Juan José Campanella anunció que se dedicará casi de manera exclusiva al teatro, tras abrir el Politeama
La vieja sala se abrió hace 143 años y fue demolido en 1958, pero el cineasta construyó una imponente sala con capacidad para 705 espectadores y un costo de inversión de 5 millones de dólares
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Quizás en un tiempo cuando se hable de Juan José Campanella la referencia inmediata no sea su producción audiovisual sino su labor como hombre de teatro. Por lo pronto, como hecho más que concreto, el ganador de un Oscar, de varios Goyas y de dos Platino por sus películas tiene una sala propia cargada de historias. Recién llegado de los Estados Unidos, donde está filmando nuevos episodios de la serie La ley y el orden mientras que Los enviados sigue disponible en Paramount+, se fue al teatro Politeama para observar los avances de esta obra. “Además de todo eso, durante años funcionó en la esquina de Paraná y Corrientes el bar Politeama al que yo siempre frecuentaba cuando iba a la Lugones. Para todos los estudiantes de cine de fines de los setenta o principio de los ochenta es una esquina muy importante. Por otra parte, la última obra de teatro que se presentó en el viejo teatro fue una de Pablo Palitos, un cómico que me encantaba cuando era chico. Recorriendo la sala uno siente que hay fantasmas, como en la canción de Serrat ‘Los fantasmas del Roxy’. Uno percibe que esos fantasmas que estuvieron deambulando en la intemperie durante tantos años ahora, nuevamente, tienen camarines para poder acomodarse. Es una sensación hermosa hacer un teatro desde cero, porque esto no es una restauración. A eso hay que sumarle la sensación de hacerlo en un mismo lugar en donde hubo tanto arte y tantos cómicos, a quienes siempre admiro todavía más que a los actores dramáticos”, cuenta a LA NACION.
El proyecto empezó a gestarse hace siete años. En ese andar, fueron definiendo qué tipo de espacio querían. “Siempre soñamos con una sala de estas características en cuanto a la cantidad de butacas. En Buenos Aires, las viejas salas que quedan son muy grandes, de más de 900; y entre las nuevas o las que se fueron subdividiendo son, como mucho, para unos 450 espectadores. De 700 butacas diría que solamente queda el Maipo. El Politeama viene a llenar ese espacio. Por otra parte, en cuanto a la forma de la sala, queríamos un espacio en el cual se vea bien desde todos lados. La percepción que uno tiene parado en el escenario es la de estar en una sala de 200 localidades porque todo están muy cerca. Se logra la sensación de un teatro íntimo siendo una sala de grandes dimensiones”.
En cuanto al contenido, “en la medida de lo posible vamos a tratar de poner énfasis en los autores nacionales teniendo en cuenta que lo principal es apuntar a montajes bien hechos y bien actuados, sea un entretenimiento o un drama –señala el creador–. En la medida de lo posible, la curaduría teatral sería similar a la que aplico a mis propias obras. O sea, lograr que vos salgas sintiéndote bien, que la historia te posibilite mirar a tu propia vida desde un ángulo que nos observaste y que te permita ver algo positivo en todo eso. Que salgas un poco mejor de cuando entraste”. Después de haber montado dos obras, todo indicaría que la tercera sería, lógicamente, en el Politeama. Por ahora, no se anima a dar precisiones aunque anticipa todavía un cambio más radical: “Mi transición hacia el teatro es cada vez más acentuada. Me gusta mucho lo que está pasando con la actividad escénica que está muy por fuera de los avatares de la industria. Sabemos que estamos en un período de transición, de un tsunami de cambios en los que hace a la industria del cine y la televisión; en contraposición, el teatro sigue manteniéndose su arte desde hace siglos. Por eso cada vez más me voy a ir dedicando a la actividad teatral”.
No hay metáforas en lo que dice. De hecho, en menos de dos semanas abre el Politeama, la sala que, junto a sus socios, viene imaginando y deseando desde hace siete años.
En el nuevo teatro Politeama todavía no hay actores ni público ni aplausos. Los protagonistas de este momento son unos 200 profesionales, arquitectos, montajistas y obreros de la construcción que están trabajando a todo ritmo para que el viernes 17 se inaugure este nueva sala con La verdad, la obra que protagonizarán en su nueva versión Candela Vetrano, Mery del Cerro, Agustín “Cachete” Sierra y Tomás Fonzi, dirigidos por Ciro Zorzoli y con producción de Gustavo Yankelevich. En 1879, en este enorme terreno que da hacia la avenida Corrientes y a la calle Paraná, se inauguró el viejo teatro Politeama. Esa noche hubo un gran baile al que habría asistido Domingo Faustino Sarmiento, en su carácter de presidente de la Nación. Con el paso del tiempo, aquella sala impresionante por sus dimensiones y por los artistas que pasaron por allí tuvo varias reconversiones, sobrevivió a la ampliación de la avenida Corrientes y terminó demolida en 1958. A partir de aquel momento, se convirtió en una playa de estacionamiento. A 143 años de aquella noche de fiesta inaugural y a 64 años de su desaparición, un nuevo teatro Politeama reaparece.
En lo que será el hall de entrada, que da hacia Paraná, los operarios están trabajando a contrarreloj. En uno de los laterales funcionará un restaurant y un salón VIP. En el opuesto, se ubicarán grandes cartelerías como parte de un diseño que pretende articular el lujo con la austeridad. Bajo el escenario están los camarines, dos de ellos en suite. Por ahora no están los famosos espejos, pero ya llegarán. Habrá otra entrada hacia Corrientes en donde allí también se instalará una boletería y una gran marquesina sobre esa imponente torre vidriada de 30 pisos proyectada por el Estudio BMA, que está en ese sector del terreno por donde se ingresaba al antiguo Politeama.
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