Juan Pablo Geretto: "El que quiere terapia que vaya y haga terapia"
El próximo 4 de enero, Juan Pablo Geretto estrenará Estrella, la nueva creación de su autoría, esta vez en codirección con Virginia Martínez. En El Camarín de las Musas, la reconocida sala del circuito teatral independiente de Buenos Aires, el actor habitará el espacio de la representación invocando las imágenes que viven dentro de él y evocan a esos personajes con los que convivió en una infancia y adolescencia transcurrida en la santafesina ciudad de Gálvez. Allí, en ese cuadrilátero rodeado de agricultura que se enorgullece de ser sede del Encuentro Provincial de Bolitas y de contar con la bella sala del Teatro Marconi, se conformó y confirmó Geretto, aún antes de partir en busca de otros horizontes más mundanos que le permitieran desarrollar su vocación. "Mis padres ya fallecieron, pero Gálvez era la ciudad de ellos. Y allí comencé a habilitarme como actor participando en los grupos de teatro". No necesitó partir para comenzar a ser él mismo.
En Gálvez habitó el germen. En esa ciudad con sabor a pueblo, distante 80 kilómetros de la capital provincial, y que tiene el privilegio, casi una rareza, de contar con una línea de ferrocarril activa que impide el ostracismo. Estrella, su nuevo personaje, bien podría ser algunas de esas mujeres con las que el actor se cruzaba en la plaza principal o en los jardines de la parroquia Santa Margarita de Escocia. Estrella es una revendedora de productos Avon obsesionada por la expectación televisiva, casi como una única visión de universo posible. Una mujer que, acelerada en su "tempo", se enceguece para no ver. Se fabrica la felicidad forzada. Y se sostiene en un bastón de conformismo ilusorio.
"La primera imagen de la obra que nació en mí tiene que ver con una empresa que te quiere vender la felicidad. Y surge, también, del imaginario emergente en la tía de mi mejor amigo de Gálvez que era revendedora de Avon. Ella decía que era séptima vendedora en todo el país. Era completamente sorda, muy linda, y tenía una hermana que la envidiaba. Recuerdo verla en su bicicleta con los libritos de productos y pensando en la fiesta anual con la que las agasajaban. Volvía de la fiesta y decía: ‘Era tan alta la alfombra que no se me lucían los zapatos’. Eso era salir un poco del barro. Las llevaban a un ambiente de fantasía, tipo Cenicienta, otro mundo", explica a LA NACIÓN en el bar del teatro, luego de uno de los ensayos de la pieza a través de la cual volverá a transitar lo épico del teatro de un solo intérprete, todo un acto de resistencia al neo individualismo, a partir del diálogo profundo que este modo escénico genera con el espectador.
–Existe una suerte de dinámica sectaria en ese tipo de estructuras de ventas.
–Absolutamente. Pero tampoco me gusta plantear las cosas en términos muy malos o muy buenos. A mucha gente le debe haber hecho bien.
Las mujeres que personifica Juan Pablo Geretto pueden ser ácidas como su ya emblemática maestra de escuela o enternecedoras como aquel personaje que acunaba a un espectador en el final de Como quien oye llover. Pero todas están atravesadas por el cincel del detalle, de una configuración de ADN sostenida en miradas, gestos, mohines y frases que las hacen sumamente verdaderas. Reconocibles. Radiografía exacta de prototipos sociales. Y de estereotipos maridados con la caricatura mordaz. "No sé dónde uno aprende a mirar tanto. Depende de la necesidad de comunicarse, de que te quieran, de no perderse nada, de estar atento al otro para complacerlo, hasta que uno se da cuenta que eso tampoco sirve. Pero, por otro lado, no me considero una persona observadora. Soy así, es mi estructura".
En esa estructura, quizá resida el secreto de su reconocimiento. De la buena aceptación de Solo como una perra, Yo amo a mi maestra normal y Como quien oye llover, esos tres espectáculos que lo acompañaron una década cada uno y dónde el actor demostró la ductilidad para ahondar en esas identidades con mucho de pueblerino; siempre adentrado en lo vincular, en el desnudar sistemas de vida, en las búsquedas de felicidades y de constructos artificiosos para camuflar el transcurrir doloroso.
–¿La felicidad es una construcción o un mandato impuesto?
