José María Muscari, Ana María Picchio, Karina K y Julieta Ortega, listos para estrenar
El director y las actrices anticipan Perdida Mente, una comedia dramática sobre el funcionamiento del cerebro y las emociones
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Después de casi dos años sin poder montar un espectáculo (aunque es bien conocido y notorio el éxito que obtuvo durante toda la pandemia con los distintos formatos de Sex) José María Muscari vuelve a los escenarios con una obra que promete, sino polémica, un buen nivel de discusión. Perdida Mente –tal el título de la comedia dramática que escribió junto a Mariela Asensio- está inspirada en diversos textos de neurociencia de Facundo Manes. “La obra trata sobre el cerebro y las emociones. Ese es el tema”, comienza explicando el enfant terrible de la escena nacional. “Y el argumento es la historia de una jueza de la Nación (rol que interpreta Leonor Benedetto) que empieza a registrar que su cerebro no funciona como ella desearía en este momento de su vida; por lo cual, apoyada por su mano derecha y dama de compañía (que encarna Ana María Picchio) decide convocar a las mujeres más importantes de su vida: a su hija (Julieta Ortega), con la que hace nueve meses que no se ven porque es una excéntrica con excesos varios que anda viajando por el mundo; a su hermana menor (Karina K), una persona muy desbordada emocionalmente y con una diferencia socioeconómica muy importante respecto de ella; y a su abogada-testaferro (Patricia Sosa), que exhibe claramente desprolijidades en relación con cómo maneja su dinero. Esas tres mujeres, que no viven con ella, vienen a su casa a enterarse de que su cerebro está necesitando ayuda”, resume el artífice de En la cama, Escoria, el lado B de la fama, Piel de chancho, La casa de Bernarda Alba, Extinguidas, Casa Valentina y Madre Coraje, entre varios sucesos.
Consultado sobre la permeabilidad del público para aceptar en estos momentos un tema tan sensible como es la disminución de las capacidades cognitivas en un adulto mayor, Muscari opina: “Es una comedia dramática, sí, pero donde lo dramático llega a ser gracioso. También es emocional, pero estamos todo el tiempo buscando que el tema provoque la identificación por medio del humor, que es -según mi entender- desde donde se genera la mayor posibilidad de que uno piense sobre lo que está pasando”. ¿Sería Perdida Mente, entonces, una comedia con mensaje? “Me gusta pensar a esta obra como una comedia con conceptos”, resume.
¿Sobre qué textos específicos de Facundo Manes está construida la obra? “Es una obra de inspiración libre, no tiene que ver con determinados libros sino más bien con el vínculo que yo establecí con las personas que hablan de neurociencia en los medios de comunicación. Me pasó con Facundo y con otras personas, que cuando empezaron a hablar de neurociencia en la televisión me quedé imantado; es que nunca había escuchado a alguien a hablar de cómo funciona el cerebro, de cómo afecta al estómago, a las emociones, al amor, al vínculo con la familia. A pesar de que me analizo hace un montón nunca había pensado en el cerebro. Creo que uno siempre está pensando el cuerpo, no el cerebro. Pasé a interesarme en el mundo del cerebro y sobre todo en la neurociencia, que era un concepto que a priori me parecía aburrido o inabarcable. Después, cuando me metí de lleno en el tema me di cuenta que la neurociencia era la vida, era cómo tu cerebro funciona frente a un problema, cómo resuelve tus falencias, cómo se coloca frente a lo que está pasando y todo eso nos sirvió de colchón, a Mariela Asensio y a mí, para escribir esta comedia”.
Para continuar hablando de la génesis de Perdida Mente, y otras cuestiones en torno al espectáculo que se estrena el miércoles 22 en el Multiteatro, LA NACION reunió en el hotel Four Seasons a Muscari con parte de su elenco estelar: Ana María Picchio, Karina K y Julieta Ortega.
-Ustedes ya habían trabajado oportunamente con José María. Julieta, en Desangradas en glamour, Ana María en Atracción fatal y Karina en una versión de teatro leído de Julio César, en el ciclo Teatrísimo. ¿Cómo es el método de trabajo Muscari del que tanto se habla?
Julieta Ortega: -Ágil, rápido y con ritmo. He visto muchas cosas de él, algunas me gustaron más que otras, pero nunca me aburrí. Él hace mucho hincapié en eso, sea el tema que sea, todo tiene que ser veloz, hay algo en todas sus propuestas que no se detiene nunca. Él y sus obras son trenes balas. Hay que estar muy despierta con él porque en el segundo que te distrajiste pasó una mosca y ya te perdiste tu momento, porque tu momento son todos los momentos, porque cuando no estás hablando estás mirando para un lado o cruzando el escenario.
