El actor, que protagoniza Juguete Arlterado en el Regina, en una extensa charla con LA NACION repasó su vida; de su sacrificada infancia en el campo a la llegada a Buenos Aires con el sueño de ser artista; radiografía de hombre que hizo un culto del bajo perfil
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Jorge Taiana es y se siente básicamente actor. Desde que abandonó su pueblo santafecino, no hizo otra cosa que seguir el camino que le marcaba su vocación. No fue fácil, aunque, convencido, sostiene que el universo fue abriéndole puertas. Tiene razón.
Hoy, la aventura de sumergirse en un universo que emana el espíritu de Roberto Arlt lo cuenta como uno de sus protagonistas junto a Omar Lopardo, el actor que le acercó la obra Juguete Arlterado, material escrito por Luis Sáez. La actual temporada es breve, ofreciendo funciones los domingos de abril, a las 20.30, en el Teatro Regina.
“Sáez toma la anécdota de la última parte de El juguete rabioso, donde aparece una traición entre los personajes, razón por la cual hay una indagación sobre eso que sucedió”. La fabulación sobre la creación de un juguete criminal hermana a El Rengo, interpretado por Lopardo, y a Silvio Drodman, la composición de Taiana, ambos dirigidos por Fernando Alegre.
“En la obra aparece el delito, la pobreza, el sexo y las ansias de superación para salir del fango, elementos de la obra de Arlt, junto con la locura y los inventos, algo que el autor transitó mucho y que volcó en los personajes como manera de salir adelante”.
El reciente paso del material por la temporada de verano del Teatro Auditorium de Mar del Plata le deparó el prestigioso Premio José María Vilches que entrega el área de Cultura de aquella ciudad. “Tengo una admiración muy profunda por Vilches, así que este reconocimiento es una caricia muy linda”.
Su respeto por el actor español, radicado en Argentina, lugar donde falleció a los 49 años, lo llevó a Taiana a ofrecer Poemas con buenas intenciones, un unipersonal de recitados donde no faltaron Quevedo y Miguel Hernández. Una propuesta que siempre busca repetir.
Así como en sus Aguafuertes Porteñas, Roberto Arlt pensaba una ciudad que no todos veían, para Taiana, la obra que actualmente protagoniza también es un ejercicio para pensar el hoy. “No hay diferencias con la actualidad, aunque estos personajes tenían unos códigos que hoy no están, pero podemos ver a los desplazados sociales a cada paso. Claramente esto tiene que ver con la decadencia que vemos en la educación, en el respeto perdido hacia los mayores”.
–Se encuentra en tensión el concepto de trabajo, por ausencia de posibilidades y, en muchos casos, por carencia del hábito.
–Hoy se dice que los chicos no tienen que trabajar y que tienen que cumplir con su ciclo de la adolescencia, pero no sé…
–¿Qué te lleva a pensar eso?
–Desde que empecé a caminar, mi papá me hizo trabajar. No digo que esté bien o mal, pero me hizo aprender los valores del trabajo y el respeto. Siento que fue una suerte que mi viejo me inculcara eso y me enseñara un oficio.
Terruño
Jorge Taiana llegó a Buenos Aires en 1997, pero antes hubo un derrotero de sueños en su lugar natal: “Prácticamente me críe en el monte”. El actor nació en Colonia Mascías, y, cuando tenía sólo un año de vida, sus padres se mudaron a Campo del Medio, a cien kilómetros de la ciudad de Santa Fe, lugar donde transcurrió su infancia y adolescencia.
“Tenía que caminar cinco kilómetros para salir a la ruta, ahí tomar un colectivo hasta Helvecia, donde hice la escuela secundaria”.
–¿Cómo era la vida en el campo?
–No teníamos luz eléctrica y había un solo baño para ducharnos, porque el lugar para hacer nuestras necesidades era el famoso excusado que estaba a treinta metros, metido en la quinta, entre las naranjas y mandarinas. A las cuatro y media de la mañana había que levantarse para darles de comer a los chanchos y a las gallinas, sacar leche, prender la cocina a leña.
–Y después al colegio.
