Gonzalo Demaría: La MGM compró su libro Cacería, basado en un escándalo sexual y político de 1942 entre militares, para hacer una serie
Gonzalo Demaria es escritor, dramaturgo, compositor, director de teatro, novelista y guionista de series televisivas. Sus trabajos escénicos se estrenan tanto en Buenos Aires como en París. Puede escribir una obra de teatro musical como Nenucha, la envenenadora de Monserrat o Rita la Salvaje, estrenar una ópera contemporánea en el Thèâtre National de Chaillot o escribir y dirigir una obra suya en el circuito independiente. Su paleta es tan amplia que va desde escribir una obra en verso como Tarascones, con cuatro damas de la alta sociedad desbocadas; hasta adaptar musicales de Broadway (Chicago, Cabaret), pasando por escribir los guiones de la miniserie El maestro, con Julio Chávez; y Morir de amor, con Griselda Siciliani.
Si bien está acostumbrado a tener varios proyectos a la vez el año pasado se encerró en un juzgado durante dos meses (lunes a viernes, de 8 de la mañana a dos de la tarde) para leer los 18 cuerpos de un expediente judicial de 1942 que se conoció como el caso del "Escándalo de los cadetes". El producto de esa larga investigación es su libro Cacería ("un grupo de oficiales unidos desata una persecución homosexual en la Argentina. Un fotógrafo en la mira. Los cadetes del Ejército eran sus modelos", se lee en la tapa). Ponerle punto final a su escrito implicó para Gonzalo Demaría muchas horas de trabajo y, como cuenta a La Nacion el mismo talentoso autor, luego vino la suerte: en tiempos pandémicos en los cuales se definen escasos proyectos artísticos la semana pasada se anunció que la poderosa productora Metro Golden Mayer adquirió los derechos del libro para hacer una serie de ficción inspirada en ese hecho real. Quien tantas veces trabaja junto a Alfredo Arias en obras como Tatuaje, Deshonrada o Happyland; lo anunció de este modo: "Será una ficción inspirada en la Buenos Aires de 1942, una paradoja hecha ciudad: cosmopolita y tradicional, brillante y oscura, cabaretera y conservadora, nazi y aliadófila. Cuento para ello con la complicidad de mi vieja compañera de ruta en el área, la vikinga Erika Halvorsen, mas Javier van de Couter, quien aporta su propia excelencia para esta nueva ficción."
Gonzalo Demaría es de esos creadores acostumbrados a tener varias obras en cartel, Ha llegado a tener cinco espectáculos suyos en la cartelera porteña. Como es de imaginar todo ese vértigo forma parte del pasado. Como le pasa a tantos mortales las referencias que marcan que hoy es miércoles o viernes o el día que sea se desvanecieron. Eso sí: los siete días de la semana cumple el rito de prepararse su café, sumergirse en la bañadera para leer un libro ("me falta la espuma que considero un lujo en estos tiempos"), interpretar con su clave alguna pieza de Bach y hacer anotaciones en su cuaderno como parte de un rito que le permite establecer una conversación interior que lo ayuda a sobrellevar estos tiempos. Un rito con rasgos de un escritor romántico en lo formal aunque su pluma desborda una ironía y un personal estilo con rasgos absolutamente actuales.
"Lo que más extraño es ir al bar, bajar a tomar algo a Los Galgos, en donde conozco a todos - confiesa en charla telefónica desde su departamento céntrico-. Cuando perdí ese rito me dio un miedo de ansiedad. Pero al otro día recuperé un ritual previo al de café en el bar que me remitió a mi etapa de adolescente: me preparé mi café batido, le puse algo de azúcar, las tres gotas de agua y alguna semilla de cardamomo que me habían quedado. Esa mañana tomé mi café de la adolescencia con música tranquila de fondo y me puse a leer; así estuve todo este tiempo. No puedo decir que sufra ni al encierro ni a mi soledad, no estoy con angustia ni con ganas de salir. Estoy muy concentrado, ésa es la palabra. No me dieron ganas de escribir porque todo este tiempo me pregunté cómo se escribe a partir de ahora. Sospecho que las consecuencias de todo esto todavía ni las imaginamos. Reconozco que yo estoy distinto, todos mis antiguos rituales ya no los puedo poner en práctica y si pensamos que el teatro es puro ritual, para definirlo rápidamente, los míos se vieron conmovidos. Por lo cual estuve casi cuatro meses sin escribir una sola línea como si hubiera sido una purga. Recién el 7 de julio, lo acabo de revisar en mi cuaderno, comencé a escribir una obra que tenía en mente y que soñamos hacer con Alfredo Arias. Me vino tan bien esa purga que casi que la estoy terminando, aunque luego venga la etapa de reescribir."
–¿Ya te había pasado de escribir una obra en tan poco tiempo?
–Me había sucedido con El diario del peludo. Aquella vez me fui a Córdoba, me asilé en medio de la montaña y me salio de un tirón.Reconozco que fue un proyecto feliz con el cual hicimos un montón de temporadas y hasta quedó pendiente una versión cinematográfica. Hay otras obra que me fueron mucho más trabajosas y otras que ni pude terminar.
–Parece ser que tenés ciertos rituales de la bohemia del escritor: el café, el encerrarse en la montaña, escribir en tu cuaderno y no en una computadora...
–Me gustan los rituales, me importan y los practico; como el ritual del baño de inmersión.
