Juan Carlos Gené: el último patriarca
Murió ayer una figura mítica de la cultura argentina. Fue actor, director, dramaturgo, guionista de televisión, dirigente gremial y un creador profundamente comprometido con su tiempo
Se podría decir que fue autor, actor, director, docente, creador, pero, por toda su trayectoria aquí y en el exterior, se puede decir que Juan Carlos Gené fue un artista que hizo del teatro su forma de vida. "Lo que hago lo siento y lo practico con la misma devoción y pasión", decía, y esto nadie lo podía discutir.
Había nacido el 5 de noviembre de 1928, en el barrio de Balvanera, y como reconoció en una entrevista, se consideraba integrante de una generación influida desde cuando eran niños por la Guerra Civil española, y posteriormente, también signada por la irrupción del fascismo contra el socialismo y por la Segunda Guerra Mundial.
En cierta forma, esta influencia lo marcó toda la vida a tal punto que en julio de 1976, frente a la dictadura militar, debió exiliarse en Venezuela, donde estuvo 18 años, hasta que, en 1993, regresó a la Argentina donde inició una intensa actividad teatral.
En aquel país caribeño había fundado el Grupo Actoral 80 y cuando llegó al país se desempeñó como director general del Teatro San Martín y director del Celcit (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral), cargo que se sumó a los que había realizado anteriormente como secretario general y presidente del gremio de actores durante 11 años y director de Canal 7 en 1973.
Pero, sin lugar a dudas, su mayor legado residió en lo artístico, sobre todo en la dramaturgia y en la docencia, bajo cuya mirada surgieron nuevos y talentosos intérpretes.
Como maestro, Juan Carlos Gené enseñaba que había que guardar la liturgia de lo sagrado, donde no tiene que sobrar nada: cada objeto debe ser funcional a la obra, a la verdad que en escena se está poniendo en juego y que cuando uno hacía teatro no podía desprenderse de la realidad, hay una dependencia espacial, de tiempo, de sala, de público.
En su producción autoral no faltó una crítica social en la que muestra, entrelazando humor y dolor, fantasía y realidad, a los personajes que se aferran a la vida persiguiendo sueños que a veces son imposibles.
Entre sus obras teatrales se destacan El herrero y el diablo, Ulf, Todo verde y un árbol lila, Ritorno a Corallina , El sueño y la vigilia, Golpes a mi puerta, El inglés, Memorias bajo la mesa , piezas que dirigió él mismo como era su costumbre: "Para mí escribir una obra es un paso de un proceso que termina cuando me subo a un escenario. Será por eso por lo que no me gusta que otros monten mis piezas, podrán ser puestas brillantes, pero las siento ajenas".
No tardó en sobresalir en la pantalla chica con títulos como Cosa juzgada (1969), que marcó un hito muy importante en la televisión argentina al dramatizar los casos judiciales de nuestro país; La santa (1997), Los gringos (1984), Pájaro ángel (1974), Alguien como usted (1973), Alguien como vos (1973), medio que lo estimuló para realizar guiones de películas como Gracias por el fuego (1984) y La Raulito (1975).
Toda esta tarea como autor no le impedía subir al escenario para dar vida a diversos personajes ni colocarse en el rol de director. Dio vida a los personajes de Minetti, Copenhague y Volpone, por mencionar algunos muy representativos, y dirigió a autores como Shakespeare, Alfonso Sastre, Eichelbaum, Skármeta, Tennessee Williams, Cabrujas. Son múltiples los títulos que incluyen tanto autores nacionales como extranjeros. Pero, entre éstos, había uno en especial que lo atraía profundamente y que no se puede dejar de mencionar: Federico García Lorca, autor con el que se despidió de la escena con una versión que Gené había realizado de Bodas de sangre (2011). "Uno no termina de saber lo que la memoria recuerda o lo que la memoria inventa", dijo en una entrevista a La Nacion, después de repasar algunos hechos muy significativos de su niñez, y que están íntimamente ligados con Federico García Lorca. Porque el texto del poeta español y su vida personal parecen haber encontrado una ida y vuelta que lo terminó conmoviendo cuando aproxima recuerdos de infancia en los que su familia española le marcó un camino muy certero y definitivamente poético. Esta relación "tan raigal", como él la llamaba, con García Lorca, se proyectó en varios espectáculos que Gené creó en la década del 80 y 90. Nunca puso una pieza de Lorca de manera integral. Prefirió jugar apasionadamente con acontecimientos de su vida, con sus textos, y lo hizo en experiencias como El memorial del cordero asesinado (1986), Cuerpos presentes entre los naranjos y la hierbabuena (1990), Delicadas criaturas del aire (1993) y Aquel mar es mi mar (1998), entre otros trabajos. "El mundo de Lorca es como si fuera mi propia naturaleza -comentaba Gené-. Es una cosa muy difícil de explicar. Sobre todo cuando el teatro de Lorca plantea, en su época, una violencia, una fuerza, una revelación. Creo que muy pocos dramaturgos de su tiempo tuvieron su fuerza conmovedora. Y, además, hasta tiene un modo muy particular de exponer lo humano con la textura de lo español."
En los últimos años, el tema de la muerte estaba presente en su pensamiento y sentía que cuando se alcanzara la meta debía prepararse para partir. El alcanzó muchas metas y todavía tenía proyectos para realizar. Aunque no pudo concretar todos, sin embargo, se dio el gusto de seguir, hasta el último momento, subiendo a escena para una función más. De hecho, el año pasado montó en el Teatro Presidente Alvear su versión de Hamlet que fue protagonizada por Esmeralda Mitre y Mike Amigorena.
Sus restos serán trasladados hoy, a las 14, al Panteón de Actores del cementerio de la Chacarita.
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