–Exacto, primero se hacían esas tareas, luego se desayunaba y, finalmente, se caminaban los cinco kilómetros hasta la ruta para tomar el colectivo para llegar a la escuela secundaria industrial que quedaba a diez kilómetros. Durante la Primaria había menos viaje, porque iba a una escuela rural de la zona.
–¿Qué sucedía si llovía?
–Si llovía mucho se formaban lagunas. En verano, no había problema, pero, en pleno invierno, había que sacarse las zapatillas y ponerlas en una bolsa, arremangarse, cruzar la laguna y, del otro lado, secarse los pies y volverse a poner las zapatillas. No había otra alternativa, no protestábamos.
–¿Pasaste necesidades?
–Nunca faltó comida, pero había un solo pantalón, un par de zapatillas y la camisa la pasaba el hermano más grande que iba creciendo.
–Desde ya, fue una infancia de sacrificio, pero, escuchándote, deduzco que fuiste feliz.
–No sé si era porque no teníamos acceso a otra cosa, pero éramos felices. Nosotros nunca tuvimos televisión, pero había una inocencia que te hacía no estar contaminado. Lo único que teníamos era la radio.
–El vínculo con el mundo.
–Creo que de ahí nació mi locura por el teatro.
–¿Por qué?
–A las tres de la tarde, nos poníamos todos alrededor de la radio a batería para tomar mate mientras se escuchaba el radioteatro.
En el mes de mayo cumplirá 55 años, pero, a pesar de su edad, llegó a ser oyente de las transmisiones de LT9 y LT10 de Santa Fe, por donde salían al aire las compañías locales. También las fotonovelas fueron inspiración para sembrar una vocación inusual en sus pagos. “Me las devoraba, pero me tenía que encerrar en una pieza, porque si mi papá me veía viendo una fotonovela, me mataba”.
–Tu deseo de ser actor, habrá sido un shock para tus padres.
–Soy de la época donde los padres se ponían orgullosos diciendo que sus hijos eran médicos, abogados, farmacéuticos o arquitectos, pero, cuando terminé la secundaria, se me planteó la disyuntiva. Me quería ir del campo y seguir estudiando, así que, como me gustaba matemática, física y química, decidí anotarme en la carrera de Farmacia.
–¿Dónde te radicaste?
–Me anoté en la facultad de Rosario, pero me fui a vivir a San Lorenzo.
En paralelo, comenzó a trabajar en una famosa fábrica de cerámicas del lugar y, simultáneamente, se inscribió en un taller de teatro. “Hice dos años de Farmacia, pero me di cuenta que lo que me gustaba era el teatro”.
–¿Qué dijeron tus padres?
–Para mis viejos fue como un mazazo en la cabeza. Me decían, “hijo, ¿de qué vas a vivir?” “ese ambiente…”, lo típico.
Consecuente con su deseo, siguió estudiando teatro y hasta formando parte del elenco estable de San Lorenzo. “Durante dos o tres años mascullé la posibilidad de ir a Buenos Aires, ciudad en la que nunca había estado”.
–¿Entonces?
–Se me vencía el contrato del lugar que alquilaba en San Lorenzo, así que fue la oportunidad para mudarme a Buenos Aires, donde me encontré con una realidad difícil para un muchacho que venía del campo, con timidez y miedos.
Además de Rosario, la otra gran ciudad que conocía era Mar del Plata. Aquel verano con sus padres, esperó en la puerta del teatro a los actores protagonistas de Los mosqueteros, la obra interpretada por Juan Leyrado, Jorge Marrale, Darío Grandinetti y Hugo Arana. “No pude hablar con ninguno”.
–¿Dónde te afincaste en Buenos Aires?
–Llegué a Retiro en colectivo y fui de un lugar a otro buscando dónde parar, hasta que terminé en una pensión de la avenida Montes de Oca en Barracas. “Comer arroz todos los días, no me modificaba nada, tenía mucha ilusión con trabajar en la televisión, el cine y el teatro”.
Taiana tiene motivos para pensar que el universo suele mover energías a favor si se desea profundamente: “El dueño de la pensión me preguntó a qué me dedicaba y cuando le comenté que quería ser actor, me dijo que tenía un huésped que trabajaba como actor en Canal 7 y que me iba a conectar. Yo no podía creer haber tenido tanta suerte”.
