La experimentada actriz reflexiona sobre su carrera mientras asesora a Betto Vivas, protagonista de La señora Macbeth, de Griselda Gambaro, y mañana comienza un nuevo ciclo de recitales eclécticos
- 8 minutos de lectura'
Son varios los atractivos de la versión de La señora Macbeth que acaba de estrenarse en El Excéntrico de la 18 (Lerma 420). Se trata de una versión muy singular de una obra de una de las autoras más importantes de la historia del teatro nacional, Griselda Gambaro, implica la reapertura de un espacio clave del circuito alternativo porteño que, luego del cierre obligado por la pandemia, corrió serio riesgo de desaparición. Además cuenta con la particularidad de la participación de una gran actriz argentina, Inés Estévez, en el rol de coach actoral de uno de los integrantes del elenco, Betto Vivas, a cargo del papel principal, el de la torturada protagonista de la obra, una mujer ambiciosa que tolera como puede un pesado cargo de conciencia. “Esta versión viene a reforzar la idea de identidad de género –explica Fabián Bril, el director de la puesta–. No es ninguna novedad que los papeles femeninos sean interpretados por actores y los masculinos por actrices, pero nuestra visión transmuta hacia lo queer, interpela lo heteronormativo en el marco de una tragedia shakesperiana”. Completan el elenco de esta obra, que tiene funciones los sábados a las 20,30, Patricia Roncarolo, Marcela Díaz, Ana María Villafañe y Joaquín Tomassi, a los que se suman dos músicos, Mahuro Coletti y Eugenio Sánchez.
El trabajo de coaching actoral es bastante común en Estados Unidos y Europa, pero mucho menos frecuente en Argentina. “Es bastante excepcional, es cierto –confirma Estévez–. No tenemos el hábito. Se utiliza en general con actores no muy experimentados en grandes producciones, pero hay casos de actores como Betto que cuentan con esa capacidad de convocar una mirada exterior y objetiva para completar la tarea”.
Artista multifacética, Estévez ha incursionado en la comedia musical, el cine y la televisión con la misma solvencia. También ha escrito novelas y ha desarrollado una carrera como cantante de jazz y blues. De hecho, hará dos fechas este mes, en su faceta de refinada vocalista: el viernes 19, a las 20, en el Bebop Club de Palermo; y el sábado 30, a las 20.30. en el emblemático Teatro Roma de Avellaneda.
–Muchos te han conocido por tu trabajo como actriz, pero con los años fuiste diversificando tus intereses. ¿Qué representa la actuación para vos hoy?
–Es una expresión creativa madre, la más transitada. Me siento absolutamente cómoda y afirmada cuando actúo. Y necesito cada tanto volver, como se regresa al hogar primigenio. Necesito transitar personajes desafiantes y poco convencionales para darme gustos. Amo la actuación, la disfruto enormemente. He cometido algunas veces el error de sumarme a proyectos que no me colmaban, por falta de sustancia o caos en el desarrollo, pero fuera de eso para mí actuar es un goce incomparable. De todos modos, esos casos en los que no lo disfruté tanto fueron muy pocos. Y efectivamente siento que mi mayor conquista ha sido la diversificación. Nunca me gustó depender de una sola profesión.
–¿Y cómo es exactamente este rol de coach que asumiste en La señora Macbeth?
–Me apasiona la dirección de actores. Y acompañar el proceso de un actor en algún tramo del armado de un personaje es un desafío muy lindo. Betto ya tenía el personaje asombrosamente incorporado cuando nos encontramos, así que me enfoqué en los matices, en regular las intensidades y afirmar trayectos potentes para que no se perdieran. Pero Betto hizo una composición poderosa y extrema que sostiene la obra de principio a fin. De modo que fue apasionante recibir algo tan acabado y dedicarme solo al proceso sutil de organizar un poco más algo de por sí muy rico. Betto es un actor lleno de recursos, y eso es una fiesta para una coach.
–¿Tuviste tus propios coach?
–No. En líneas generales suelo tener una gran capacidad de autoevaluación. Y me apoyo siempre en el director o la directora de turno. Normalmente hago un “trabajo de mesa” con los directores para acordar rumbos, tonos generales y situaciones puntuales. Me importa mucho la mirada de quien concibió la idea cuando se trata de cine de autor o de una obra de teatro. En el caso de la televisión, he tenido la suerte de trabajar con directores talentosos e integrales como Daniel Barone, Fernando Spiner, Alberto Ure o Sebastián Borensztein, con los que me sentí muy segura siguiendo sus pulsos.
–¿Qué debe tener necesariamente y por sobre todas las cosas un actor/actriz para dedicarse a la profesión?
–Pasión. Eso es lo fundamental. Pero para que el camino llegue a buen puerto hacen falta otros dos elementos claves: constancia y disciplina. Llega el que persiste.
