Interrogación al fantasma de Diderot
Denis Diderot (1713-1784) no sólo fue uno de los creadores de la formidable Encyclopédie francesa , esa verdadera biblia del Iluminismo (17 volúmenes de texto, 12 de láminas y dos de índice general), junto con el matemático Jean le Rond d´Alembert, sino que también escribió novelas, ensayos, obras de teatro y un texto que sigue siendo polémico, La paradoja del comediante , publicado en 1773.
Allí sostiene Diderot que el actor no debe sentir lo que su personaje expresa, sino ofrecérselo al espectador mediante una depurada técnica; de otra manera, argumenta, actuar sería un pasaporte seguro a la demencia. Aparte del alboroto que la teoría suscitó en su tiempo -y hasta hoy-, Diderot mismo reconoce, aquí y allá, que su propuesta es contradictoria y que tiene flancos débiles. El texto es un diálogo entre el Primer Interlocutor, que expone la paradoja, y el Segundo que, más que discutirla, se asombra, o se escandaliza, ante cada afirmación del Primero. Casi con seguridad, Oscar Wilde se inspiró en estos diálogos para sus admirables Intenciones .
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La conversación empieza, en La paradoja, con una ácida crítica del Primero a una pieza escrita por un amigo del Segundo. Luego se comparan las maneras de actuar de ingleses y franceses: de cómo Garrick, el gran actor británico, magistral intérprete de Shakespeare, se siente incómodo con la declamación de Racine, de la que, según Diderot, "no conoce ni el primer acento". El Primero entra por fin en materia al exigir de un gran actor, como virtud principal, el carecer de sensibilidad (esto es, el "vivir" su personaje hasta fundirse con él) y poseer una profunda comprensión intelectual de su papel. "¿Ninguna sensibilidad?", pregunta el Segundo. "En absoluto -responde aquél-. Si el comediante fuera sensible y de buena fe, ¿podría acaso representar dos veces un mismo papel, manteniendo el mismo calor e igual éxito? Apasionado y fervoroso en la primera representación, llegaría agotado y frío como un mármol a la tercera." Y cita, como ejemplo, a la famosa mademoiselle Clairon, quien "a la sexta representación ya sabe de memoria cada uno de los detalles y de las palabras de su papel. Sin ninguna duda, la artista forjó un modelo y trató de ceñirse a él (?) Pero ese modelo, ya sea tomado de la historia o creado por su imaginación como un enorme fantasma, no es ella misma (?). Cuando, a fuerza de trabajo, se ha acercado a ese modelo tanto como ha podido, todo está hecho: sólo le queda sostenerse firme allí, en una simple cuestión de ejercicio y de memoria". Acabado de leer ese párrafo, cerramos La paradoja? y nos preguntamos: "¿Simple cuestión?".
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