Horacio Roca recrea un unipersonal con influencias de Miguel de Unamuno
teatro. Es uno de los actores más interesantes y con mayor trayectoria del teatro actual, y estrenó una obra de Mariano Saba
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Uno de los intérpretes más destacados de su generación, dueño de una gran versatilidad a la hora de componer personajes clásicos o contemporáneos, Horacio Roca ha desarrollado una intensa carrera que inició siendo muy joven. En los años 80, a poco de haber egresado del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, comenzó a ser convocado anualmente por las autoridades del Teatro San Martín para integrarse al entonces elenco estable que poseía la sala de la calle Corrientes. Junto a aquellos actores notables fue desarrollándose como actor bajo la dirección de grandes maestros nacionales y también internacionales.
Hace un par de años decidió comenzar a dirigir y eligió una obra, Madrijo, de Mariano Saba, que presentó en Espacio Callejón junto a un elenco que integraron Ingrid Pelicori y Martín Urbaneja. El proyecto no sólo alcanzó muy buena repercusión de público sino que, a la vez, le posibilitó consolidar cierta relación de trabajo con el autor.
A finales de 2019 Saba lo llamó y le comentó que estaba elaborando un texto, un unipersonal, en el que ubicaba en el centro de la escena a un docente de literatura, admirador del español Miguel de Unamuno.
A Horacio Roca le interesó el proyecto y en marzo de 2020 comenzaron a ensayar. Sólo pudieron hacer una primera lectura ya que a los pocos días la pandemia detuvo toda actividad en el país. Pero tanto autor y director como intérprete decidieron continuar trabajando. Los ensayos comenzaron a realizarse por Zoom, una vez por semana y el proceso de trabajo que lograron elaborar hizo que aquella primera dramaturgia se fortaleciera más y que el actor descubriera mayores posibilidades a la hora de dar entidad a su personaje. Tibio se estrenó el sábado pasado, en Moscú Teatro.
“En la obra –cuenta Roca– aparece un entrecruzamiento entre este profesor de literatura admirador de Unamuno que está dando clases sobre él y que, al mismo tiempo, siente qué cosas de su propia vida se relacionan con cuestiones que el autor plantea, con la propia figura de Unamuno como sujeto político, incluso. Unamuno tuvo un camino ideológico muy zigzagueante. Primero estuvo con el socialismo, con la república y después terminó del lado del franquismo. Fue y vino y en el final de su vida se reivindicó con un discurso en la Universidad de Salamanca de la que era rector. Rodeado de franquistas que pronunciaban unos discursos durísimo decidió hablar. La síntesis de lo que expresó fue: ‘venceréis pero no convenceréis’.” Después de esa inesperada participación el autor vivió prácticamente privado de su libertad en su casa y murió al poco tiempo.
Como en algunas otras piezas de su autoría, al dramaturgo Mariano Saba le interesa aportarle a sus historias y personajes un contexto histórico determinado que, en general, marca con mucha intensidad la acción de sus espectáculos. Aquí, la trama se desarrolla en Buenos Aires a finales de la década del 70, y si bien no se menciona que el país está gobernado por la dictadura cívico-militar, el clima de opresión de la época puede observarse en el pensamiento que va exponiendo este profesor llamado Joaquín Rodríguez Janssen.
“La obra se llama Tibio y el personaje se autopercibe como tal aunque quiera disfrazase de equilibrado, de objetivo –explica Horacio Roca–. La obra comienza en el presente pero a través de un hecho fortuito: ordenando unos libros se encuentra con Niebla (novela emblemática en la producción de Unamuno) y ese hecho lo lleva a reflexionar acerca del compromiso que debe asumir el docente a la hora de enseñar y recuerda que siendo joven tuvo un alumno que lo enfrentaba con su tibieza. Le discutía sus posiciones y él tenía una posición muy prescindente en aquel momento, no quería dar opinión y justamente en esas clases estaba analizando la obra de Miguel de Unamuno”.
Horacio Roca es docente de la Universidad Nacional de las Artes y desde ese rol también suele confrontar sus cuestiones personales con el universo de sus alumnos. “También a veces te encontrás con tus propias limitaciones para transmitir conocimientos –admite–. Cómo estructurar algo para transmitirlo y que el otro lo pueda trabajar o descubrir lo que se está proponiendo sin que uno lo esté dirigiendo al alumno. El teatro también tiene sus particularidades. Sí, más allá de lo que des, está la pretensión de querer llegar al otro, de entusiasmarlo con algo. No transmitir el contenido sólo para que lo conozca y lo aprenda, sino que le pase algo con el material con el que a vos te pasa algo. Poder movilizarlo. A veces se puede y a veces no y a veces es culpa tuya y a veces no es culpa de nadie. Es un encuentro, al fin y al cabo, entre seres humanos y por lo tanto no tiene reglas demasiado fijas.”
Poco acostumbrado a interpretar unipersonales Horacio Roca recuerda que hace unos años participó de un espectáculo en el Centro de la Cooperación donde interpretaba poemas de Raúl González Tuñon, que se llamó Tuñón, esquinas y banderas.
Tibio asoma hoy como algo que lo moviliza mucho, como cuando repasa la larga historia de su carrera al lado de compañeros “muy apasionados y creativos” y se detiene en aquel trabajo que dirigió Alfredo Alcón en el Teatro Payró, En la soledad de los campos de algodón, de Bernard Marie Koltes, junto a Leonardo Sbaraglia y donde descubrió una vez más el gusto por trabajar la palabra en su máxima expresión.
Después de sus experiencia en dirección con Madrijo, Roca ansía volver a desarrollar ese rol. “Hice esa obra –cuenta– y después me entretuve buscando algún material que me volviera a gustar como ese, no apareció y pasó ese año, vino la pandemia y se produjo un paréntesis pero me gustaría volver a dirigir. Esa ocasión la disfruté mucho. Todo el teatro me gusta y hasta alguna vez me animé a escribir.”
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