Humor. Gabriel Wolf, un macoco marcado por los años 80 que juega con las palabras y expresiones de esta época
Junto a Los Macocos trabaja en Costa presidenta, pero además dirige La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus, una propuesta teatral desopilante que explora lo lúdico de nuestro idioma
- 7 minutos de lectura'
Como actor posee un grupo de pertenencia muy destacado, Los Macocos. Como creador independiente se fue animando a desarrollarse dentro del campo de la dirección escénica y siente que allí posee una posibilidad de expresión que le importa mucho sostener. Gabriel Wolf encara por estos días dos proyectos que le resultan muy placenteros. Por un lado está reponiendo, en el Camarín de la musas, La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus y, a la vez, junto a sus compañeros de Los Macocos –Marcelo Xicarts y Martín Salazar–, integran el elenco de Costa presidenta, el music hall que se presenta en el teatro Premier.
El director de trabajos como Hombres delay, Digitales anónimos, Walter hecho pedazos y Digital mambo decidió encarar junto al actor Diego Carreño la realización de un unipersonal. Ambos se conocieron en 1994 cuando el intérprete decidió tomar clases con Wolf. Entre ellos fue creciendo una mistad que los llevó a realizar varias experiencias de trabajo. Carreño, además, es dramaturgo lo que ha posibilitado que dieran forma a proyectos conjuntos con roles bien específicos.
El nuevo trabajo posee un origen muy atractivo. Wolf es muy adepto a construir diversos juegos de palabras en su cuenta de Facebook, desde 2014. Por solo citar algunos ejemplos: “¿Vas a ir al banco? No, estoy bien sentado en esta silla” o “la muerte de un plomero es una perdida irreparable”. Lo inquieta aproximarse al ludo lenguaje y experimentar. Muchos amigos le propusieron que reuniera buena parte de ese material y que lo incluyera en un espectáculo.
Al comienzo dudó en hacerlo pero Diego Carreño lo ayudó a descartar algunas cosas (ligadas más a temas políticos o relacionados con el mundo del espectáculo) y empezó a darle forma a la propuesta.
“Quedaron las frases más ingeniosas, más universales –explica Wolf–. Diego tiene una cosa muy piola. Con diez elementos distintos y la explicación de por dónde se quiere ir, él va armando una dramaturgia. Yo no sé escribir teatro pero me gusta corregir. Él tiraba cosas y yo corregía hasta que se fue armando una estructura. Empezamos a asociar. Veíamos que todo tenía que ver con la lengua, la palabra. De ahí aparece ‘el lenguaje es un virus’. Decimos: ‘hay una canción de Laurie Anderson que utiliza esa expresión’. Vamos a la canción. Nos enteramos que está sacada de una oración que pertenecía a William Burroughs. En realidad creo que la frase original es ‘el lenguaje es un virus del espacio exterior’. Y a partir de eso, cuando se va llenando de condimentos una idea, nos entusiasmamos y agregamos ingredientes. En función de eso empezamos a pensar cómo estructurarlo. La palabra, el lenguaje pero, a la vez, comenzamos a definir quién era el personaje que asumía la responsabilidad de jugar con todo eso.”
Así entonces resolvieron que el protagonista fuera un hombre de letras que prepara una tesis sobre el lenguaje. Está aislado en una casa familiar ubicada en la punta de un cerro. Ya lleva dos décadas trabajando y su intención de máxima es transformarse en un reconocido filólogo. En su habitación lo acompañan, una foto de Burroughs sobre el escritorio, autor al que admira profundamente, y un loro que juega las veces de grabador/animal. El hombre tiene temor de que se pierda lo que está escribiendo y el loro será quien tendrá la posibilidad de reconstruirlo repitiendo lo escrito y leído en voz alta.