–Ahora todos estamos en otro ritual: el de reinventarnos durante la cuarentena. Lo llamativo es que en medio de este momento en modo pausa la Metro Golden Mayer haya comprado Cacería para hacer una serie.
–Soy de creer en el trabajo tanto como en la suerte. Para el libro trabajé muy duro. ¿Qué quiero decir con eso? Que durante el año pasado me encerré en un juzgado que está a la vuelta del Petit Colón, para citar otro café lindo de Buenos Aires. Allí una jueza me permitió ver la causa que, se había dicho, estaba perdida. Eso fue en abril y me encerré dos meses en ese juzgado desde las 8 de la mañana a 2 de la tarde, de lunes a viernes. Mi vida fue esa. Fue la única forma de leer los 18 cuerpos del expediente. Todas las tardes salía de ahí y mi mente continuaba en el caso. Yo mismo me sentía viviendo en 1942. Todo el relato remite a lo que fue el trabajo en sí mismo, y la suerte fue que Planeta quisiera editar el libro y que haya salido los primeros días de febrero antes de la pandemia. Apenas salio recibí un mail de unos agentes literarios en Los Ángeles diciéndome que tenían dos clientes interesados en el libro. Luego vino la cuarentena y todo se paralizó. Y poco después, Erika Halvorsen, amiga y socia porque escribimos juntos la tira Amar después de amar, le habló de mi libro a un CEO argentino de de MGM, Diego Piasek, al que le encantó el libro y así fue como me terminaron llamando.
–¿Y cómo sigue todo?
–Decidimos hacer una ficción basada en el libro usando el marco histórico en el cual se dio esa persecución ya tiene todos los elementos: una ciudad como Buenos Aires de 1942 sumamente cosmopolita, la noche, los cabaret, su esplendor. Y, claro, hablamos de la época del fraude patriótico, de la democracia fraudulenta de Ramón Castillo y del golpe inminente que dará el Grupo de Oficiales Unido. Todo esto sucedía mientras en el mundo se estaba definiendo la Segunda Guerra Mundial con un agente nazi metido en la causa que retrata Cacería y con miembros de la nobleza británica que aparecen también mencionados. Esos elementos me llevan a entender el interés de un productor internacional por esta historia que, en apariencia, es tan argentina.
Como MGM es un productora pero no una plataforma, llegado el momento se asociará con una, cosa que está sucediendo en estos momentos. Todo indica que se rodará en Buenos Aires con elenco local y tal vez, tratándose de una productora internacional, con algunos intérpretes extranjeros. La idea de llevar parte de esta investigación de un hecho histórico a otro formato ya tenía un precedente. Hace algunas semanas Alfredo Arias había contado a La Nacion de una reunión informal con Jorge Telerman, director del Complejo Teatral de Buenos Aires, en la que se habló de hacer una versión escénica de esa investigación. "Es así -apunta Gonzalo Demaría- En realidad el disparador es una historia que me contó un juez en medio de un salón muy exclusivo. Es una trama que corre paralela a la del libro que se centra en un arquitecto que estuvo rozado por la causa. La obra se llama Femour, como esos salones fumadores de la época que imagino que ya no existen".
- ¿Hasta qué punto ese texto escrito durante el cuarentena está atravesado por la pandemia?
- No lo sé. No quiero usar la frase hecha de que los personajes me hablan al oído, pero de verdad que escribir teatro es un poco eso. No quiero hablar de mí, quiero que ellos cuenten sus historias. En este caso están ellos, en 1942, en su club privado masculino con sus propios rituales que muchos ya desaparecieron. Ahora que lo pienso quizás ellos también vivían una situación de encierro y sin contacto físico en términos sociales porque para ese sector social era algo mal visto. Más allá de esas asociaciones yo no tengo la fantasía de que el teatro muera. A lo sumo mutará.El teatro es ritual y la gente necesita de los rituales. El otro día hablando Ciro Zorzoli llegamos a la conclusión de que una definición posible del teatro es respirar el mismo aire. Y si en esa sala hay olor a un desodorante Poet o a otra cosa (se ríe) todos lo sienten. Y es muy loco porque esto que vivimos es una enfermedad que afecta a las vías respiratorias. Jean Genet dijo alguna vez que desde que se inventó el cine el teatro fue privado de toda posibilidad de realismo, por lo cual, lo que le queda es el ritual. Y eso lleva a la magia. Adoro al teatro de fogón, la noche, el fuego, el contador y cuatro personas alrededor de ese fuego.
- ¿Por qué escribís?
- No sé hacer otra cosa. Tuve la necesidad de contar historias como hacia mi abuela materna. Se aprende lo que uno necesita y yo necesité contar historias.
- ¿Qué aspecto positivo en vos detectás de esta cuarentena?
- Que también puedo estar unos meses callado si es que lo necesito. Yo soy un lector compulsivo y el diálogo durante todo este tiempo es conmigo mismo, con los libros que voy leyendo, con la música en una especie de conversación interior que me ayuda a llevar esto concentrado. En este tránsito pandémico a veces se descubren cosas, cosas muy modestas como saber batir un café o descubrirse una uña encarnada. Todo esto, me lo digo siempre, tiene que tener algo positivo. Nos vino de afuera, nos sorprendió a todos y nos encontramos a merced de no sabemos qué... pero yo lo quiero transitar. No digo que sea bueno, digo que será bueno para mí aprender a vivirlo.
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