Humor hilarante y sensualidad poética se combinan en ¿Qué de magnífico tiene ser yo? Teoría sobre la cama
La obra performática de Liliana Viola, con Sofía Gala Castiglione, Analía Couceyro y Zoe Di Rienzo, reflexiona sobre la cama como terreno fértil de una sinceridad libre de hipocresías
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Dramaturgia: Liliana Viola. Dirección: Julieta Ascar. Intérpretes: Analía Couceyro, Sofía Gala Castiglione y Zoe Di Rienzo. Músico en escena: Ismael Pinkler. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Iluminación: Lucía Feijoó. Escenografía: Julieta Ascar. Desarrollo escenográfico: Marcos Di Liscia. Sala: Cunill Cabanellas, del Teatro San Martín (Corrientes 1530). Funciones: miércoles a domingos, 19.30 hs. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: buena.
Desde la inolvidable La fiaca, que Ricardo Talesnik, su autor, estrenó en 1967 (y Fernando Ayala llevó al cine en el ‘69, con el genial Norman Briski), hasta la instalación Todo lo que está a mi lado, que Fernando Rubio estrenó en 2020 y repuso el año pasado, en el hall del Teatro San Martín, la cama es un objeto preciado al que adosarle múltiples relatos. En esta obra performática, una creación colectiva de Liliana Viola y el equipo, entre otras definiciones, se dice que “la cama es el Big Bang del ser”. Dividida en cuatro actos, en ella coinciden tres mujeres, la performer y artista plástica Zoe Di Rienzo y las actrices Analía Couceyro y Sofía Gala Castiglione. Las dos últimas funcionan como si fueran el ‘otro yo’ de Di Rienzo, quien pareciera tejer los hilos de una trama escénica cuyo epicentro es una gigantesca cama, en la que cada una de las mencionadas da rienda suelta a sus más absurdas y también realistas elucubraciones.
En su texto, Liliana Viola, la autora, se pone al servicio de Zoe Di Rienzo, intentando contar un poco su historia, con una antepasada que vivió durante la Peste Bubónica y, según dice, hizo toda una revolución a partir de esos pensamientos y dislates que surgieron estando en la cama.
En un decorado armado como si fuera un set de televisión, las actrices, junto al músico Ismael Pinkler, van expandiendo un anárquico friso escénico, en el coinciden imágenes proyectadas en una gran pantalla de fondo, cabezas de maniquíes que se deslizan por el suelo, juegos de té, una mesa con variados objetos -en la que Zoe Di Rienzo va moldeando alguna de sus obras- hojas de poemas, cartas y también un vibrador para el disfrute en solitario. Porque, y así lo expresa Analía Couceyro -una de las ‘otra yo’ de Di Rienzo- “no duermo todo el día, hago mis cosas acá, y mis cositas también”.
Así en el correr de la propuesta, coinciden el humor algo hilarante, una sensualidad poética que hace sonreír al público, en su mayoría mujeres, algunas acompañadas de algún caballero, que depende lo que se diga en el escenario, puede deslizar alguna sonrisa nerviosa. En esta obra coinciden con el más absoluto libre albedrío desde cuadros que refieren a las más variadas posiciones de mujeres en la cama, que han sido pintadas por maestros como Goya, Renoir o Velázquez, hasta la mención a Marilyn Monroe, la que ha sido fotografiada en innumerables imágenes en la cama, o aquel film, Sleep (1964), en el que Andy Warhol mostró a su amante John Giorno durmiendo. A lo largo de los 70 y pico de minutos que dura la performance, se habla con humor de quién no ha dicho una y mil veces ‘no quiero levantarme’; también de aquellos que quieren estrellar el despertador contra el suelo, o de feminismo.
“En una cama todo está por hacerse… Y deshacerse. Nacer, copular, morir”, dice una de las actrices. También las madres a veces se recuestan al lado de sus hijos para contarles algunos clásicos infantiles. Y esta tierna escena también está incluida en esta divertida y algo extravagante pieza, a la que Zoe Di Rienzo le aporta su presencia enérgica y realista cuando confiesa que, además de artista plástica y performer, es martillera pública y corredora inmobiliaria. Pero como contrapartida, el plato fuerte de la performance son las valiosas interpretaciones de las consagradas Analía Couceyro y Sofía Gala. Verlas resolver con rasgos de ingenuidad, o sensualidad algunos textos, hasta bailar, crear mínimas coreografías, o complementarse a la perfección, sin perder nunca la espontaneidad o, a propósito, buscar la empatía entre ellas y con el espectador, cuando les toca decir algún texto, en el que no “parecen” creer en lo más mínimo, es un deleite que atrapa al público.
En esta obra performática su relato asincrónico adquiere su mayor vigor dramático cuando las imágenes en pantalla muestran a Zoe Di Rienzo, que escapa del escenario y una cámara la sigue y la enfoca cuando sube a un taxi en la puerta del San Martín y recorre la ciudad de noche. La sensación es que, en ese silencio a bordo del vehículo, esa protagonista que viaja pareciera plantearse interrogantes expuestos en el texto, como: “¿Qué es más noble al cuerpo, el coraje de ser madres, la píldora, el cóctel de estrógenos, la violación, el aborto, el miedo a envejecer, o el saber qué quien te gusta es tu amiga?”. Así la cama parece convertirse acá en el terreno fértil de una sinceridad libre de hipocresías.
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