En el escenario del Teatro Regio y dirigido por Felicitas Kamien, el actor compone a Vassa, el laberíntico personaje escrito por Máximo Gorki que refiere a la lucha por el poderío económico y la dominación familiar
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“Cuando me acercaron la obra, la leí de golpe, algo que nunca me pasa. En esa primera lectura hubo algo que me había gustado de primera mano. Sin embargo, cuando la volví a leer, decidí tomar un tiempo para no apurar la decisión”, sostiene Humberto Tortonese, sentado en la butaca de la amplia platea del teatro Regio, la coqueta sala del barrio de Chacarita perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires. Sobre ese escenario, donde alguna vez cantó Carlos Gardel, hace pocos días se estrenó Vassa, una versión libre que Felicitas Kamien, Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu plasmaron sobre el texto original de Máximo Gorki.
“Es una mujer a la que se le van las cosas de las manos debido a la debacle de su marido. No tengo su carácter. Ella es muy fuerte, va para adelante, pero no cae bien. Tiene una fuerza que anula la vida del otro y eso es, justamente, lo que le sucede con sus hijos”, describe Tortonese, actor dúctil de paleta de colores expandida.
Máximo Gorki, o Maksim Gorki, relevante autor muerto en Moscú en 1936, plasmó Vassa Zheleznova en 1910. Aquella fue una primera lectura que él mismo reescribió ya consumada la Revolución Rusa y que tuvo otros matices a partir de la modificación del contexto social y político que lo circundaba. La puesta dirigida por Kamien se apropia de texto original para acercarse a una idea de poéticas de la reescritura, apropiarse de aquellas ideas de Gorki y decirlas con resonancias cercanas. “No me até al texto de una manera hermética y, como Felicitas Kamien tiene esa misma forma de abordar los materiales, nos permitía improvisar. El texto se fue acomodando y los cambios también formatearon al personaje”, afirma el actor, quien está acompañado en escena por Horacio Marassi, Anabella Bacigalupo, Javier Pedersoli, Mariano Sayavedra, Andrea Nussembaum, Darío Levy, Viviana Vázquez, Rita Gonzalez y Diego Báez, integrante del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín.
Dinero, libertad y poder
“En el teatro nunca sabés lo que va a pasar. Una cosa es leer, imaginar y muy distinto es cuando eso se plasma”, dice Tortonese, quien observa con cierto extrañamiento ese escenario en el que en horas transitará siendo Vassa, esa madre que, ante la caída de su marido, hará todo lo posible para no caer en un abismo financiero y emocional. Su plan no mide resortes y fagocitará a esos hijos parásitos que domina y maltrata. Ante la hecatombe, no hay límites.
“Es una mujer a la que le importa mucho el dinero, justamente todo lo contrario a Blum, el personaje que hice antes en este mismo teatro. La plata no es tan importante, cuando te aferrás a eso aparece algo diferente, una búsqueda de otra cosa, como le sucede a Vassa. La plata le da poder, pero pierde el dominio de las cosas”.
–El vínculo patológico y desmedido con el dinero es un vehículo de poder universal y atemporal.
–Un mundo tan capitalista, hace que todos vayamos detrás de eso, hasta que nos damos cuenta que el dinero nos puede quitar la felicidad.
–Y la libertad.
–El dinero no siempre te da libertad, pero eso, a veces, se descubre tarde.
–¿Cómo es tu diálogo con el dinero?
–Cuando comencé en la carrera artística, no me importaba mucho. De todos modos, en ese tiempo, el dinero llegaba. Era la época del Parakultural donde trabajaba una vez por semana y vivía con lo que tenía. Por suerte, mi padre nos había dado un departamento a cada uno de los hermanos, con lo cual tenía solucionado el tema de la vivienda, algo que no siempre sucede.
–¿Cuándo aparece una posibilidad de ingreso más importante?