–¿Te conectó?
–Sí, este hombre era un extra de televisión y, a la semana, me hizo entrar a ese mundo. A los siete días, era extra yo también. Creo mucho en las energías y en que las cosas se dan cuando se alinean los planetas. Todo llega y no hay que forzar nada, para cada cosa, hay un tiempo. Solo hay que desearlo y ponerle ganas y trabajo. No siempre sucede cuando uno quiere, pero, como decía mi papá, hay que estar preparado para cuando salte la liebre.
–Hoy, ya consolidado como actor, cuando ejercés el rol de productor, ¿extrañás subirte al escenario?
–Me hice productor para sobrevivir en esta ciudad. El trabajo del actor es discontinuo y Buenos Aires te come vivo si no tenés una entrada económica. El tema es que la producción es una actividad que te va devorando, es muy difícil salir de ahí para darle paso al actor. Me gusta la producción, lo sé hacer, pero lo que me apasiona es estar arriba del escenario.
Los últimos espectáculos del trío cómico Midachi lo contaron como productor, al igual que Súper Dady, el mago del tiempo, unipersonal de Dady Brieva.
El destino del amor
El chico del campo, el que comenzó como extra de televisión, un día conoció a Claudia Villafañe, la exmujer de Diego Armando Maradona, el gran prócer idolatrado de los argentinos, y, vueltas del destino mediante, terminó siendo su pareja. Algo que el “Diez” nunca digirió.
–Convengamos que la vida de aquel muchacho tímido que llegó del campo fue un poco atípica.
–El teatro me ayudó a vencer ciertos miedos. Hay cosas que uno hace en el escenario, pero que no se las permite en la vida. Insisto, todo es cuándo y cómo tiene que ser. Es como si yo hubiese pensado “me voy a España y salgo con Shakira”, no había ningún tipo de posibilidad...
–Sin embargo, con Claudia Villafañe…
–Sucedió y mucho tuvo que ver el teatro, ya que Claudia tuvo una incursión en la producción durante varios años. Trabajando en una obra que ella produjo, la empecé a transitar, se fue dando. Fue una de las cosas hermosas que me pasó en esta vida.
La cosa fue así. Claudia Villafañe arrendó la sala 2 del Teatro Broadway porteño y comenzó a programarla. Taiana, que ya había incursionado en la producción, formó parte del equipo que también se encargaba de programar la sala ubicada a metros del obelisco. En poco tiempo pasaron las temporadas de El último de los amantes ardientes y Rosa Fontana Coiffeur, hasta que se decidió montar la comedia Pijamas, un clásico del género escrito por Marc Camoletti. En esa propuesta, Taiana también formó parte del elenco.
–Es decir que conociste a Claudia Villafañe trabajando en el teatro Broadway.
–En realidad, no fue ahí.
–¿Dónde fue?
–Antes de trabajar juntos, yo estudiaba teatro con maestros como Manuel González Gil, Javier Daulte y Carlos Evaristo, y una compañera de esos talleres era muy amiga de Claudia, quien siempre iba a ver las muestras, es ahí donde la conozco.
–En esa época, ¿te habías interesado por Claudia o era la inalcanzable mujer de Diego Armando Maradona?
–Era la mujer de Maradona. Durante muchos años la transité a partir de nuestra amiga en común, pero todo era social, fue conocernos en reuniones a lo largo del tiempo, después surgió lo demás.
–A pesar que Claudia Villafañe es porteña, tiene ciertas características que se parecen a tu personalidad de hombre nacido en el campo.
–Absolutamente, eso es algo que ella tomo de su padre, quien la marcó mucho en los valores, como a mí me marcaron los míos. Claudia es una persona única e inigualable, una mujer que admiro mucho, no se ocupa de su vida y está siempre para los demás. Es muy admirable que esté disponible para todo el mundo, es algo natural en ella.
–¿Conociste a Diego Maradona? ¿Te cruzaste alguna vez con él?
–No, nunca nos cruzamos, pero lo admiré como futbolista.
