. Los chicos mal alimentados pierden la capacidad de aprender, pierden la capacidad cognitiva. Por más que después les des caviar toda la vida, eso no se recupera. En cambio, si yo te digo “bancame, que en dos meses te hago una obra de teatro, una película o lo que sea”...
—Los actores que se quedan sin trabajo también podrían llegar a pasar hambre...
—Yo soy actor; si no tengo laburo de actor, laburo de cualquier cosa.
—¿Qué es lo que más te preocupa del país hoy?
—El egoísmo. Una cosa es el amor propio y otra el egoísmo. A veces hay discursos que hablan de la espiritualidad pero terminan siendo más narcisistas que otra cosa. Hay hipocresía. Por ejemplo: veo gente muy preocupada por los perritos, pero que después se comen un bife. ¿Por qué el perro sí y a la vaca no? Es como si yo, que soy embajador de Unicef, estuviese a favor del trabajo infantil. Trato de ser consecuente, busco coherencia en mi carrera profesional. Si convenzo a alguien que hoy done sangre, yo ya gané. Si mi único objetivo es tener mi sangre bien, no tiene sentido mi vida: es como estar solo en el mundo, podes tener todo pero no te sirve para nada. Creo que la gente se refugia en sus comunidades falsas. Si al otro le va bien a vos también te va a ir mejor. Tenemos que aprender a querer que a todos les vaya bien, que al mozo le vaya bien, a los negocios les vaya bien y que a tu familia le vaya bien. A todos los que tenés a tu alcance: no puedo estar preocupado por África estando acá. Nadie solo puede con todo.
Además de ser embajador de Unicef, el actor cuenta que colabora en distintas cárceles, motivado por dejar atrás la idea de que “hay buenos y malos”. “La causa de la delincuencia”, expone, “es la falta de la educación y no la pobreza. Hay gente humilde que está lejísimos de ser delincuente y gente de mucho dinero, muy ladrona. Tal vez roban de otra manera, pero roban. Robar no es solo apuntar con un revolver; la política roba. Una persona criada con valores, no va a robar. La educación en valores va desde el presidente de la Nación para abajo. Si vos ves a los presidentes cometiendo irregularidades, sin respetar, los ves hablar y ofender… Estas marcando una tendencia. Yo descubrí una cosa, que me gustaría transmitir: cuando se ganó el Mundial, pensé que el festejo multitudinario iban van a morir miles de personas. Pero no hubo disturbios. ¿Por qué? Porque salimos a festejar orgullos, todos, los de River y los de Boca, de nuestra Selección.
“Hago cualquier cosa”
—Volviendo a la cultura, ¿hay trabajo para todos en la Argentina?
—El trabajo es un tema de voluntad. El problema es si vos solo querés trabajar de gerente... A mí no se me cae un anillo en trabajar mañana de mozo, en tener un kiosco. Mi marca Conciencia la hacemos a pulmón y nunca tuve problema en descargar camiones de agua, en hacer promociones personalmente en los supermercados vendiendo agua, promociono mi obra en la puerta del teatro. Hago cualquier cosa y no me importa, pero siento que hay muchos que piensan “¿Cómo yo voy a hacer esto?”.
—¿Eso lo ves en los actores o en la población en general?
—Lo veo en general. El argentino tiene algo muy aspiracional. Todos quieren ser la tapa de El Gráfico.
—Si fueses el encargado de sacar el país adelante hoy, ¿qué haces?
— Lo sacamos adelante con la educación; agarrando cada escuela y transformándola en un polo de atracción para los chicos: que quieran ir a clases y quieran estar todo el día ahí.
—Para eso se necesitarían recursos... ¿Se le saca a la cultura para invertir en educación?
—No, no sé. No pienso en sacarle a la cultura. Muchas veces se habla de la educación en la Argentina como si fuera igual en todos lados. Cada escuela de nuestro país es un mundo aparte. Las de capital no tienen nada que ver con las de Formosa. Hay que buscar una educación de calidad tanto para el estudiante como para el maestro. La educación es urgente, pero el hambre no puede esperar. En cambio, si a un chico lo haces esperar un mes más para arrancar las clases no pasa nada. El hambre es hoy y ahora.
Velorio a la carta. Teatro Regina (Av. Santa Fe 1235). Los viernes y sábados a las 22.30
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