Infancias. Familia no tipo y la nube maligna es un teatro no tipo, para niñas y niños
Lo desconocido, lo nuevo, lo sorprendente, lo diverso no tiene por qué dar miedo en la obra que Mariana Chaud y Gustavo Tarrío presentan en el Teatro Nacional Cervantes
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Autores: Mariana Chaud y Gustavo Tarrío. Dirección: Mariana Chaud y Gustavo Tarrío. Intérpretes: Catalina Di Meglio, Greta Halperín, Cleo Moguillansky y Sophia Wiemer Llorensi, Andrés Caminos, Tati Emede, Nicolás Levín, Teo López Puccio, Gadiel Sztryk, Pablo Viotti y Vero Gerez- Música: Teo López Puccio y Pablo Viotti. Escenografía: Mariana Tirantte. Coreografía: Luciana Acuña. Vestuario: Endi Ruiz. Iluminación: Alejandro Leroux. Sala: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: sábados y domingos, a las 15. Duración: 75 minutos.
En el mundo onírico de los cuentos de terror que pide Socorro porque no puede dormir surgen personajes que intentan vanamente asustar a la niña insomne. Las narraciones generadas por su entorno familiar atípico gastan todo tipo de recursos. Pero fracasan, la niña no se inmuta, permanece despierta. Ni una presunta presencia maligna, ni un escenario sórdido del conurbano, ni siquiera un espectador participativo (¡terror de los teatros!).
Gustavo Tarrío (Afuera, Todo piola) había incursionado ya con originalidad en el teatro para chicos con El vestido de mamá, sobre un relato de Dani Umpi. Junto con Mariana Chaud arman en Familia no tipo y la nube maligna, una serie de escenas que se suceden atravesando géneros y estéticas, con una troupe de actores versátiles, ajustadas intervenciones musicales con piano y pianista que se convierten también en personajes y una participación lúdica constante de variaciones escenográficas.
Ritmo ágil, humor, giros visuales sorprendentes… Todo en su conjunto, una puesta en escena que escapa saludablemente a la tipología del teatro infantil convencional. La familia ensamblada y ampliada con la inclusión de tíos y vecinos variopintos. Chaud y Tarrío sacan recursos sin fin de la galera. Tal vez hubiese alcanzado con dos o tres menos para alcanzar el objetivo de diversión y sin riesgo de extenderse en demasía.
La forma y el fondo tienden a una misma conclusión: lo desconocido, lo nuevo, lo sorprendente, lo diverso no tiene por qué dar miedo. Ni siquiera el Pombero, tradicionalmente presentado en el Noroeste como el que asusta a los niños que no duermen la siesta ni respetan la de sus mayores. Socorro se duerme, finalmente, en la tranquilidad de que la rodea un mundo tan diverso como el de los sueños. Ninguna pesadilla, ni despierta, ni dormida.
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