Ya lo sabía: gran duelo sin espadas entre dos hombres que se reencuentran después de un pasado complejo
Un clima de ironía y tensión dramática convierte a la pieza en una especie de danza de dos lobos, en apariencia mansos, pero perturbados por traumas de la infancia
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Ya lo sabía. Autor: Jordi Cadellans. Dirección: Pablo Gorlero. Intérpretes: Santiago Caamaño e Ignacio Monná. Escenografía y vestuario: Vanesa Abramovich. Iluminación: Rogelio Fuentes. Música y diseño sonoro: Agustín Bandi. Sala: Andamio 90, Paraná 660. Funciones: sábados, a las 22. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: excelente.
El barcelonés Jordi Cadellans tiene algo más de 50 años, además de autor es actor (se lo vio en Amar en tiempos revueltos) y el bullying, el abuso y el acoso, que sufrió siendo un niño en un colegio religioso, como si fuera un acto de exorcismo, lo transmite en esta pieza. Si bien está abordada como un thriller ficcional, se basa en hechos reales. De allí que su narración si bien se inicia en un clima de cierta distensión, luego sube su temperatura hacia un crescendo dramático algo crudo, que no deja de impactar, pero a la vez desnuda un trauma de la niñez: la soledad de un chico víctima de la burla y de los golpes, de aquellos que lo consideraban un maricón. A la vez que desnuda un machismo tóxico, atado a las convenciones, como ser un buen jugador de fútbol, o el que se sabe ganador a la hora de conquistar chicas, pero en la intimidad se enfrenta al espejo de sus propias frustraciones de lo que no logró ser.
Ya lo sabía -Here comes your man, en inglés-, fue estrenada en 2020 y luego repuesta en España. El relato es un thriller, un duelo sin espadas entre dos hombres, dos excompañeros de un colegio religioso, que coinciden en la despedida de quien fuera su tutor, un sacerdote que, a lo largo de la pieza, se sabrá fue cómplice de las aberraciones por las que atravesó ese niño, de nombre Morales.
Morales en el presente es un famoso actor, con miles de seguidoras en las redes sociales, a partir del personaje de un policía en la serie de moda. Su compañero de cuarto, en ese precario motel rural que les tocó compartir para preparar la fiesta a su tutor, es Torres, un “ganador y cómplice” del que abusó a Morales en otras épocas y, en el presente de la obra, un hombre que no pudo cumplir sus sueños de ser un Messi en la cancha. A lo largo de la pieza ambos irán descubriendo sus miserias, expondrán sus dudas y temples. Morales es más callado e introvertido; Torres, más histriónico y seductor. Al comienzo se hacen los que casi no se recuerdan, pero luego la confianza y algunas copas entre festejos permiten que salgan a la luz lo que padeció cada uno. Torres tiene un cómplice en otro cuarto, González, el macho alfa que a pesar de los años destila odio hacia el flaquito Morales.
Tensión dramática in crescendo
Jordi Cadellans hiló con firmeza este thriller punzante y suave a la vez, pero aguerrido, al que el director Pablo Gorlero sostiene y define con mano maestra. Su clima de distensión y tensión dramática convierte a la pieza en una especie de danza de dos lobos, en apariencia mansos, pero que al final terminarán desnudando sus verdaderas intenciones. El crescendo dramático no cesa, pero no todo es tensión, hay tiempos de una admiración mutua, de cierto humor, en el que tanto Torres como Morales intentan endulzar su presente con anécdotas casi infantiles, competencias desleales y confesiones sobre el padre del último, que prefirió ignorar el dolor del hijo que sufrió no solo de bullying.
Santiago Caamaño e Ignacio Monná son los exquisitos y talentosos intérpretes que juegan este dueto, en el que los desplazamientos, los roces físicos, los silencios, y los secretos e intenciones que esconde cada uno, adquieren un valioso dramatismo de emociones contenidas, de tensiones que se atemperan con una sonrisa irónica. Caamaño y Monná consiguen que al espectador no le cueste creerles que ambos fueron compañeros de colegio, de cuarto en el presente. El director consiguió, sin imponer, una comunicación no verbal entre los intérpretes que les facilita ascender a ese “volcán” emotivo del final, en busca de una redención o de justicia. Un posible cierre abierto pone en duda si la venganza o el perdón son el camino más fácil para cicatrizar una herida abierta. La canción de Ale Sergi que da título a la pieza es otro acierto de esta impactante y valiosa pieza de una actualidad extrema.
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