La templanza del campo y la decisión de hacer eso que siente, lo llevaron a no claudicar en algunas tareas esenciales para su vida. No fue fácil establecer un vínculo con Claudia Villafañe, sin embargo, jamás se involucró en escándalos y básicamente prefirió el silencio.
–Sos un hombre que va por lo que quiere, de eso no hay dudas.
–Soy de Tauro, muy terco. Los de Tauro somos tozudos, nos ponemos una meta y, hasta no cumplirla, no la abandonamos. Dejamos decantar las cosas, esperamos el momento, hacemos transcurrir el tiempo y, muchas veces, no decimos lo que sentimos, lo cual no es bueno, hace mal. Pero, tengo a favor la perseverancia y le pongo ganas y energía a lo que busco.
–¿Así fue con Claudia?
–Sí, claro. A mí todo me costó mucho. Cuando me dicen que por ser rubio tengo todo más fácil, siempre respondo que se trata de una equivocación y que tuve que remar el doble que cualquier persona.
–Actualmente, ¿estás junto a Claudia o están separados?
–Estamos juntos, nunca vivimos en la misma casa y ese es un gran secreto para perdurar y compartir un montón de cosas.
–Para alguien con un perfil tan bajo como el tuyo, no habrá sido fácil soportar que la opinión pública hablara de vos o que, incluso, el propio Diego Maradona alguna vez te haya mencionado.
–Nada es fácil, pero cuando uno está dentro del medio y entiende cuáles son las reglas del juego y tiene los pies sobre la tierra, se sobrelleva. En mí está el respeto hacia el otro y hacia las familias que están detrás. Siempre pensaba en la preocupación de los míos y en la familia de Claudia, así que, a partir de eso, siempre el silencio fue más sano que las palabras. Las palabras son un elemento de difícil manejo, una palabra mal puesta puede herir a alguien y yo no tengo ganas de herir a nadie. Hago mi vida y no me gusta expresarme, por eso no sé por qué me estoy expresando tanto con vos, hablando de lo que nunca hablo.
–Otra persona en tu lugar, quizás hubiese adoptado un rol de estelaridad y protagonismo muy alto, a partir del renombre de la pareja.
–Muchas veces me decían “por qué no aprovechás”, pero no soy así. Cuando suelen venir los periodistas a verme, siempre les digo que no tengo nada para declarar, salvo cuando estoy trabajando como actor y puedo contar sobre la obra. Yo sé que siempre estará la pregunta, pero, la verdad, es que no me gusta sentarme en un canal a hablar sobre mi vida privada. Además, creo que no le interesa a nadie.
–¿Volvés al campo?
–Sí, cada dos o tres meses hacía mi visita obligada a mis padres y mi desenchufe de tres días, porque al cuarto ya empezaba a extrañar el quilombo. En el pueblo, a las siete de la tarde no ladran ni los perros.
–Se escucha el silencio.
–Me apabulla tanto silencio. Mi desenchufe es irme a la isla todo el día, a escuchar el sonido de los pájaros y el agua, es mi cable a tierra.
–¿Tus padres fallecieron?
–Sí, en plena pandemia, mi papá, que estaba con Alzheimer, falleció. Fue muy duro, porque no pude llegar por los permisos que se necesitaban para circular. Para despedir a una persona, necesito verla y con mi padre no pude. Eso me castigó mucho.
–¿Qué sucedió con tu mamá?
–Pensamos que luego de la pesadilla del Alzheimer de mi papá, ella se iba a recuperar, pero, a los ocho meses se quebró la cadera y, en siete días, se fue, creo que hubo mala praxis. En el término de un año perdí a mis padres, sentí que me quedé huérfano, durísimo. Además, ya había sufrido la pérdida de Enrique Pinti, quien formó parte de esa familia que me inventé en Buenos Aires. Ensayar Juguete Arlterado me ayudó a sobrellevar el dolor tan grande que tenía en el alma, pero el escenario es sanador.
Para agendar
Juguete Arlterado
De Luis Sáez, con Jorge Taiana y Omar Lopardo, dirección de Fernando Alegre.
Domingos a las 20.30 en el Teatro Regina, Avenida Santa Fe 1235.
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