–Cuando trabajamos con Antonio Gasalla en televisión empezamos a ganar plata. En ese tiempo, si trabajabas un año bien, podías mudarte. La plata rendía. Hoy, para un chico que trabaja y nadie le regala nada, es muy difícil progresar.
–Siendo más adulto, ¿fue sano tu vínculo con el dinero?
–No voy detrás del dinero. Si trabajo mucho y gano bien, después descanso. Hago que mi vida sea un placer. Además, cuando se llega a determinado status, eso te obliga a mantener la posición, entonces se comienzan a hacer cosas que no gustan, algo que no me ha pasado mucho. En esta etapa de mi vida, siento que necesito más espacio, entonces hago menos a pesar del riesgo en propia economía.
–No sustituís libertad por dinero.
–No me parece sano, como geminiano necesito que mi vida tenga cambios. Si empiezo a mantener algo estático, me aburro. Por supuesto, aparece la duda sobre qué dejar y qué no, o qué trabajo tomar y cuál no. Creo que la pandemia nos sirvió para pensar qué hacemos con nosotros, qué vida llevamos, cuánto le dedicamos a los que queremos hacer.
–Se te percibe un “disfrutador” de la vida.
–Lo soy, trabajé mucho conmigo mismo para llevar la vida que llevo y agradezco todo lo que me pasa. Ahora me siento más seguro que en otras épocas de mi vida, pero, al estar más grande, aparecen miedos que antes no aparecían. A veces me pregunto cómo es que no puedo parar la cabeza.
Ejercer el amor
“Con Marcos Zimmerman nos separamos hace unos doce años, después de haber estado 24 años juntos”. Después de su relación con el prestigioso fotógrafo, estableció una pareja de seis años con Nicolás Miloro: “Cuando terminamos fue doloroso, nos abrazamos y no hubo pelea. Hay que saber percibir que algo se termina y que eso no se transforme en un desgaste”.
Hoy, acaso consecuencia de la madurez y el camino transitado, prefiere pararse en otro lado y definir distinto. Al menos en las cuestiones vinculares. “Estoy con alguien, pero no lo llamo más pareja”.
–¿Cuál es el rótulo?
–Somos compañía. En la vida te encontrás con gente que te hace bien y hay que aprender a manejar ese vínculo con libertad. Me comprometí en varias relaciones y hoy no me importa tanto el tiempo que paso con otra persona, sino lo que nos damos cuando estamos juntos, hasta dónde se puede llegar. Ahora, lo único que pido de una relación es sinceridad, poder charlar qué siente y qué necesita cada uno. He bajado la ansiedad de lo que pretendo de una relación. Trato de generar confianza y eso me parece básico.
–Una cosa es convivir y otra es tener una relación.
–En este momento de la vida me parece que es mejor mantener un vínculo sin convivencia. Siempre fui de convivir rápidamente y eso me llevó a tener que adaptarme al otro.
–¿Eso es malo?
–Es que me adapto demasiado al otro.
–¿Sos de ir en busca de tus parejas?
–Uno puede buscar una pareja, pero el que aparece, aparece inesperadamente. No hay que estar preocupado por la soledad, sino por cómo se conecta con su propio yo, por eso me parece importante convivir con uno mismo, de esa forma, también se puede entender mejor al otro en una relación. Como decía Urdapilleta sobre el silencio: “Me molestan hasta los ruidos de tu pensamiento”. Era algo que decía él que me encantaba y que lo incorporamos a Las Poetizas.
El camino
“Llega un momento de tu vida donde la trayectoria ya está hecha y es muy lindo que te recuerden lo que hiciste antes”. Humberto Tortonese se inició en el creativo y poderoso under porteño, como se llamó entre mediados de la década del ochenta y la primera mitad de los noventa, a ese circuito conformado por teatro, música y artes plásticas que se manifestaba en sótanos, discos, bares y galerías de arte con insurrecta creatividad. Batato Barea y las Gambas al Ajillo son algunos de los exponentes de ese nutrido grupo de artistas que marcaron un quiebre. Vanguardia que le dicen. En aquellos sótanos, una obra de teatro podía durar toda la noche o una performance escénica arrancaba y terminaba en cuestión de segundos. “Era un tiempo de mucha libertad. No se hablaba de lo que se iba a hacer. Todos llegábamos y hacíamos lo que teníamos ganas de hacer, con un público muy cómplice”.
