José Sacristán: la actuación como juego, la nostalgia por las batallas perdidas y su retorno a los escenarios porteños
En el Teatro San Martín, esta figura emblemática con una fuerte llegada en nuestro país, estrenará un unipersonal que luego, como ya ha hecho en varias oportunidades, saldrá de gira
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Del calor madrileño al actual frío porteño sin escalas. El reconocido actor español con más de seis décadas de actividad en teatro, cine y televisión, José Sacristán arribó a esta ciudad ya que mañana, sábado, estrena en el Teatro San Martín el unipersonal Señora de rojo sobre fondo gris, un espectáculo basado en la novela homónima de Miguel Delibes en la que es dirigido por José Sámano. “Es muy importante para mí saber que tengo en la Argentina un muy buen lugar en el mundo. Creedme que, en medida de mis posibilidades, es algo que procuro corresponder”, dijo apenas se inició la conferencia de prensa.
En Solos en la madrugada, con aquel monólogo final que sintetizó el humor social en nuestro país en tiempos del fin de la dictadura, el intérprete de Un hombre llamado Flor de Otoño, Asignatura pendiente o El muerto y ser feliz definitivamente pasó a ser uno de los actores españoles de mayor arraigo en el público local. Ahora, vuelve con esta obra que estrenó hace 5 años que, como confesó en el encuentro que fue presentado por la directora del Complejo Teatral Gabriela Ricardes y por el ministro de Cultura Enrique Avogadro, se trata del trabajo más personal por la afinidad, admiración y la amistad que tuvo con Delibes.
“De pequeño, en mi pueblo, me ponía las plumas de las gallinas en la cabeza y le hacía creer a mi abuela que era un comanche. Yo, todavía, cada vez que me pongo adelante de una cámara o en un escenario, más allá de principios o métodos, me pongo las plumas de la gallina. Y vuelvo a tomar como primer paso, no solamente profesional sino moral, al juego. La profunda seriedad del juego. Es lo que me mantiene y me hace feliz, de hacerme disfrutar. Porque si por hacer algo muy bien hay que pasarlo mal, yo prefiero hacerlo peor -suelta el actor- A mí me hace decir repetir doce veces ´¿Cómo está usted, señor conde?’, y te mando a la mierda. Yo estoy aquí para jugar con la profunda seriedad del juego, pero que nadie me haga pasar por eso de torturarme”. Así de directo es José Sacristán.
“Mi carrera ha sido el gozo del crío que ha visto cumplido su propósito, el de hacer creer a la gente que era el estudiante, el pregonero, el recluta, el emigrante, el abogado, el médico”, reflexionó el año pasado cuando se enteró que le iban a otorgar el Premio Goya de Honor. En esta oportunidad, en la obra que también se presentará en diversas ciudades del país le tocará dar vida a un pintor con muchos años en el oficio sumido en una crisis creativa en tiempos de los meses previos a la muerte del dictador Francisco Franco.
En su vida, el puente Madrid-Buenos Aires es de larga data. En 1987, se trasladó a esta ciudad en donde permaneció más de un año junto a Charo López interpretando Una jornada muy particular, que dirigió Carlos Gandolfo. Con el tiempo volvió, mientras mantuvo una intensa relación con la actriz Leonor Benedetto. Aquí mismo filmó Un lugar en el mundo (”Es una de las pocas películas mías que cada vez que vuelvo a ver me gusta más”, aseguró en 2011) y Roma, de Adolfo Aristarain; Convivencia, de Carlos Galettini; o la a road movie El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo. En Roma, justamente, compartió protagonismo con Susú Pecoraro, Marcela Kloosterboer y Juan Diego Botto quien, como Alterio, es otro actor argentino radicado en España y fue quien protagonizó en el San Martín un elogiado trabajo que forma parte de este nuevo desembarco de la escena española en nuestro país. En esta misma ciudad es donde protagonizó Caminando con Antonio Machado: de los días azules al sol de la infancia, la comedia musical El hombre de la Mancha, con la cantante Paloma San Basilio. En todos esos años ha sido tan fuerte su arraigo en estas tierras que hasta se animó a conducir un programa de radio que inició con un encuentro con el fiscal Julio César Strassera.
Entre tantos viajes cruzando el Atlántico, la última vez que se subió a un escenario porteño fue en 2008 con Dos menos, junto Héctor Alterio, el gran actor que hace unos meses volvió a Buenos Aires, dirigidos por Oscar Martínez. Ahora, hasta fin de mes, por primera vez habitará el escenario de la Martín Coronado, la sala más importante del San Martín con Señora de rojo sobre fondo gris en la que Sacristán, según la crítica del diario ABC, de España, “pone voz, gesto y lágrimas, también unos tragos de alcohol y algunos valiums, a este monólogo sobre la muerte de la persona a la que se ha amado siempre y agita las cenizas del recuerdo para repasar la vida junto a ella y las fechas terribles de su enfermedad”. Para el momento de su estreno, el diario El País, consideró la actuación de este señor nacido en la localidad madrileña de Chinchón como, sencillamente, “magistral”.
