Gran homenaje al café concert en la casa de Mariano Mores, en Mar del Plata
Alejandro Veroutis reestrena su elogiado espectáculo que recuerda los años de persecución y censura a los artistas argentinos.
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“El café-concert nació para contar lo que no se podía contar”, dice Alejandro Veroutis. Y no le falta razón: inspirado en el cabaret alemán de principios del siglo pasado, el género se hizo fuerte en la Argentina de los años 60 y 70, cuando la censura estaba a la orden del día y muchos artistas eran señalados y perseguidos. Los nombres importantes del café-concert son muchos: Nacha Guevara, Marilina Ross, Edda Díaz, Carlos Perciavalle, Susana Rinaldi… “Muchas mujeres –subraya Veroutis–. Nacha es la mujer más valiente del mundo del espectáculo argentino. Pero no la única: pienso en Cipe Linconvsky, en Elsa Berenguer, en Bárbara Mujica”. Inspirado por esas grandes figuras y por una historia llena de alternativas que siempre fue reflejando la convulsionada realidad del país, Veroutis diseñó un espectáculo apoyado en la memoria y el homenaje: se llama Una noche en el café-concert, la leyenda continúa y se podrá ver todos los viernes de enero y febrero en un lugar muy especial, la histórica casa marplatense de Mariano Mores, ubicada en Alem 2469 y declarada patrimonio de la ciudad no hace mucho. La entrada cuesta 1.000 pesos.
Premiado el año pasado con el Estrella de Mar destinado al mejor espectáculo de teatro alternativo, Una noche en el café-concert, la leyenda continúa “transporta al público a los tiempos procaces y sublimes en los que la libertad creativa era la consigna, pero también se prohibían canciones, poemas, textos y artistas. Al evocar su memoria desde el escenario, aquellos artistas, aquellos textos y aquellas canciones vuelven a la vida y nos cuestionan, nos divierten y nos emocionan con la misma potencia, hoy como ayer”, explica Veroutis.
“Yo estoy escribiendo un libro que cuenta la historia del café-concert, un género asociado con tiempos oscuros de la Argentina, con la Triple A y la dictadura militar –agrega el periodista y creador de este emotivo espectáculo–. Hubo muchos artistas que sufrieron persecuciones en aquella época porque molestaban, decían lo que no se podía decir. Pero no es solo para nostálgicos, yo creo que un pibe joven viene a ver este espectáculo y también se siente interpelado”.
Acompañado por la pianista Camila Suero, Veroutis es, además de un maestro de ceremonias que va hilando una narrativa que recorre los últimos cincuenta años de historia argentina, la voz cantante que rinde homenaje: interpreta en vivo temas como “Los boludos”, “La mala reputación”, “De qué se ríe”, “Los ejecutivos”, “Coplas de mi país”, “Magoya”, “The Kana”, “Canción de cuna para un gobernante” y “Prohibido prohibir”. En ese camino que él define como un viaje en el tiempo, Veroutis asegura que se va elaborando un mensaje importante: “Te vas dando cuenta de que ese ayer todavía tiene mucho que decirle al hoy”, resume.
“Las canciones que canto tienen como denominador común su incorrección política. Son canciones que perturbaban al poder. Y en consecuencia, así vivían los artistas de aquellos años: en 1974, Nacha Guevara, Horacio Guarany, Luis Brandoni, Norman Briski y Héctor Alterio se tuvieron que ir del país, amenazados por la Triple A. Pero si lo pensás un poco, hoy las amenazas de muerte y las bombas siguen: están en las redes sociales. Este es un país tartamudo, como decía Enrique Pinti… Y la prensa era y es cómplice”.
Una noche en el café-concert..., que en esta ocasión va acompañado por un loable bonus track en el que Veroutis presenta un puñado de tangos de Mariano Mores que interpretaron grandes cantantes argentinas, tiene un historial de funciones que arrancó en Villa Victoria y pasó por La Botica del Ángel y el Maipo. Ahora inaugura el flamante escenario de la casa de Mariano Mores, que actualmente también es sede de la Secretaría de Cultura de Mar del Plata.
“Siempre es bueno tener memoria -afirma Veroutis para reforzar las motivaciones de su propuesta-. Estos abusos fueron denunciados por mucha gente… Carlos Rottemberg lo cuenta en su libro de memorias, por ejemplo. Lo amenazaron a él, amenazaban a los artistas. Y hay historias curiosas: una vez los censores se acercaron a un local de Pinamar donde cantaba Marikena Monti y quedaron un poco desconcertados porque había en el repertorio muchas canciones en francés. Les dijeron que eran letras de amor y se lo creyeron. Cosas insólitas como esa eran moneda corriente. Para mí, el café-concert es el género que mejor representa a los argentinos: por las figuras que tuvo, por los temas que abordó y por el interés que generó. No hay que olvidarse que en aquellos años, los del Mayo francés, intelectuales, aristócratas y políticos iban a ver este tipo de espectáculos, que se hacían en sótanos y lugares considerados como ‘poco confiables’. Era un ritual cultural que tenía lugar en espacios modestos, sin demasiadas pretensiones. Mientras disfrutaba de una copa de champagne o de whisky, la gente escuchaba cómo grandes artistas decían y cantaban lo que nadie más se atrevía a expresar en ese momento. Todo esto empezó hace cincuenta años, con lugares como La Botica, La fusa, El gallo cojo, La gallina embarazada y El erizo incandescente, en Buenos Aires, y otros de Mar del Plata como La Cebolla, La Nona, Narvachos, Edipo y Rugantino. Y tuvo siempre protagonistas geniales. Muchos de los que ya nombré y también Facundo Cabral, Piero, Gian Franco Pagliaro, Amelita Baltar, Astor Piazzolla, Lia Jelín, Estela Raval, Mercedes Sosa y hasta Atahualpa Yupanqui. Textos de gente como Griselda Gambaro, Aída Bortnik, Ernesto Schoo y Mario Benedetti. Empresarios como Lino Patalano, que se involucraron a full. Todos creyeron en un género en el que la libertad era la consigna obligada. Vale la pena recordarlo y celebrarlo”.
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