En los noventa, Antonio Gasalla capitalizó el talento de Tortonese y Urdapilleta y los importó para El palacio de la risa, su ciclo en ATC, hoy TV Pública. La memoria esos sketches hace que hoy se lo recuerden por la calle, incluso gente joven que no vivió aquella época y que lo reverencia por haberse acercado a aquellas parodias bizarras y desopilantes a través de alguna plataforma.
–¿Cómo era el vínculo con Antonio Gasalla?
–Trabajábamos con total libertad. Incluso no había un guion estricto, él sabía que nosotros funcionábamos mejor así. Como con Alejandro (Urdapilleta) veníamos de la improvisación teatral, Antonio (Gasalla) sabía que nos tenía que dejar hacer desde ese lugar. De hecho, Gasalla nos descubrió a las cuatro de la mañana en el Parakultural.
Esa misma conexión logró cuando interpretó a una diputada inexpugnable e inimputable en el living de Susana Giménez: “Todo aquello era un disparate”.
–¿Cómo nace la diputada Gascón que conversaba con Susana Giménez?
–Me llamó Luis Cella, productor del programa, y me propuso hacer lo que tuviera ganas. El primer día llegué con un vestuario un poco fuerte para las ocho de la noche, lo que generó que Cella me pidiera que sea más recatado, pero le dije que, si me había llamado a mí, tenía que respetar mi esencia. Tampoco me paso de una línea, sé dónde estoy parado.
–El vínculo con Susana Giménez se percibía muy fluido.
–Podíamos hacer cualquier disparate, nos reíamos mucho, por eso pegamos tanta onda.
Del Parakultural al mainstream televisivo. De ser la mujer en el abismo de La voz humana de Jean Cocteau a pasar décadas en un estudio de radio junto a Elizabeth Vernaci, rol que acaba de cumplir ante el dolor de los oyentes y de la propia conductora. “Dejé la radio porque estaba cansado”.
–Eran una pareja radial muy consolidada, ¿cómo lo tomó Vernaci?
–No se terminó porque nos peleamos, sino todo lo contrario. Me dijo que hiciera lo que sintiera, que sea fiel a eso. Somos muy amigos, así que uno desea la felicidad del otro.
–¿Cuántos años estuvieron juntos?
–Uff, desde la Rock & Pop, miles de años.
–Mantenían un código muy particular, de un entendimiento poco usual.
–Sí, fue muy hermoso todo lo pasó, pero hay que ser fiel a lo que uno siente. Quiero dedicarme más a mi centro cultural y no se puede abarcar todo.
El actor se refiere a Loro Negro, un espacio, ubicado en el barrio de Colegiales, que se instaló fuerte en la movida porteña y suele funcionar a puertas cerradas.
–¿Qué vínculo podés trazar entre todas tus actividades?
–Todos esos trabajos tienen un factor común que es la comodidad con la que los abordo. Acepto un trabajo solo si me siento cómodo al hacerlo.
Pérdidas
–¿La noche de hoy es más peligrosa que la de los ochenta o noventa?
–Depende cómo uno se pare ante eso. Estuve en la calle desde muy chico y no he vivido cosas muy fuertes porque lo he enfrentado de otra forma. Quizás, en aquella época había más códigos. En lo personal, me explicaron qué era y cómo manejarme en la calle a los trece años, cuando empecé a viajar solo.
–Perdiste a tu mamá siendo muy chico.
