Intercambio de parejas en escena
Derrame , de Susana Torres Molina. Dirección general: Mónica Viñao. Con: Silvina Bosco, Claudio Da Passano, Silvia Dietrich y Néstor Sánchez. Escenografía y vestuario: Mora Monteverde. Luces: Miguel Solowej. Asistente de dirección: Jorge Rod. En el Teatro del Pueblo. Sábados, a las 18.30, y domingos, a las 19. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: muy bueno
Dos matrimonios amigos -Moira y Juan, Lucía e Iván- han intercambiado parejas, tanto por deporte como por aburrimiento, y ahora están en el momento inevitable de la rendición de cuentas. Hay una suerte de simetría en la estructura interna de cada hogar (o lo que debería serlo): las dos mujeres parecen tener éxito en sus actividades: Lucía en el teatro, Moira en lo único que le interesa, que es su vida sexual; los dos hombres se sienten más frustrados. Aunque se critican ferozmente entre ellos y dicen, para sus adentros, que apenas se soportan, los cuatro amigos-enemigos no pueden dejar de reunirse e intercambiar, en cada encuentro, cortesías triviales y sarcasmos, por igual.
Muy cercana al teatro de soliloquios de Pinter ( Viejos tiempos, Traición) , la nueva pieza de Torres Molina pasa, en poco más de una hora, de los monólogos interiores (lo que el dramaturgo inglés llama "el espacio de cavilación") a los diálogos, en cuyos intersticios de silencio se ocultan las intenciones más secretas y reveladoras. La autora, que cuenta en su haber con muchos títulos valiosos, maneja con soltura estos diversos códigos, con singular dominio del lenguaje, tanto en el nivel cotidiano como en el de la intención más trascendente: no falta ni sobra una palabra. Exactitud que cabe agradecer en estos tiempos, cuando en teatro, cine y televisión abundan los balbuceos incoherentes o los gruñidos cavernarios.
Mónica Viñao es la directora adecuada para esta esgrima verbal, porque sabe animarla con un desplazamiento espacial significativo, sin que la acción obstruya el encanto -o el misterio- de la palabra. Los intérpretes acreditan solvencia: hacen, en buena prosa, el equivalente de música de cámara.
Elenco solvente
En Claudio Da Passano (hijo de la inolvidable María Rosa Gallo) se advierte el progreso de una notable madurez interpretativa, de gran flexibilidad: basta comparar sus dos más recientes interpretaciones, la de El día que Nietzsche lloró y ésta, de Derrame , ambas en el mismo nivel de calidad pero en dos claves por completo distintas. Silvina Bosco (Moira) sabe ejercer la seducción física con un toque intelectual, en tanto que Silvia Dietrich (Lucía) encara su personaje por el lado de la mordacidad y la rabia contenida. A Néstor Sánchez le convendría, acaso, bajar un poco el volumen vocal, para estar más a tono con el ambiente.
Importa señalar que ésta es una de las raras obras locales en la que se aborda un estrato social poco frecuentado por nuestros dramaturgos, quienes suelen abundar en obras sobre marginados, lúmpenes y carenciados. Aquí - como en Ella en mi cabeza , de Oscar Martínez - se trata de una clase media acomodada, ilustrada y articulada en su pensamiento y su lenguaje (por más que sus pasiones sean las elementales, comunes a todas las clases), cuyos códigos la autora maneja con soltura.
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