–¿Los que se dedican a la actuación y viven en la Argentina pueden siempre seguir sus deseos? Las condiciones no siempre parecen las mejores.
–Es imposible seguir el propio deseo siempre. La realidad es que hay que adecuarse e intentar llevar con dignidad y entusiasmo aún los proyectos que no ofrecen ningún desafío especial. También hay que evaluar rumbos comerciales para poder sostener los proyectos más independientes y soportar períodos de no tanta bonanza. Cuando seguís exclusivamente tu deseo, como en el caso de Betto Vivas, financiar ese deseo es una patriada admirable.
–¿No ves un panorama más amplio de oportunidades con la explosión del streaming?
–No lo veo… Estamos en un momento de transición en cuanto a los formatos. Ahora son todas plataformas, algo de cine y un teatro que no siempre es redituable y exige mucha presencia. Esa es la realidad.
–Este año se estrenó en Netflix Pipa, una película donde te tocó un papel importante, el de esa estanciera poderosa que se mueve como si la provincia en la que vive, Jujuy, fuera también de su propiedad. ¿Cómo trabajaste el personaje?
–Nunca me baso en gente real ni en nada existente. Me gusta crear, no recrear. Sólo imagino una personalidad, un sentir, un andar, un aspecto, un atuendo, un modo de expresar… Pero siempre apoyándome en lo que ofrece el guión y sobre todo en el sentir del personaje. Me encanta incorporar a alguien desconocido y explorar ese mundo. Tampoco evalúo mi desempeño de modo crítico, prefiero enfocarme en cuánto le suma al entorno. Trabajo para el resultado final y general. Cuando defiendo un vestuario, un make up o una línea de texto, no lo hago por mí, sino por el proyecto. Sé que no es usual y que a veces no se entiende así, pero realmente siempre fue así en mi caso. Mi personaje no es un hecho aislado, tiene que sumarle al conjunto. Sufro mucho cuando me toca un rol que podría no existir en la historia y nada se alteraría. Tengo una tremenda conciencia del conjunto.
–¿Cómo entra la música en tu agenda? ¿Le das la misma importancia que a la actuación?
–Sí me lo tomo con la misma seriedad, claro. Estoy eligiendo cuidadosamente las fechas de las presentaciones, dejando de correr detrás de la programación que exige subirse a cantar todos los fines de semana. Por el contrario, yo preparo con cuidado y precisión cada concierto. Y siempre persiguiendo un sonido propio en miras al segundo disco, que esta vez quiero grabar en un estudio. El primero lo grabé en en vivo y si bien me gusta la espectacularidad de tener dieciséis músicos en escena y la dinámica vital y encantadora de lo espontáneo, ahora la idea es conseguir la sutileza del sonido elegido cuidadosamente en un estudio.
–La columna vertebral es el jazz, pero has ido incorporando otros géneros a tu repertorio, ¿no?
–Efectivamente, estoy explorando otros géneros musicales. Me gusta salir del jazz, no solo de los standards, sino del jazz como género excluyente. Ya vengo transitando variables que luego pasan por el sonido de la banda, y siempre hay alguna composición en español, algo de Brasil, algo de la chanson francesa y algo de la música italiana, por ejemplo. Ahora tenemos desde un tema de Stevie Wonder virado al reggae hasta alguna canción del rock argentino: hemos hecho “Mundo arjo”, de Spinetta, solo para piano y voz, un tema de Litto Nebbia en formato bolero y “Happy and Real”, de Charly García y pedro Aznar. Es una propuesta muy ecléctica. Pero el tamiz de los arreglos les otorga a los temas una homogeneidad que los hace aceptables para cualquiera que ame la música, dentro y fuera del jazz.
–Volviendo a La señora Macbeth, se sabe que los temas de Shakespeare siempre son universales y atemporales, ¿pero igual pensás que la obra tiene alguna resonancia con lo que pasa hoy en el país y en el mundo?
–El poder, la avidez por el poder, la posesión y la codicia son todos temas recurrentes, demasiado presentes en el mundo de hoy. La devastación y la impunidad para llegar a puestos de poder son elementos dramáticamente activos hoy en día. En el caso de esta obra, se suma la pasión, porque la versión de Gambaro se adentra en el amor enajenado y eso le imprime algo de la fragilidad humana, algo más irracional y menos especulador. También está el tema de la ambigüedad sexual de esta señora Macbeth, una característica magistralmente explorada por Betto hacia el final de la puesta.
Más notas de Inés Estévez
- 1
Shakira reveló el sorprendente rol que desempeñó Chris Martin tras su separación de Gerard Piqué: “Él estuvo ahí”
- 2
Con qué figura de la selección argentina habría tenido un romance secreto Emilia Attias
- 3
El mal momento que lo tocó vivir a China Suárez a pocos días de Navidad
- 4
Claudia Villafañe: su mejor rol, por qué no volvería a participar de un reality y el llamado que le hizo Diego Maradona horas antes de morir