–Es absurdo imponer, pero es lo que sucede. El modernismo es eso: te imponen ser feliz y disfrutar. Y si alguna de esas dos cosas no estás haciendo todo el tiempo, algo hacés mal. Pero la vida no sólo está compuesta de momentos felices. Para mí, el instante feliz es ese momento mínimo, pero de una verdad tan grande que ayuda a sostener el resto de los momentos que no son felices. Tampoco infelices, sino de preocupación, hastío, aburrimiento, desidia, enojo, ira. Tantas cosas te pueden pasar en un día. Y, de repente, abrís el Facebook o el Instagram y ves que hay tanta gente que disfruta y te decís: "Puta, algo no estoy haciendo bien". Luego escarbás y ves que el que te mostró la felicidad en un café, ni siquiera lo probó.
–La tristeza no tiene entidad mostrable.
–Siempre sostuve que la tristeza solo la puede transitar la gente muy inteligente. Pienso que la gente que trabaja menos sobre sí misma, que se pregunta menos cosas, solo se enoja. Habría que ver qué tristeza hay detrás de esa fachada de enojo. Para mí es fundamental trabajar sobre uno mismo, todo el tiempo, toda la vida. Todo te interpela. Pero para que eso suceda, hay que tener ganas de cuestionarse.
–Estrella se somete a una sociedad que encorseta e impone lo que hay que sentir.
–Los coreanos crearon una operación para reír constantemente. Una locura. Es la primera operación que se hace en el mundo para mostrar una emoción permanente.
–¿Tenés a cuestas muchas sesiones de terapia?
–No, para nada. Es una herramienta como tantas. A veces sirve, a veces no. Hay gente que va a la terapia a hacer el resumen de la semana. Y hay terapeutas a los que no les puedo creer. Se supone que el analista toma una distancia sobre lo que uno cuenta. ¿Y si no es así? Por otra parte, uno también debe tener amigos para contarse. Mis amigos me bancan en las malas porque saben que es real. No los tengo que hacer felices todo el tiempo y que, cuando nos reunimos, todo se parezca a una publicidad de Quilmes. Nos pasan otras cosas.
–Permitirse eso otro...
–Y decírselo a los amigos. En mi caso, están avisados que mi mejor lado es durante una hora dentro de un teatro. Es donde soy más sincero. Fuera del teatro, soy la persona que soy y hay que bancarlo.
–¿Cómo es esa "persona que sos"?
–No soy una chispita ni nada de eso. Soy un pibe más bien callado, recaído. Puedo ser el centro de una fiesta, pero preferiría no serlo. A veces me sale, a pesar mío, porque me pongo más histérico de lo necesario. Tampoco trato de luchar contra eso, porque me paro arriba de un escenario. Tengo mi histeria bien puesta. Si no, no lo podría hacer. Los humoristas no somos tan cándidos. Toda la oscuridad del mundo la trasmutamos en humor, pero no la desconocemos.
–En el arte, históricamente se recurrió al humor como herramienta para contar la oscuridad.
–Lo insoportable se cuenta con humor. El drama, en cambio, llega hasta un determinado lugar.
–A partir de la observación innata, ¿cómo es tu proceso creativo?
–Mis personajes o las ideas aparecen en el cuerpo, no tanto en la imaginación. Hay otra cosa que sale cuando improviso. A veces me pongo a fantasear que los recuerdos están impregnados en algún lugar de la musculatura que, solo con moverla, hace que vayan apareciendo. Del cuerpo a la voz, de la voz al papel, y del papel a la repetición. Ese es el camino que sucede. Más de una vez improviso y alguien toma nota. Pero luego, cuando me leo, no me reconozco. Es como una posesión. Pero es una gran libertad lúdica que uno se permite fuera de la moral y lo ético. En el proceso creativo no puede haber límites.
–Ahí fluye lo auténtico.
–No sé cuánto el teatro me revela a mí mismo. Odio pensar el teatro como una terapia porque no lo es. El que quiere terapia que vaya y haga terapia.
–¿Pensás en el espectador en ese proceso primigenio de la creación?
–En esa instancia no. Soy muy seguro de mí mismo. Es casi en lo único en lo que soy seguro. No creo en la originalidad y estoy convencido que lo que yo cuento le sucedió a mucha gente.
–Y eso genera rápida empatía.
–Te toca por algún lado.
–Tus creaciones se recuestan en una buena dosis de ternura. A varios de tus personajes dan ganas de cobijarlos, aún desde sus defectos. ¿Por qué? ¿De qué está hecho ese continente y contenido de tus criaturas?
–Trato que sean nobles. Y los que son brutales... entender su por qué. Siempre dejo algunas miguitas de pan para que se pueda seguir esa pista, datos para el espectador avezado. Por ejemplo, a la maestra la terminás comprendiendo, pero no es el mejor ser del mundo.