–Tenía ocho años, estaba en tercer grado. Fue muy extraño. Mamá murió en casa, nos despertaron y nos llevaron a la casa de mi tío en Avellaneda. Mi tío decía que no había que decirnos nada. Era una época donde a los chicos se les ocultaban algunos dolores como la muerte, un gran error. En nuestro caso, mi padre tuvo la lucidez de llevarnos al velatorio. Fue muy importante, ya que no despedirla nos hubiera generado una incertidumbre de por vida.
–A la muerte hay que verla.
–Por supuesto, es muy traumático no despedir a alguien.
–¿Cómo fue esa infancia sin madre?
–Papá llevó muy bien la situación. Como era odontólogo, decidió mudar uno de sus consultorios a nuestra casa, para tenernos más cerca y tener cierto control, aunque, de todos modos, nos independizamos muy rápido.
–¿Cómo reaccionó tu padre ante tu vocación artística?
–Él hubiera querido ser locutor, pero lo obligaron a ser profesional. Esa frustración creo que lo marcó, por eso nos educó de manera muy libre, con una opinión muy propia. Incluso, se manejaba así con mi sexualidad. Cuando alguien hacía un comentario al respecto, era un problema del otro, porque, dada mi educación, yo no tenía ningún rollo con el tema. Es más, sentía que el otro sufría por mi sexualidad, pero yo no sufría para nada.
–A lo largo de tu vida, ¿el teatro ha sido catalizador de emociones? ¿Te permitió pensarte?
–En el teatro ponés el cuerpo y el alma, un día te sale bien y al siguiente mal, pero, además, como me dijo el otro día Eusebio Poncela “el teatro es sanador”. Es conectarse con los propios miedos.
Palabra de directora
Actriz, docente, dramaturga y directora, Felicitas Kamien se aproximó a Vassa a partir de la interesante experiencia propuesta por Modos Híbridos, una experiencia del Complejo Teatral de Buenos Aires durante la pandemia, en la que se atravesaba el trabajo escénico con la mirada de la realización cinematográfica.
Aquel ramillete de muy buenas propuestas contaba con Buscando a Vassa, una suerte de work in progress donde Kamien se acercaba a Vassa Zheleznova desde la sensibilidad de tres actrices que le aportaban un registro diferente al personaje.
“Trabajo mucho con el cuerpo del actor en escena. El texto me sirve como amparo y estructura, como un riel, pero no es el todo. Rompo el texto, no lo uso, nunca los actores de mis obras van a los ensayos con el texto de memoria. Trabajo a partir de la situación, de lo que va exudando el cuerpo del actor, de la atmósfera y la temperatura que eso va generando. El texto aparece luego e incluso se comienzan a imprimir los textos que aparecen en el trabajo”.
En esta versión libre, Kamien apostó por sostener cierto ideario de Gorki desde una mirada atemporal sobre las cuestiones que abordó el autor ruso. “Es como tirar de un ovillo. Por supuesto, emerge el poder, la traición, como temas abordados por Gorki. Lo que plantea tiene mucho que ver con el derrape y la desesperación tan argentina, con ese miedo a no tener nada de un momento a otro. A Vassa se le despierta esa cosa desesperante de desbarrancar. El miedo a quedarse sin su marido, y sin nada, la hace enceguecer e iniciar su cruzada”.
Luego de aquella experiencia en Modos Híbridos, Kamien buscó darle forma corporal a la criatura de ficción. “Me costó mucho pensar en actores y actrices”, sostiene la directora. En ese camino de incertidumbre, a veces angustiante, apareció el nombre de Humberto Tortonese: “Pienso que él tiene el arrojo que requiere el texto. Humberto tiene mucho del humor que también tiene la obra, a pesar de la tragedia. Y su cuerpo cuenta con una expresividad notable, por eso en los ensayos hubo una sensación muy profunda de goce”.
A la hora de pensar en cuestiones de género, hay cuestiones que van más allá de eso. Vassa representa algo más poderoso y profundo que se desentiende de rótulos. “Me parece interesante romper con algunas estructuras tradicionales. Busqué un carácter y una temperatura, y eso lo hace Humberto y su piel, no me importa el género”, finaliza la directora.
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