Héctor Alterio vivió una semana soñada en Buenos Aires, la ciudad que durante tantos años tuvo que extrañar a la distancia
El mago de la actuación, el maestro de la palabra de tantas obras de teatro, cine y televisión está viviendo esta semana una serie de reencuentros plagados de emociones, recuerdos y alegrías mientras presenta un maravilloso espectáculo en el Astros, merecedor de todos los aplausos imaginables o por imaginar
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“Estoy contento de lo que he vivido. Dicen, y es verdad, que estoy en tiempo de descuento. Tuve un tío arquero de fútbol: espero, como él, atajar varios penales todavía. Seguir jugando todo lo que pueda. Gracias a esta profesión y al amor de todos ustedes”, aseguró el martes a la noche Héctor Alterio frente a un auditorio colmado en el CCK en lo que fue el merecido homenaje que organizó el ministerio de Cultura a este gran intérprete de tantas batallas ganadas. En verdad, como aseguró el ministro Tristán Bauer, esta vez vino a Buenos Aires para homenajear a todos nosotros. Sucedió la semana pasada cuando estrenó A Buenos Aires, en el Astros, “el mejor regalo que le pudo hacer a esta ciudad”, como tituló la crítica de Pablo Gorlero. Esa noche pasó algo extraordinario (o no tanto, si en esto está involucrado un mago como este señor de ojos claros y sonrisa eterna). Apenas ingresó al escenario las 700 personas que colmaron la sala se pusieron de pie en medio de una ovación casi futbolera. Expresiones de afecto levemente similares suelen suceder en la escena comercial cuando ingresa el actor o la actriz principal de la obra en cuestión. A veces, vaya paradoja, ese aplauso de bienvenida es de menor intensidad que el aplauso final. Nada de eso sucedió con este maestro de la palabra frente a una platea emocionada y decida a expresar su admiración profunda hacia este actor que nunca se lo va a escuchar vanagloriarse por haber participado (y protagonizado) en cinco películas ternadas a los Premios Oscar: La tregua, de Sergio Renán; Camila, de María Luisa Bemberg; La historia oficial, de Luis Puenzo, que se alzó con el premio máximo en 1985; El nido, del español Jaime de Armiñán; y El hijo de la novia, de Juan José Campanella.
La primera de este quinteto modificó radicalmente su vida. Ya con la nominación a cuestas, el film se presentó en el Festival de San Sebastián, norte de España. Cuando estaba en Madrid le avisaron que no podía volver porque su nombre había ingresado en la nefasta lista negra. Años después, se enteró de que la razón de su prohibición y las amenazas no tuvieron que ver con su papel como militar, sino como padre de una familia disfuncional, en especial de un hijo homosexual, interpretado por Oscar Martínez, en el drama original de Mario Benedetti. Empezó a vivir en casa de amigos, en el suelo. Cuando la situación se complicó aún más en la Argentina vendió su Fiat 600 y un departamento. Su mujer llegó a Madrid con los dos hijos: Ernesto, de 3 años; y Malena, de 6 meses. Su hijo, otro gran actor, le preguntaba: “Papá, ¿en qué idioma hablan acá?”.
📌 In Fraganti, hace minutos, la pareja de “La tregua” a la salida del ensayo del teatro Astros. pic.twitter.com/ikyBxBtzjT
— Multiteatro Comafi (@multiteatro) April 5, 2023
Pero Alterio se reinventó. Ya lo había hecho a los 20 años cuando se incorporó al movimiento Nuevo Teatro, que guiaron Alejandra Boero y Pedro Asquini. O cuando, casi 20 después de aquello, decidió independizarse de esa experiencia vital, dejó su trabajo como corredor de Terrabusi, se casó y empezó a hacer televisión y cine. Claro que los primeros tiempos en España fueron duros. Se instaló en una pensión y comenzó la peregrinación en busca de trabajo. Nadie lo conocía por allí, pero logró la oportunidad de integrar el elenco de Cría cuervos, la película que comenzaba a rodar Carlos Saura. El primer día tuvo que hacer de muerto. Estaba tan nervioso que no podía calmar sus párpados. “Tomé varios whiskies, pero no lograba serenarme. Miraba a mis compañeros y suponía que ellos estarían pensando: ‘Mira este argentino, ni de muerto puede hacer. Con tantos actores españoles en paro que tenemos aquí', reconoció en un reportaje al diario El País, de España, en 1984, cuando pudo por fin pudo regresar a Buenos Aires ya en tiempos democráticos.
Aquella vez, en el Teatro Nacional Cervantes, en el transcurso del acto en el que se celebraba el Día del Teatro, Alterio fue invitado a leer un poema de Julio Cortázar. La emoción contenida estalló al final con una ovación de varios minutos. Lo mismo sucedió en 2004 cuando recibió el Goya de Honor en medio de una imponente sala madrileña en la que todos se pusieron de pie para aplaudirlo. Él, fiel a su estilo, se lo dedicó a su mujer, a sus hijos y al gremio de actores. “Estoy definitivamente a favor de la libertad de expresión”, dijo aquella vez. La escena se repitió hace pocos días en el estreno de A Buenos Aires, que cuenta con libro y dirección de Ángela Bacaicoa, su mujer; y en el homenaje en el CCK, casi una semana después. “Mi partido político fue el teatro”, dijo el actor de La Patagonia rebelde, El crimen de Cuenca y Caballos salvajes, en el CCK; el intérprete que tuvo la habilidad y sensibilidad expresiva de meterse la memoria colectiva de tantas generaciones que tanto lo admiran. Solo queda esperar que pueda seguir jugando. Atajando penales, como su tío, o metiendo goles, como viene haciendo en estos 93 años.
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