En el espectáculo también se hace alusión a aquellas expresiones que se utilizan en determinadas épocas. El director cita tres expresiones que le resultan muy atractivas, “remar en dulce de leche”, “chapeau”, “zona de confort”. “¿Cuándo aparecieron?, ¿quién las impuso? –se pregunta–, porque se volvieron palabras o frases que todos utilizamos casi sin darnos cuenta. Hay otras que actualmente están en agenda como “empoderarse” y muchas otras que propone el nuevo feminismo. Pero allí siento que hay que ser más cauto a la hora de hacer humor. Se puede herir a alguien sin querer. Todo esto me llevó a descubrir que hay un libro del catalán Màrius Serra, denominado Verbalia, juegos, que trabaja sobre ciertas cuestiones del lenguaje y lo hace de una manera muy interesante. También el grupo Les Luthiers en alguno de sus libros reparan en esa manera de creación que es muy característica en ellos y en los que trabajan con el lenguaje de forma muy divertida.”
Resulta extraño que a un hombre al que le gusta mucho jugar con las palabras le cueste dedicarse a la dramaturgia. “Me parece que es un tema de ansiedad, paciencia, constancia –reflexiona Wolf–. Me cuesta. Me resulta más fácil corregir. Me parece que es porque tenés el límite que te impone el marco. Lo genial que tiene Lionel Messi (lo veo jugar desde hace 17 años) es que él tiene un marco donde se siente libre, se expresa completamente, está totalmente desplegado en su genialidad, hace cosas que nadie hace pero porque tiene ese marco. Como actor, por ejemplo, me cuesta mucho improvisar. Yo necesito el texto y saber que voy de acá para allá. Ahí hago lo que quieran, actúo, le cambio el ritmo, la velocidad, lo que me pidan. Todo lo que es improvisación o inventar, me cuesta un montón. Por eso también los espectáculos propios me resultan un desafío. Si algo me despierta la curiosidad, paso al entusiasmo, ahí empieza a armarse una montañita, voy haciendo el acopio y, luego, eso se va sintetizando en algo que puede llegar a tener un marco y, sobre eso, después trabajo. Sin la curiosidad y el entusiasmo nunca hubiera sido actor”.
Más allá de disfrutar los logros de esta experiencia, Gabriel Wolf junto a dos compañeros de Los Macocos forma parte de una experiencia de teatro comercial, Costa presidenta. Según afirma el creador, para ellos resultó muy sorpresivo que la intérprete los llamara para formar parte de este elenco en el que deben adaptarse a la estructura de un music hall. Ellos nunca habían concretado un proyecto de teatro comercial y disfrutan mucho de cada uno de los sketchs que construyen durante el espectáculo y que reflejan de manera muy acabada las cualidades de un estilo de humor que el grupo viene sosteniendo hace casi cuarenta años.
“Nos conocemos del Conservatorio –recuerda Gabriel Wolf–. A medida que uno se va poniendo mayor no es muy consciente de que quería hacer esta carrera. Es lo que te va llevando. Sí, hay como una suerte o bendición que es Macocos. Todavía podemos sostenerlo y la gente nos acompaña”. Y mientras recuerda sus inicios repasa algunos aspectos de aquel joven que, a comienzos de los años 80, decidió dejar ciencias exactas para integrarse a un taller de actuación que dictaba Héctor Bidonde. “Una amiga me contó que había empezado a estudiar teatro –relata–. Le pregunté qué hacían y me contó que los habían hecho caminar imaginando que llevaban un globo en la mano. La escuchaba y dije: ‘quiero hacer eso’. Y así empecé. Después fui al Conservatorio y recuerdo que era compañero de Pichón Baldinú quien, con un grupo de compañeros, dieron origen a La Organización Negra. Y esa época me arrastró y me definió.”
Para agendar
La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus
Dirección: Gabriel Wolf. El camarín de las musas, Mario Bravo 980. Los viernes, a las 22,
Otras noticias de Teatro
Más leídas de Espectáculos
Polémica. Quién es Manuel Anido Cuesta, el polémico nuevo amor de Ana de Armas
"Destruido para siempre". La contundente respuesta de Pampita a García Moritán y el nuevo paso que dio en su relación con Martín Pepa
Inesperado. Con qué famosa tuvo una cita Valentín, el hijo de Romina Yan
Carolina Herrera deslumbró en la presentación de su colección Resort 25 en Ciudad de México