Hugo Midón vuelve a escena: por qué sigue conmoviendo a chicos de todas las edades
A diez años de su muerte, el espectáculo Mi don imaginario rescata su singular visión del teatro de las infancias, en el marco del Fibita
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Hace poco más de 50 años se iniciaba uno de los ciclos más fructíferos del teatro de las infancias de varias generaciones: Hugo Midón estrenaba La vuelta manzana. A partir de allí, a lo largo de treinta obras, desarrolló una trayectoria que incluyó no solo las comedias musicales que brillaron en los teatros porteños, sino también dos puestas de ópera en el Teatro Colón, programas de televisión de una factura inédita y cine para chicos. Hace diez años, esa obra fecunda sufrió un duro golpe con la temprana muerte de Midón, el 25 de marzo de 2011.
Su desaparición física significó también un corte en un estilo de representación de la comedia musical y de tratamiento de contenidos dirigidos a los más chicos desde el escenario. Midón dejó como director su impronta en muchos actores que siguen vigentes –Carlos March, Diego Reinhold, Omar Calicchio, Ana María Cores, Roberto Catarineu, Gustavo Monje-, pero no generó una escuela de dramaturgia y puesta en escena.
Recién en las últimas dos temporadas previas a la pandemia comenzó un lento rescate de su estética y ética del teatro para chicos, con las nuevas puestas en escena de Vivitos y coleando I y II, a cargo de Manuel González Gil, y de Huesito Caracú, dirigida por Emiliano Dionisi. El mismo Dionisi, que de adolescente había actuado en una obra de Midón, es quizás el director teatral que, con su identidad propia, más se acerca en sus obras a reivindicar una visión midoniana del teatro para chicos sin olvidar a los adultos que los acompañan.
Es decir, un teatro con una visión critica de la realidad plasmada desde el humor, que permite múltiples lecturas según la edad y la perspectiva del espectador, siempre basado en una realización de excelencia en todos los aspectos que componen la puesta en escena: actuación, vestuario, escenografía y ante todo la música, compuesta a lo largo de prácticamente todas su carrera por Carlos Gianni. En un concepto de puesta en que el actor que canta y baila lo hace en función de la obra y no del lucimiento personal.
Un estreno pone a Midón en escena
Tras la pausa obligada por el coronavirus reaparece ahora Midón como personaje sobre escena. Mi don imaginario se estrena esta noche, a las 20, en el Anfiteatro Parque Centenario en el marco del Fibita, la programación para chicos del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). También se presentará el sábado y el domingo, en el mismo horario, en este caso como la obra de clausura de todo el festival.
La comedia musical, escrita por Mariano Taccagni y dirigida por Pablo Gorlero, retoma temas musicales de La vuelta manzana, Vivitos y coleando, Stan & Oliver y muchas otras obras de Midón, con letras jugadas en función de la trama de esta obra. Ana María Cores, Jorge Maselli, Nahuel Quimey Villarreal, Flavia Pereda, Julián Pucheta y Alejandro Vázquez, entre otros, figuran en el elenco. Varios de ellos también actuaron bajo las órdenes de Midón.
El mismo Carlos Gianni se encargó de la dirección musical de Mi don imaginario. “No hubo ensayo en que no se me escapara alguna lagrimita”, dice Gianni, con los ojos también húmedos al contarlo. “Aparece Hugo como personaje en escena, compartiendo un momento mágico en el que están presentes todas sus creencias, su estilo, sus amores, toda la maravilla que ponía en juego para el arte del teatro”, cuenta el músico.
Los inicios de la mano de los artistas europeos emigrados
Un joven maestro de escuela esudiaba teatro en los años ’60 con Oscar Fessler, un director nacido en el Imperio Austro-Húngaro que se había formado en Berlín con Erwin Piscator y Max Reinhardt, referentes máximos del teatro centroeuropeo antes de la irrupción del nazismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, en la que participó como miembro de la Resistencia francesa, Fessler recaló en la Argentina, donde creó el primer Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires, cerrado tras el golpe de Estado de 1966. Ese joven estudiante de teatro, Hugo Midón, nacido en 1944, fue en 1967 protagonista y asistente de dirección de Los caprichos del invierno, una obra dirigida por Ariel Bufano con música de María Teresa Corral que marcó un hito en la escena del teatro infantil.