Luego de las dos semanas en el San Martín, la obra se presentará en San Juan, Mendoza, Lomas de Zamora, Rosario y La Plata; y culminará, desde septiembre, en el teatro Astros. Pero, con tantos años de vidas, para este señor de 85 años será la primera vez que actúe en el San Martín. “Esto es un templo -apuntó observando uno de los amplios halls del teatro-. La cordialidad, el amor, el seguimiento, el interés, esta especie de comunión que hay entre la sociedad civil y el mundo de la cultura con este templo hace que sea un honor poder pisarlo”. Y en esto de la entrega que siente en estas tierras recordó cuando presentó junto al músico Facundo Ramírez Caminando con Antonio Machado, trabajo que pasearon durante un largo tiempo por diferentes ciudades del país. “Y hay un dato muy bonito porque deberíamos haber terminado la gira en el Teatro Nacional Cervantes, pero vinieron a vernos una parejita de gente joven de Saladillo y nos dijeron que el ayuntamiento de esa ciudad había comprado un piano de segunda mano para que yo pudiera hacer el recital de Machado. ¡Terminamos en Saladillo! Cuando a uno les pasan estas cosas no se pueden olvidar”, señaló en tono nostálgico.
En Chichón, a los 14 años su padre lo puso de aprendiz en un taller mecánico. Pero Sacristán hizo de las suyas y entró en unos cursos de vocalización y canto de la sección femenina. Ahí se topó con los del grupo de teatro hasta que lo invitaron a sumarse. Pero, claro, le costaba desprenderse del mandato familiar hasta que le llegó la carta en la que le indicaban que debía sumarse a la “mili”. “Me voy 18 meses a África. Cuando vuelva, ya no regresaré al taller. Ya me ganaré la vida“, le dijo a su padre. Hombre de palabra, acá lo tenemos de vuelta en Buenos Aires.
Cuando se le trajo a cuento aquello de que se habla de él como un “optimista melancólico” se reconoce sin muchas vueltas. “Creo tener la lucidez del perdedor. Sé que la guerra está perdida, que me voy a morir rodeado de hijos de puta, de cabrones, de ladrones, de torpes, de necios...; pero hay que salir a librar la batalla diaria de la dignidad para defender las cosas que uno considera que son imprescindibles para salir a la calle con la frente medianamente alta. Entonces hay una melancolía latente en el compartimiento de uno de saber que siempre algo se está escapando de las manos, que no se va alcanzar; pero, de una manera optimista. Hay que enfrentarse a la adversidad, a la ultraderecha con alegría y con rigor”, define este señor de miles de batallas admirador tanto de Alberto Olmedo como fanático confeso de la radicheta que intentó cultivar con su señora en su casa sin demasiada suerte.
“Yo no establezco categorías ni a los medios ni a los géneros. Me parece que hacerlo bien es tan difícil tanto sea cine, teatro o televisión; o haciendo una tragedia griega o unos chascarrillos. Seguramente, la tabla de ejercicio más compleja para el actor es el teatro, pero le tengo muchísimo respeto a la cámara cualquiera que sea. Es un artefacto que está ahí y al que hay que darle la información exacta. En el teatro tu madre, tu tío, el vecino vienen a decirte de lo bien que estás; pero la cámara solamente lo que te dice es que te sientes ahí y la mires. Tampoco soy de convertir a los escenarios en tribunas para decirle a la gente cómo tiene que vivir”, señala este intérprete que ha obtenido infinidad de premios.
Durante la introducción, Enrique Avogadro destacó que la presencia del actor se produce en el marco de los 40 años del regreso a la democracia (de la cual él fue uno de los testigos más claro de aquellos primeros y complejos años). LA NACIÓN le consultó por su reflexión sobre las recientes actos de censura artística que se viven en su país. “Es aterrador -apunta sin muchas vueltas-. Hay un término poco ortodoxo que se usa en España, pero mí esto me tiene acojonado el auge que está tomando la extrema derecha con el aval de un partido de gobierno, como es el Partido Popular. Lamentablemente, además no sé qué coño está pasando porque no es solamente en España: es también Italia, Francia, Finlandia, Alemania, Grecia, Portugal... ¿Qué pasa con este movimiento, desde mi punto de vista, absolutamente impresentable? Porque están ahí porque las gentes los vota. Ha habido un agente provocador de esta situación que ha generado todo esto y un cierto comportamiento de una evidente responsabilidad por parte de la izquierda. Hay algo de sensación de guerra perdida automática, pero la batalla de cada día se defiende de manera optimista y alegre”.
A José Sacristán claramente se podrá decir que es un actor de llegada internacional. Sin embargo, él pone los puntos sobre las íes. Tú vas a Colmenar de Oreja y dices: ‘Al Pacino’ y todo el mundo sabe quién es. Pero tu vas al pueblo en donde nació Al Pacino y dices ‘Pepe Sacristán’ y no tienen la más puta idea”. apunta con total sinceridad ante la risa de unos y otros.
Dato no menor: la llegada de este señor es tan fuerte que ya quedan pocas entradas para verlo en el San Martín.
Para agendar
Señora de rojo sobre fondo gris, un espectáculo basado en la novela homónima de Miguel Delibes protagonizado por José Sacristán. Funciones: de miércoles a domingos, a las 20:30; martes 18 y 25, a las18.30, en el Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530, CABA). Entradas: 5.300 pesos
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