Karina K: -Lo que me impacta de trabajar con él es que es un director presente, está en cada detalle. Después de una pasada te da una devolución con dos o tres frases para hacer crecer e iluminar al personaje y poder sacar todo tu potencial de actriz afuera. Después de un año y medio de no hacer teatro disfruto mucho estar trabajando con José María, con él siento que volví al juego, me otorga una libertad extraordinaria para hacer mi trabajo. Con él tengo la autonomía de decir: ‘Me surgió decir esto, ¿lo puedo decir así?’ y que él me diga: ‘Sí, hacelo a tu modo, probá lo que quieras, apropiate del material’. Es muy importante para un actor trabajar con esta autonomía, he tenido otros directores para los cuales todo era inamovible.
-A propósito, ¿la obra se mantuvo tal cual fue concebida originalmente o fue cambiando a través de los ensayos y del aporte de cada una de las intérpretes?
Muscari: -Fue variando mucho como todo mi teatro. Es una obra de texto, sí, y la empecé a concebir hace como cinco años atrás; no es que la escribí ahora teniendo en cuenta lo que pasa en los ensayos, pero creo en la dramaturgia de síntesis, en la dramaturgia de apropiación. Es la que más me gusta. Ninguna de las actrices están diciendo algo nuevo, pero no están diciendo lo que yo escribí, lo que yo escribí es infinitamente inferior a lo que ellas están diciendo en escena. ¿Por qué? Porque yo llamé a cinco actrices inteligentes, que piensan en relación de lo que tienen que contar y actuar. No son sólo inteligentes para esta nota, son inteligentes para actuar. Entonces, cuando me plantean ‘esto no me gusta’ o ‘esto está largo’ o ‘esto acá no funciona’ yo las escucho atentamente porque soy un autor que escribe solamente para dirigir, no tengo una pulsión de autoría. Yo te diría que esta obra la escribí para poder ensayar con ellas.
-¿Y cómo es, José María, trabajar con un grupo de actrices tan heterogéneo, que provienen de extracciones tan distintas, con backgrounds tan diversos? ¿Intentás homogeneizar al grupo o potenciar las diferencias?
Muscari: -Si fuera un elenco homogéneo yo me aburriría mucho, no me gustaría. A mí me parece que esa cosa iconoclasta que forman ellas es parte del caldo de cultivo del espectáculo que se verá en escena. Por supuesto que hay algo que mancomuna, que es la obra. Ya la obra iguala, hace que esos diferentes ingredientes se combinen para hacer una buena receta. Lo que determina esa igualdad no es que yo le pida a Karina que cambie su método de actuación para que se parezca al de Leonor. Imaginate que entre ellas hay una distancia enorme, no sólo generacional sino de experiencia y de formación. O la manera en que Ana María puede encarar su personaje y Patricia, para la cual no es habitual actuar. Sin embargo, para mí cada una de ellas está muy bien elegida para lo que tiene que hacer y, además, se las percibe muy comprometidas. Y cuando alguien está comprometido y enfocado el resultado se organiza.
-¿Cómo es el personaje de cada una de ustedes? ¿Cuáles son sus características más sobresalientes?
Picchio: -El mío es una mujer sencilla. En la obra se autodescribe muy claramente. Dice: ‘Yo soy curiosa y cuando me enseñan algo lo aprendo rápido. Soy buena, soy decente y soy muy trabajadora’. Ya con esos elementos una puede armar un lindo muñeco, ¿no? Y defenderlo, claro. La tarea de mi personaje es no permitir que nada ni nadie ensucie el terreno que lleva adelante. Es muy digna y no permite que nadie le grite. ‘Si la señora no me grita, no me puede gritar nadie, ¿eh?’, sostiene. Se llama Shirley González y es una mucama peronista.
K: -Yo soy la tía Queca, una mujer que tiene un desequilibrio emocional importante, que batalla con eso y busca alternativas para superarlo, como hacer yoga y terapia. Tiene una baja autoestima porque su hermana es poderosa, inteligente, brillante y triunfó en la vida; ella, en cambio, es una solterona que se quedó en su pequeño mundo con sus plantitas, que le cuesta relacionarse con los demás y es muy solitaria, pero en el momento que le abren la puerta es como el toro que sale al ruedo y puede ser devastadora. No se sabe gobernar a sí misma, no tiene inteligencia emocional.