Hoy hay una coyuntura muy sensible donde todo ofende o lastima
–Tus personajes, como sucede actualmente con Estrella, son incorrectos. Dicen desde un lugar de impunidad lo que no está aceptado en el marco de las normas de urbanidad.
–Corregí mucho porque hoy hay una coyuntura muy sensible donde todo ofende o lastima. Saqué, a mi disgusto, parlamentos duros, pero no me quería comer un garrón. Hay cosas que se dicen puertas adentro que son diferentes. De todos modos, me mataría si alguien se puede sentir ofendido.
Este cronista pudo asistir a uno de los ensayos de la obra. Juan Pablo Geretto recibe a quien será el único espectador de la pasada con una remera y pantalón deportivo. Con muy pocos recursos externos, el actor se convierte rápidamente en Estrella. Solo basta un par de zapatos, una peluca y un vestido sobre el pantalón. A cara lavada se produce la mutación. "Tenía ganas de dejarme la barba, el pelo en las piernas, y mostrarme sin peluca, pero no me animé. Me pareció que había que dar demasiadas explicaciones".
–¿Cuán libre sos en los procesos creativos y en lo cotidiano?
–Libre soy solo en el escenario. El resto, nada, cero. En la vida estoy lleno de mohines, de cosas que hago para que me quieran.
–Una búsqueda habitual, y lógica, en el artista.
–No sé si lo busco, me sale así. Lucho todo el tiempo con eso. "¿Y qué pasa si se enojan?", me pregunto.
–¿Qué te respondés?
–No pasa nada. De hecho, ahora me abro un poco más en las redes. Yo también tengo ganas de pifiarla.
–¿Qué sobrevive hoy de aquel Juan Pablo de Gálvez?
–En el momento del escenario donde uno puede ser más parecido.
–¿Cómo recordás aquella infancia?
–La salvación, para mí, era no ir a aquellos lugares donde no me querían o donde me costaba mucho entrar. Siempre me refugié en la gente que me quiso. Eso fue inteligente. Me preservaba. A los ocho años entré a un grupo de teatro, allí todos hablábamos de lo mismo. Por suerte, mi pueblo es bastante amigo de la escena. Y la educación en Santa Fe era un faro.
–¿Qué pasaba con los chicos de tu edad ante ese Juan Pablo de gustos menos convencionales?
–No jugaba al fútbol, tenía que hacer lo mío, entretenerme. El primario fue aburrido, mis intereses eran poco comprendidos por las maestras. Les debe haber resultado difícil estar frente a una persona inteligente y demandante, por más que fuera un niño. Tenía la libertad para decir cualquier cosa y las decía. Encima era amoroso, rubio, lindo. Los chicos lindos tenemos más atención. Ahora se me pasó lo de la belleza.
–De todos modos, nada más subjetivo que los cánones de belleza que, además, están atravesados por las épocas y los procesos culturales.
–Sí, pero cuando sos lindo la gente te mira más. Uno mira más a un lindo que a un feo. Existe la belleza y la no belleza dentro de un paradigma. Aunque el sistema de enamorarse y no enamorarse es autónomo. Uno se enamora de otras cosas.
–¿Y cómo te fue en ese aspecto?
–Siempre bien. Tuve pareja toda mi vida.
–¿Incluyendo el presente?
–No, me separé hace un año, luego de diez de relación. Y antes tuve dos parejas de ocho años cada una. Relaciones largas y amorosas.
–¿Qué buscás en el otro?
–No sé qué busco. Me pasa que sucede o no el hecho de enamorarme. Todos fueron buena gente, nobles, divertidos, inteligentes.
–Las elecciones hablan más de uno que del otro.
–Y el otro tiene que bancarse lo de uno. El otro día un chico me dijo: "Debe ser difícil acompañarte". Me largué a llorar y le dije que sí. No soy una persona optimista. Si fuera optimista haría otros géneros. Pero hago humor.
Estrella.
Otras noticias de Entrevistas
Más leídas de Espectáculos
Carolina Herrera deslumbró en la presentación de su colección Resort 25 en Ciudad de México
"Tengo una nueva reunión". Massaccesi define su futuro, tras la salida de Lapegüe de TN, y Nelson Castro le pone un punto final a los rumores
"Pacto de sangre". Airbag: la banda que sobrevivió a estafas, sigue “al costado” de las modas y llena estadios
Dolor. Así reaccionaron los famosos ante la muerte de Roberto Giordano