Otro joven, formado en el Collegium Musicum que habían fundado los músicos alemanes huidos del nazismo Guillermo Graetzer y Erwin Leuchter, quedó fascinado al ver esa obra para chicos. Carlos Gianni, que de él se trataba, improvisaba por entonces al piano la música para el movimiento en las clases de la creadora de la expresión corporal, Patricia Stokoe, formada a su vez en Inglaterra. Midón y Gianni se habían cruzado en un curso organizado por Fessler y Stokoe.
“Hugo me propuso hacer una obra de teatro juntos y yo le dije que ni loco, que no tenía la menor idea de lo que era hacer música para el teatro”, recuerda Gianni. Midón salió de viaje, a recorrer Latinoamérica y Europa. y a su retorno reiteró la propuesta, que finalmente aceptó el músico. “Estuvimos un año improvisando en mi casa, jugando con objetos e ideas, con diversas posibilidades musicales. Finalmente surgió de ahí un espectáculo que estuvo diez años en cartel: La vuelta manzana.”
En ese elenco del estreno en mayo de 1970 en el Teatro Regina figuraban Alberto Segado, Cristina Moix y Perla Szuchmacher, el sonido estaba a cargo de Rubén Szuchmacher. A lo largo de la década de funciones también estuvieron en escena Oscar Martínez, Ana María Cores, Mirta Busnelli, Mario Pasik y Andrea Tenuta, entre muchos otros, además del mismo Midón.
Sólo existen flores
Midón fue prácticamente contemporáneo como creador a otros dos grandes del arte de las infancias, María Elena Walsh y Ariel Bufano. Pero desarrolló su trayectoria en forma paralela a ellos con apenas unos puntos de contacto que sin embargo sintetizan la confluencia conceptual de estos tres artistas. Midón, además de haberse iniciado sobre las tablas con Bufano en Los caprichos del invierno, hizo suya una frase del maestro titiritero: “No hay flores para adultos y flores para niños, hay flores.” Cada cual la ve desde su punto de vista, la admira, la rechaza, la ignora, la estudia, ve un aspecto de ella u otro.
“Midón refundó la frase hablando de paisajes, que no son para grandes o para chicos”, recuerda Gianni. Sin duda se refería con la analogía a los paisajes escénicos. “Todos pueden imaginar desde su lugar algo con lo que se está ofreciendo desde el escenario. Si uno logra que el espectador imagine, que se vaya del teatro siendo distinto a cuando entró, está ganada la partida, aun si no le gusta lo que vio”, traduce Gianni el concepto que los guiaba siempre. También reaparece esta imagen en Mi don imaginario, anticipa.
De todos modos fue un largo camino hasta poder poner plenamente en valor la frase de Bufano. “Al comienzo atendíamos mucho a lo que nos decían los docentes y los psicopedagogos sobre lo que podían entender los chicos de tal o cual edad, que tenían sus razones, pero no siempre eran razones artísticas”, cuenta Gianni. “Basándonos en la frase de Bufano comenzamos a confiar en nuestras posibilidades. El quiebre se produjo, vaya casualidad, cuando terminó el gobierno militar, con Narices.” La obra estrenada en 1984 hacía salir de su reclusión en una buhardilla a los payasos de narices rojas para decir sus verdades sin tapujos, como lo hacen los niños, y para volver a fundirse en un abrazo. Esos abrazos que también la pandemia obligó a dejar de lado por un tiempo en un mundo que se volvió distante y que ahora será cuestión de recuperar, según define Taccagni, el espíritu de la obra que se estrena hoy.
Ya en El imaginario (1981), había marcado Midón un rumbo, en una canción que homenajea de la mejor manera a María Elena Walsh, planteando que a partir de ella había una nueva forma de contar historias a los chicos: “Borrón y cuentos nuevos, con Doña Disparate y Bambuco a la cabeza”, canta un tema de la obra a modo de proclama. “Por suerte o por desgracia, los viejos personajes/ se van yendo de viaje con todo su equipaje./ Y el mundo de los cuentos recibe a toda orquesta/ a nuevos invitados que llegan a la fiesta.”
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