Muscari: -Perdón que me meta, pero quiero señalar que los personajes de la obra tienen algo que los vuelve atractivos para actuar que es que dicen todo lo que piensan. Por eso yo les pido mucha rapidez a las actrices porque creo que son personajes que si pensaran lo que tienen para decir no dirían la mitad de las cosas que dicen. Hablan a borbotones, sobre todo el personaje de Julieta, que además lo hace extraordinario, mucho mejor de como yo lo escribí; tiene esa impunidad de decir todo lo que le viene a la cabeza sin darse cuenta de si esto está bien o está mal, de si está dentro de las reglas de la lógica y de si afecta a los demás o no. En síntesis, ella vomita lo que piensa.
Ortega: -Yo soy Isabella, la hija de la jueza, el personaje que interpreta Leonor. Tiene esa madre importante, que ha ganado mucho dinero en su vida; y su vida está sostenida por el dinero de esa madre, gracias al cual se ha dado el lujo de viajar por el mundo y de cultivarse. Es una chica culta, leída, pero no puede parar de contar todo lo que sabe, y promediando la obra uno puede ver que es una chica que está sufriendo, que está recontra fuera de eje, con un problema de ansiedad muy grande y mal medicada. Durante su crecimiento no fue mirada lo suficiente por su madre y le pasa lo que le suele suceder a los hijos de gente muy poderosa: que no alcanzan el nivel de sus padres, que no llegan a mitad del camino o que directamente no son nada, al menos a los ojos de sus progenitores. Tiene la autoestima destrozada.
Muscari: -Para terminar de contestar tu pregunta te cuento que el personaje de Leonor se llama María Inés Quintana. Es una jueza de la Nación que está en actividad. Básicamente es una mujer muy autónoma, poderosa e inteligente, muy lúcida y con una capacidad de dialéctica muy magnética, que se da cuenta que la magia que la ha hecho ser quien es empieza a resquebrajarse, que su cerebro ya no funciona muy bien, que sufre de un deterioro cognitivo; y eso la hace entrar en un espiral de sinceridad bastante abrupto, para con ella y con los demás. Y el personaje de Patricia se llama Selva Ali Manzur, es una abogada que maneja todas las cuentas de la jueza, una abogada mediática que defiende casos indefendibles en la TV, en paralelo a la función de apoderada de María Inés. Es un personaje que está basado en el concepto del cerebro corrupto. Ella acepta que es corrupta. A pesar de que es un personaje antipático de escuchar, psicológicamente va a generar muchísima identificación. ¿Viste que en la televisión hay varios periodistas, tanto hombres como mujeres, que no los podés dejar de mirar a pesar de que estén diciendo lo peor de lo peor y no te identifican? Bueno, eso es Selva.
-Ahora que acabás de nombrar a Patricia, ¿cómo tomaron su repentina operación del corazón? ¿Sintieron miedo? ¿Eso modificó el proceso de los ensayos?
Ortega: -Está bueno que lo preguntes porque trascendió que tuvo un infarto y no fue así. Ella faltó solo a tres ensayos.
Picchio: -Yo creo que todo lo que te pueda pasar en el corazón es lo mejor que te puede suceder porque así zafás siempre, y ella zafó. Venía manejando su auto y empezó con una agitación profunda, paró, se bajó del auto, se tomó un taxi y se fue a la Favaloro. Y ahí inmediatamente le hicieron todos los estudios y le explicaron que le tenían que hacer una pavada, un service como el que hacen los plomeros. Entonces nos quedamos todas tranquilas, yo más que nadie porque sé del tema. A mí me hubiera gustado ser médica, no actriz. Yo la llamé todos los días y ella siempre con la mejor onda. Nunca nos quiso asustar; es más, de la intervención recién nos avisó al día siguiente.
