Infancias. Teatralia es un amplio muestrario de la escena para todo público en Madrid
Una mirada al encuentro internacional que reúne lo mejor del teatro para los más chicos; entre los espectáculos destacados se encuentra Con un kilo de harina, en la que el titiritero argentino Fernán Cardama crea personajes amasando
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MADRID.– A la salida de la sala de teatro de La Casa Encendida, un centro cultural vanguardista en Madrid, los adultos conversan con sus hijos y nietos sobre la obra recién vista, algunos con lágrimas de emoción en la mirada. A muchos se les cruza la historia representada con su propia trama familiar de migraciones atravesadas por los avatares del último siglo.
“Es la mejor de las 15 obras que vi hasta ahora“, exclama Emma, una joven estudiante de arte dramático norteamericano abocada a recorrer las funciones de Teatralia, Festival Internacional de Artes Escénicas para Todos los Públicos, que se desarrolla en la capital española en su XXVII edición hasta el 26 de marzo.
Los comentarios se refieren a una de ellas, Con un kilo de harina, una obra protagonizada por el titiritero argentino Fernán Cardama, en la que, a modo de cocinero de historias, hilvana a partir de personajes armados con bollos de harina un fascinante racconto de los movimientos migratorios desde sus ancestros italianos hasta los propios, que lo llevaron de adolescente a España y luego, ya como titiritero, nuevamente a la Argentina.
Cardama (La vuelta al mundo en 80 días) comparte la autoría y dirección con Claudio Hochman, quien también sabe de trasplantar raíces, radicado hoy en Portugal tras una exitosa trayectoria adaptando clásicos para chicos en Buenos Aires en los años 80, algunos de ellos en el Teatro San Martín (La Tempestad, Las equivocaciones de la comedia).
“Con un kilo de harina se pueden hacer seis pizzas, cien panqueques, cientoveinticuatro sorrentinos y engrudo para cuatro cabezas de títeres“, dice Cardama al iniciar la obra y lo muestra sobre la mesa que le hace de escenario, que va trasmutando en lugar y tiempo, recorriendo el pueblo italiano de los abuelos y campos de batalla de guerras, surcando el mar, instalando pizzería en Avellaneda y recreando alguna historia de amor.
La propuesta de Cardama encaja a la perfección en la decisión del Festival Teatralia de reformular hace ya tres años su nombre para denominarlo “para todos los públicos“: “Un todos inclusivo, que sale al encuentro de las diversas circunstancias que afectan la vida de un ser humano y un todos integrador que quiere acoger las distintas formas de entender y sentir la vida propia y la relación con el otro“, según la definición de Lola Lara, directora del Festival.
“Transitando esa frontera compleja y sutil, nada lineal, de lo que es y no es para niños, hemos gestado esta edición (del Festival) en que presentamos 29 creaciones de 13 países. Espectáculos de múltiples disciplinas, registros diversos, lenguajes expresivos diferentes; temáticas que van del clasicismo a la contemporaneidad; personajes de la tradición junto a otros de nuevo cuño… es decir, una amplia variedad que desmiente la catalogación de ‚'lo infantil‘ como algo unívoco.“
El amplio abanico de registros diversos al que alude Lola Lara se manifiesta por ejemplo entre la puesta de gran formato de AMA, la terrible belleza, presentada por la compañía vasca Marie de Jongh en Teatros del Canal, con dirección de Jokin Oregi, para público preadolescente, y el unipersonal Kreise (Círculos), del alemán Michael Lurse, que termina interactuando a ras del suelo con pequeños deambuladores –e incluso gateadores- que rondan los dos años de edad.
La terrible belleza de AMA… es la de las personas de edad avanzada, la de la relación con las generaciones que procuran cuidarlos, no siempre acertando en sus necesidades y deseos. Los personajes con máscara sin rostro, paradójicamente invitan a ver en ellos todos los rostros, a inscribir en ellos todas las historias que traen los espectadores. Jokin Oregi, que además de escribir y dirigir la obra, actúa en ella, cuenta que por estar él mismo también sobre el escenario, le pidió cooperación como observador de la puesta a Pablo Messiez, el director argentino de creciente reconocimiento en la escena española.
A pesar de ello, Oregi afirma que es una obra a la que le cuesta encontrar la aceptación de programadores. Pero los cerca de 800 jóvenes que colmaron la Sala Roja de Teatros del Canal en la función de Teatralia no solo expresaron con exclamaciones diversas una empatía cercana con el desarrollo escénico, sino que entablaron luego con el director un diálogo que denotaba miradas tal vez más sagaces que las de algunos programadores.
Kreise, por su parte, invita sutilmente a la acción. Alrededor de una pista cuadrada se instalan los niños pequeños con sus padres, Michael Lurse traza dentro de ese espacio un círculo, esparciendo en movimientos giratorios una fina lluvia de arena sobre la que se desplazarán luego pequeñas figuras humanas y animales, salidas de los ángulos del escenario. Un graznido de un ganso, un gesto de una persona, generados primero por la voz y la manipulación de Lurse, son continuados con naturalidad por uno, dos, varios de los niños, sin necesidad de que nadie los llame a participar. Termina gestándose un popurrí de escenas entre las figuras de papel maché y sus pequeños titiriteros, a los que no les falta fantasía para crear situaciones atractivas.
Lurse, integrante del Helios Theater de la ciudad alemana de Hamm, rechaza las objeciones de quienes sostienen que las propuestas para primera infancia como Kreise no son teatro: “Hay una disposición espacial de escenario y público, hay una acción y actores, una dramaturgia eficaz, todo lo que requiere una obra teatral“, explica mientras alguno de los chiquitines termina de ubicar una última figura en la fila que representa un saludo final.
La universalidad de los clásicos alcanza también a la infancia, según pone en evidencia la exquisita versión de Romeo y Julieta, de la compañía danesa Teater Refleksion, representada sobre un escenario de mesa despojado por títeres que adquieren singular expresividad en sus movimientos, a los que les prestan brazos y piernas los dedos de la pareja de titiriteros. Tanto es así que el texto shakesperiano discurre en pura acción y gestualidad, sin necesidad de palabras.
La puesta de Bjarne Sandborg apela en Romeo og Julie a una mixtura justa de habilidad y sensibilidad de los titiriteros para transmitir plenamente la tragedia del desatino de rivalidades y prejuicios, pero con su foco puesto en la esperanza del amor. Teatralia discurre así una vez más como un muestrario concentrado de excelencia estética y conceptual, de amplitud, innovación y diversidad en las artes escénicas para la infancia y sus compañeros de ruta de todas las edades, sobre le que vale la pena echar una mirada desde otras orillas.
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