Imaginación y dinamismo en una historia campestre
Yatencontraré
Nuestra opinión: muy buena
Autores: Guadalupe Bervih y Daniel Casablanca. Director: Andrés Sehade. Intérpretes: Daniel Casablanca y Guadalupe Bervih. Sombras de arena: Alejandro Bustos. Músicos en escena: Ricardo Scalise y Dolores Usandivaras. Música: Ricardo Scalise. Luces: Sebastián Ochoa. Sala: Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Funciones: domingos, a las 16. Duración: 45 minutos.
En el pequeño pueblo de Miní, muy mínimo y muy litoraleño, no hay más que dos casas, dos familias, los Pereyraté y los Garciareté, una de siete hermanos, la otra de siete hermanas. Un chancho, un sapo, un yacaré y un yaguareté completan la galería de personajes de Yatencontraré. Pero la historia, impulsada por dos secretos, la llevan adelante solo dos actores, con el inestimable sostén de dos músicos en escena y la escenografía dibujada en vivo en una caja de arena, cuyas imágenes fugaces se proyectan sobre el fondo.
El encanto de la puesta en escena radica ante todo en ese modo de representar la historia, en el que Daniel Casablanca y Guadalupe Bervih alternan entre un tono narrado y dialogado y momentos en que asumen directamente los diversos personajes en acción. Ricardo Scalise y Dolores Usandivaras cuentan y cantan desde la música, acompañados por guitarra y acordeón, introduciendo ambiente y pautando el alegre contrapunto chamamecero.
Desde el otro lado del escenario, deja caer con precisión artística la arena Alejandro Bustos para dibujar casas, animales, gestos que crean el entorno de la trama. Ese armado de escenarios que se borran con un simple pase de mano para iniciar un nuevo dibujo le da al marco en que se desenvuelve la acción una dinámica viva, que traslada la imaginación a esa aldea remota. Es una muestra cabal de cómo se puede innovar tecnológicamente en escena sin subordinar el arte y el interés por la trama a efectos supuestamente sorprendentes.
La vitalidad de música y escenografía confluye en la puesta en escena de Andrés Sehade para que el tono narrativo de los protagonistas no decaiga en ningún momento. Claro que son ellos mismos los que se constituyen en el eje de la puesta. Y a ello contribuye sobre todo el humor de la caracterización ingenua que le imprime a sus personajes Daniel Casablanca, actor por largos años de Los Macocos y ahora coprotagonista de varias temporadas de la exitosa Toc Toc. Guadalupe Bervih ocupa el lugar del cable a tierra que permite avanzar en el relato, frente a las excursiones humorísticas de Casablanca. Una dirección inteligente conjuga los diversos elementos escénicos para llegar a un resultado integrado en un todo armonioso y entretenido.
Sale la luna llena, dibujada por contraste con la grana ocre de la arena que marca el cielo nocturno, y comienzan a develarse los secretos de quienes nacieron séptimos en sus familias, sin importar en este caso si varón o mujer, ya basta de discriminar.
Pero, a diferencia de los mitos camperos más tremebundos y de las versiones de tintes tétricos de Horacio Quiroga, aquí se pone en evidencia la posibilidad de la convivencia armónica. Sapo y chancho le temen a yacaré y yaguareté, claro, y entre los humanos aparece cierto resquemor ante las transformaciones nocturnas. Sin embargo, las suspicacias se diluyen a la luz de la luna y en el disfrute del tereré.
La canción final da el tono: "La luna llena ilumina el agua, dulce y refrescante del tereré. Ya te encontraré, ya te encontraré, contento y nadando junto al yacaré, ya te encontraré, ya te encontraré, subidos al lomo manso del yaguareté". Este cuento de la selva, de la pequeña aldea de Miní, no deja espacio para el miedo; transcurre con plácida alegría pueblerina.
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