Muscari: -Yo no puedo dejar de relacionar esto de Patricia con la obra; en primer lugar porque el personaje de Leonor en un momento dice: ‘Yo creo que mi cerebro no está funcionando muy bien porque hace un tiempo se me rompió el corazón’, o sea que relaciona su cerebro a su corazón. Yo creo que es muy simbólico que una mujer que toda su vida se ha dedicado a cantar y es una de las cantantes número uno de la Argentina, haya decidido en este fragmento de su vida dejar, por decirlo de alguna manera, la voz de lado y poner en juego las emociones, el corazón y el cerebro; y que de golpe su corazón haya necesitado ser asistido. No puedo dejar de pensarlo como una buena causalidad. Pareciera que ella preparó el corazón para lo que viene, que sería ir todas las noches a actuar, lo cual es muy diferente que subirse a un escenario a cantar, que es lo que hizo toda su vida. La adrenalina que puede sentir cualquier de las otras cuatro actrices del elenco es muy diferente a la de quien no tiene ese hábito. Porque Patricia podrá tener mucho escenario, pero no haciendo una obra de texto; ¡y con qué cantidad de texto! Porque justamente su personaje es uno de los que más habla en la obra. Por suerte, te anticipo, cuenta con grandes recursos para hacerlo. Además, es una gran profesional, los días que no vino a ensayar se los pasó estudiando el texto con su hija.
-¿La temática de la obra está abordada desde una perspectiva femenina o podría ser trasladada perfectamente al mundo masculino?
Muscari: -Ah, qué bueno que lo preguntaste. La obra no es una obra de mujeres. No habla ni del mundo de las mujeres ni de la problemática femenina ni es para las mujeres, es para los seres humanos en general. Que actúen cinco mujeres es un accidente de mi deseo de dirigir mujeres, porque a mí me gusta más dirigir mujeres que hombres. Tengo que ser sincero, es una cuestión de gusto. Yo siento que las actrices entienden de manera más intrínseca el teatro que yo quiero hacer; entonces siempre busco el pretexto para trabajar con quien entienda mejor mi teatro que con quien le cueste más. No quiere decir que los actores no me gusten como actúan, me encantan. Hice éxitos extraordinarios con ellos; por ejemplo, Casa Valentina, que fue una obra actuada por hombres.
Picchio: -Pero que hacían de mujeres... (risas).
Muscari: -De acuerdo. Pero Sex es un exitazo y la mitad del elenco son hombres y la otra mitad son mujeres. No es que no puedo trabajar con hombres, pero ir a un ensayo con cinco actrices me da la tranquilidad de que me van a entender, y con los hombres me da intranquilidad, siento que voy a tener que explicarles mucho. ¿Por qué? Porque los hombres, y no hablo sólo de los actores, pensamos mucho antes de hacer algo; y las mujeres hacen algo y además piensan. Tienen una doble capacidad.
Picchio: -¿Saben lo que decía Bernard Shaw? Que las mujeres cuando son actrices son un poquito más mujeres y que los hombres, cuando son actores, son un poquito menos hombres.
-El elenco completo de Perdida Mente es femenino. ¿Encuentran alguna diferencia entre trabajar exclusivamente con mujeres o con un elenco mixto?
Picchio: -Sí, yo sí. Recuerdo muy bien cuando hice la obra Mujeres, con un elenco maravilloso de 30 actrices donde estaban, por ejemplo, la primera novia de Gardel, Mona Maris, Paulina Singerman y Malvina Pastorino. Un día pasó algo horrible, a Susana Campos se le murió el hijo: se fue a Junín, lo veló, lo enterró y el mismo día volvió para hacer la función. El asistente nos pidió a todas que por favor no la saludáramos ni le habláramos antes. Todas nos quedamos en silencio y ella trabajó con los ojos llenos de lágrimas. Una maravilla. Cuando terminó la función nos acercamos a ella y la abrazamos como si esa tragedia nos hubiera pasado a cada una de nosotras. En ese momento pensé: esto sólo sucede entre mujeres. Si hubiera habido un tipo en el medio se hubiera ido todo a la mierda. Nunca tuvimos ni un sí ni un no, todo fue siempre pura solidaridad y compañerismo.
Ortega: -Yo cada vez que trabajé con mujeres fui muy feliz. Hice Disputas en televisión, y Desangradas en humor con José María donde nos fue mal, pero era una fiesta ir al teatro y hacer las funciones con mis compañeras, aunque después no nos venía a ver nadie. Siempre venía alguna llorando con el corazón roto, la conteníamos entre todas y luego no parábamos de reírnos. Eso solo se da, para mí, entre mujeres. Por eso estuve encantada cuando me llamaron para sumarme a este elenco total de minas, el de Perdida Mente, porque son aguas en las que me siento muy cómoda.
