Hugo Arana, el talentoso actor de teatro con recordados éxitos
Hugo Arana, fallecido hoy por coronavirus, había nacido en la localidad bonaerense de Juan José Paso el 23 de julio de 1943 y se crío en Monte Grande. En su hogar había que trabajar, no quedaba otra. Sus padres fueron los caseros de una casona. Su madre, modista de barrio. A los once años trabajaba en una zapatería ubicada a dos cuadras de su nueva casa de Témperley, calle de tierra. en donde en una de las piezas dormía con su hermana, Luego se mudaron a Lanús Este, calle de asfalto, tranvía, se abría la canilla y había agua. Desde aquel momento ejerció oficios de todo tipo. Hasta pasó por una fábrica de armas en la cual duró poco porque armó un revuelo por quejarse por las condiciones de trabajo. El teatro todavía no formaba parte de su horizonte.
En un reportaje radial que le hizo Eduardo Aliverti contó que, a los 18 años, jugando al billar por plata filosofaba a su modo y sus amigos parece que lo escuchaban con cierta admiración. "Un hombre tiene que tener un ideal, pero yo no tenía ninguno. Jugaba al fútbol en Lanús, pero no tenía disciplina. Jugábamos el domingo, a las 10 de la mañana, pero yo el sábado me iba a bailar mientras laburaba de cadete, en un negocio de magia, en una ferretería, en una carpintería. Mi último laburo, antes de vivir como actor, fue con un amigo con el que hacía carpintería, hice de todo", contaba aquella vez con la generosidad que siempre se le reconoció a este excelente actor y ser humano.
En aquellos tiempos de juventud se hizo amigo de un proyectista de dos cines de barrio. Ahí se lo pasó aprendiendo o imaginando otros mundos. Como su amigo era ciego, él le leía libros. Fue, tal vez, una de las tantas maneras de seguir aprendiendo. Una tarde, caminando por la calle, vio un cartel que decía: "Hágase actor". El día que cumplió 22 años un tío le regaló una camisa escocesa. Con la camisa debajo del brazo caminó dos cuadras y se anotó en el Centro Experimental Cinematográfico. A los dos meses se dijo: "de acá no me saca nadie". Su primer trabajo en un escenario fue en una obra sobre Lee Harvey Oswald, interpretada por Enrique Liporace. "Es la primera vez que algo me importaba", reconoció muchos años después. Cuando empezó a cobrar unos pesos en teatro se dio cuenta que eso era su trabajo, que no era un recreo, ni un hobby. Ya no hacía falta andar cambiando de oficios.
Luego vino la publicidad Crespi que tuvo varias versiones y con la que conoció eso que se llama éxito. Subía al colectivo y lo aplaudían. Él se moría de timidez. "Fue el teatro el que impidió correr el riesgo de que esa publicidad cambiara en algo mi vida", contaba. En ese momento ya estaba estudiando con Augusto Fernandes mientras otros grandes actores, como Ulises Dumont y Norman Briski, también hacían publicidad. Eso lo afianzó. Su otro maestro de actuación fue Marcelo Lavalle. Entre clases y escenarios conoció a Marzenka Nowak, el amor de su vida. Vivieron juntos 44 años hasta que murió por un ACV, en 2011. Con el paso del tiempo, Hugo Arana fue uno de los actores del grupo Errare Humanum Est, junto con Miguel Ángel Solá, Juan Leyrado y Darío Grandinetti. El quinteto (luego se sumó Jorge Marrale) nació en 1991 con una obra llamada Los mosqueteros. Originalmente iban a estar dos meses en cartel y terminó durando cinco años.
En un reportaje publicado en Página 12 comentaba que prefería usar la palabra profesión a carrera. "Profesar es poner la fe. Yo pongo la fe en la tarea. Me gusta. Pongo la fe de que voy a disfrutar, de mejorar mi paladar. El encasillamiento, las verdades absolutas que construimos, no son otra cosa que manifestaciones inconscientes de nuestros miedos. Necesitamos certezas para poder huir de los miedos. Ahora resulta que no hay que tener miedo, o no demostrarlo. Tampoco se puede tener vanidad. ¿Cómo no voy a tener miedo, cómo no voy a ser vanidoso? ¿Qué soy, de qué estoy hecho? Soy un bicho humano, tengo todo eso. El tema es cómo nos relacionamos con nuestra vanidad y nuestros miedos. Cada tanto, a mi vanidad la agarro y le doy unos caramelos para que se calme un poco, porque si no corro el riesgo de convertirme en un idiota". Se nota que tenía siempre un caramelo guardado en el bolsillo.
Hizo teatro comercial, teatro independiente, teatro de verano en Mar del Plata o Carlos Paz y teatro oficial. Lo dirigieron creadores como Manuel González Gil, Javier Daulte, Daniel Marcove, Andrés Bazzalo, Julián Howard y Daniel Cúparo, entre otros. Participó de obras como Los mosqueteros, el recordado éxito junto a Miguel Ángel Solá, Darío Grandinetti, Juan Leyrado y Jorge Marrale; El saludador, en el Teatro San Martín, con María Cristina Laurenz y Gerardo Serre; Made in Lanús, junto a Víctor Laplace, Ana María Picchio y Soledad Silveyra; El puente, junto a Alicia Berdaxagar, Analía Couceyro y Joaquín Furriel, en el Teatro Nacional Cervantes; Todas las rayuelas, con Esteban Meloni y Paula Ransenberg; Cyrano de Bergérac, con Miguel Ángel Solá; La nona, con Pepe Soriano, Miguel Jordán y Mónica Villa; Baraka, con Darío Grandinetti, Paula Kohan, Juan Leyrado, Jorge Marrale; Filomena Marturano, con Virginia Lago y Floria Bloise; Más que amigos, con Laura Fidalgo, Maximiliano Ghione y Mariano Iúdica; Mineros, con Patricia Echegoyen, Darío Grandinetti, Juan Grandinetti, Juan Leyrado y Jorge Marrale; o Los tutores, con Dan Breitman, Mónica Cabrera, Ludovico Di Santo, Paula Kohan, Laura Oliva, y Dennis Smith; y La ratonera, en la inauguración del Multitabarís, dirigido por Jorge Azurmendi. Y, además, en Entre Borges y Piazzolla, El perro suelto, Pluf, el fantasmita, Matrimonios y algo más, Aquí vengo Filadelfia, El inquietante caso de José Blum, 1938, un asunto criminal, y muchísimas más.
Su última temporada fue con Rotos de amor, en Villa Carlos Paz, junto a Osvaldo Laport, Víctor Laplace y Pepe Soriano. "Lo que permite mi profesión es seguir jugando como un niño y eso es sagrado y mejora la circulación", dijo en esa oportunidad. Ya en tiempos de pandemia lo último que hizo fue Historias virales (el capítulo "No te olvides"), un streaming junto a Moro Anghileri en la que un padre habla con su hija en tiempos de distancias. "No estudié teatro toda mi vida por el deber de nada, sino por el placer de la búsqueda de construir una conducta, un carácter".
Hugo Arana, el hombre que construyó una conducta a lo largo de toda su vida, es recordado hoy en las redes por colegas y admiradores, con profundo amor.
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