-El nuevo auge de los espectáculos con mujeres (Brujas, Dos locas de remate, Eva y Victoria, los unipersonales de Gabriela Acher y Dalia Gutmann, por citar sólo algunos ejemplos), ¿tiene que ver con el empoderamiento de la mujer, en la Argentina y en el mundo, de los últimos años?
K: -Tiene que ver con que estamos en un período más humanista. Después de la pandemia mundial tomamos una conciencia global y también de la urgencia climática que hay. Me parece que hay una nueva conciencia. Hemos estados muy encerrados viendo noticias y no hay una perspectiva muy alentadora más que tomar una decisión de cambio por las nuevas generaciones. Me parece que desde los que nos dedicamos a la cultura nace una belle époque, yo siento un renacer en todo... y en ese sentido creo que las más audaces somos las mujeres. Siento que este fenómeno tiene que ver con el empoderamiento más allá del feminismo, con el empoderamiento desde lo humano.
Ortega: -Para mí sí tiene que ver con el momento que estamos viviendo y esta tendencia a que haya más mujeres al frente de todo. Por eso no me parece una casualidad que yo esté haciendo esta obra y un personaje chiquito en una serie, El fin del amor, protagonizada por una mujer (Lali Espósito), con guion de dos mujeres (Erika Halvorsen y Tamara Tenenbaum), sobre libro original de una mujer (Tenenbaum) y dirigida por una mujer (Leticia Dolera). Lo que nos pasaba antes era que los que decidían, los gerentes de los canales, eran hombres, los que escribían las ficciones eran hombres y los directores también eran hombres. Ahora todo está cambiando, de hecho esta obra está coescrita por una mujer, Mariela Asensio.
"No es que no puedo trabajar con hombres, pero ir a un ensayo con cinco actrices me da la tranquilidad de que me van a entender"
José María Muscari
Muscari: -Que es una feminista de la primera hora, por cierto. Yo hago obras con mujeres hace 22 años y a diferencia de mucha gente que se tiene que revisar, y que entra en ese discurso de `hay cosas que hice antes que no podría volver a hacer´, yo podría volver a hacer mi primera obra con mujeres hoy mismo; porque el vínculo que yo siempre tuve con la mujer, el lugar que le quise dar y el discurso que para mí ocupó en mis obras no lo tengo que revisar. Hace 20 años atrás no pensaba algo diferente a lo que pienso hoy de la mujer. No me tuvo que reeducar nadie; sin embargo, sí vi un montón de gente que tuvo que hacerlo y eso me empodera, siento que resisto archivo.
-A partir de la obra, ¿han puesto en práctica los preceptos o las enseñanzas de las neurociencias, sobre todo con respecto al aprendizaje y a las emociones?
Muscari: -Yo personalmente siento que aprendí algo a partir de la neurociencia que utilizo muy cotidianamente y que me sirvió un montón: que es aprender a pensar. Uno cree que está pensando todo el tiempo, pero no lo está haciendo; tiene la cabeza en actividad, sí, pero eso es como confundir el movimiento con el ejercicio. Que vos estés todo el tiempo moviéndote no quiere decir que hagas ejercicio, para hacerlo tenés que ir al gimnasio y dedicarte un tiempo a hacer ejercicio. El funcionamiento del cerebro es igual, que vos estés todo el tiempo rumiando no es igual a pensar. Para pensar hay que decidir sobre qué lo vas a hacer y acallar lo que está sucediendo a tu alrededor. Esto es algo que parece ridículo, pero te juro que lo aprendí en la pandemia y desde entonces lo pongo en práctica.
-El hecho de que hoy Facundo Manes se haya sumado a la contienda política, ¿les puede sumar o restar público?
Muscari: -Para mí no influye en lo más mínimo porque no es un espectáculo de Manes, es un espectáculo mío en el que tomo a Manes como referente de la neurociencia, como Favaloro lo fue en su momento de la salud coronaria y sin embargo, en un momento también se dedicó a la política. No tengo ningún tipo de identificación con la postura política de Manes ni una no identificación, tampoco tengo un vínculo personal con él más allá de haberle pedido su anuencia para trabajar sobre sus textos, y de acercarme a la Fundación Ineco (que fundó Manes) para cotejar algunos diagnósticos de los que se habla en la obra. Yo siento que para el público no habrá confusión: hace 25 años que hago teatro, la gente sabe que estoy muy afuera de cualquier identificación política, y que en todo caso si tuviera que definirme diría que yo soy mi propio partido político, y que mi única boca de urna es la boletería.
Agradecimiento: Hotel Four Seasons
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