El actor y cantante, que acaba de sumarse al elenco de “Sex”, recuerda su época de popstar y anticipa que la banda podría reunirse en 2022 para celebrar sus 20 años
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En 2002 saltó a la fama por participar en el reality televisivo Popstars y ser elegido, entre más de cuatro mil postulantes, para integrar Mambrú, la banda que enloqueció a los jóvenes argentinos y de toda Latinoamérica con canciones pegadizas y mensajes positivos. El boom duró tres años, luego, cada uno de los cinco cantantes quedó librado a su propia suerte. Al principio Germán Tripel no lo pasó bien -tal como lo comenta en la charla con LA NACION-, pero después encontró un refugio y un camino a seguir en la comedia musical. “Rent me cambió la vida”, dirá en algún momento, en referencia a la ópera rock de Jonathan Larson que protagonizó en 2008 en el Centro Cultural Konek y en donde conoció al amor de su vida, Florencia Otero, con la que tuvo una hija en 2010, Nina, y se casó al año siguiente.
A partir de ahí participó en varios títulos de renombre como Hedwig and the Angry Inch, Los últimos cinco años, Avenida Q, Forever Young, Tango feroz, Y un día Nico se fue, El violinista en el tejado y American Idiot, entre otros. Paralelamente formó con su mujer el dúo Flower Trip, en el que interpretaban temas propios y hasta participó de una producción de Hollywood: el film The Informers, junto a Mickey Rourke, Kim Basinger, Winona Ryder y Billy Bob Thornton. Poco temeroso a los nuevos desafíos se sumó recientemente a Sex, el espectáculo erótico-teatral de José María Muscari, que regresó a su formato presencial en el Gorriti Art Center los viernes y sábados, a las 20 y 22, donde canta cinco temas, incluido el hit “A veces” de Mambrú.
–A lo largo de tu carrera has hecho un poco de todo. ¿Te imaginabas, no obstante, que participarías de un espectáculo sobre temática sexual?
–Bueno... en realidad la mayoría de las obras en las que participé incluían parcialmente el tema, tanto Rent como Hedwig, Tango feroz y Forever Young tenían algo de sexual y ponían en juego el cuerpo, ya sea desde el humor o del drama. La verdad es que yo me siento cómodo haciendo lo que me divierte, independientemente de la temática y una vez que me deja de divertir no funciono más. Nunca pensé eso que muchos decían de Sex, eso de `uy, deben estar todos desnudos, debe ser un bolonqui´. Si hubiera pensado así, seguramente ni hubiera escuchado la propuesta porque yo no me animo a desnudarme. Después te das cuenta que en Sex se toma al cuerpo como lo que es, no hay pretensiones ni prejuicios, es más que nada una desintegración de lo que nosotros pensamos del cuerpo, cada uno tiene su cuerpo y lo vive como quiere y puede. De eso se trata Sex.
–A diferencia del resto del elenco, tu participación se concentra en el canto. ¿En algún momento te pidieron algo más?
–No, la propuesta fue reemplazar a Thiago, el hijo de la Bomba Tucumana, que solo cantaba. Sex es como un happening, donde van pasando distintas cosas y de repente hay una coreografía, luego unos textos, más tarde canciones y también monólogos. Me eligieron para cantar porque antes que nada soy cantante, pero también soy actor y provengo de la comedia musical. Así que tal vez Muscari me agregue algún baile o un monólogo, pero por ahora no se dio porque venimos de una intermitencia de salas que se abren y se cierran de un día para el otro y así nunca hubo tiempo para sumar algo más. Pero si todo continúa bien, como en estas últimas semanas, seguramente me verán hacer algo más.
–¿Te desnudarías?
–Yo no haría un desnudo porque no quiero mostrarme... pero la verdad es que considero que quienes hacen desnudos y lo hacen con un concepto, como sucede en Sex, me parecen hermosos y plausibles. Está bueno concebir el cuerpo desde un lugar totalmente distinto del cual una marca lo hace, basta de buscar modelos flacos para incentivar esta moda de no comer nada para estar lindos. Me encanta que Sex rompa con todo eso y que la gente venga y disfrute de todo tipo de cuerpos y de bellezas.
–¿Pero estuvo en algún momento planteada la posibilidad de que te desnudaras o participaras de las escenas erótico-grupales?
–Yo no quiero desnudarme en un escenario porque me parece que todavía el ojo sigue centrándose en lo estético y no en lo que quiere contarse. Me parece que aún no estamos en un nivel de maduración muy grande como para aceptar el cuerpo distinto del otro. Por eso yo decido no mostrar mucho, lo que muestro se lo muestro a mi mujer y a mi círculo íntimo, pero no me parece mal, obviamente, que quien quiera muestre su cuerpo a todo el mundo. Hoy le digo que no a un desnudo, pero ya me veo que Muscari –que todo lo logra– me termina poniendo en pelotas... (risas).
–¿Tanto le temés a la opinión ajena sobre tu cuerpo?
–Es que uno escucha cada cosa... Sigue existiendo mucho prejuicio con respecto a los cuerpos. La sociedad es muy prejuiciosa con respecto a la cuestión física. A mí y a muchos nos siguen diciendo: “ay, qué gordo que estás”. Y si no: “qué pelado que estás, qué entradas tenés”. Y con las mujeres es todo aún mucho peor: “ay, tenés las tetas caídas”, “qué fea cola” o “qué avejentada estás”. ¿Cómo la gente puede decir algo así? Como si el tiempo no pasara para todos... Lo terrible es que los padres les inculcan esto a sus hijos. Yo lo constato cuando llevo al colegio a mi hija. El otro día escuché cuando un papá le decía a su nena: “¿mirá que fea que te pusiste ahora que estás llorando?” Nosotros con Flor tratamos de construir algo muy distinto para nuestra hija, de deconstruir tantas expresiones que lo único que hacen es alejar a un ser humano del otro.
–¿Y vos hacés tu propio trabajo de deconstrucción?
–Sí. Aún me falta, pero me he deconstruido un montón. Fundamentalmente, con respecto a lo que aprendí y viví con mis padres y mis abuelos. Hoy, por ejemplo, le puedo enseñar a mi hija que conciba que puede haber dos mamás o dos papás o que un nene use rosa porque le gusta... Es hermoso haber llegado a este estadío de cambio y de deconstrucción. Lamentablemente, otros padres siguen anclados en el machismo, el racismo o la xenofobia. Y sus hijos lo reflejan.
–En el espectáculo, el Tucu López te presenta como un padre de familia, que de día se dedica a cortar el pasto de su casa y a ocuparse de su mujer e hija, pero que de noche se convierte en alguien bien distinto, en una suerte de demonio. ¿Cuánto hay de cierto en esa apreciación?
–Es que es así. En general los artistas somos como una especie de Dr Jekyll & Mr Hyde; yo, como actor, músico y cantante, cada vez que me subo al escenario actúo, hago un personaje que difiere de mi personaje social, o del que desarrollo con mi mujer o con mi hija. Nina conoce mis dos caras porque me ha visto haciendo infantiles y cantando en vivo, y a la vez me conoce de entrecasa, pero para la gente es raro. Sí, cuando estoy en casa me ato el pelo y limpio los platos, la ayudo a Flor y ella me ayuda a mí y los dos le enseñamos a Nina a estudiar. Y de noche, cuando puedo, me suelto el pelo, me pongo los anillos y me voy a cantar rock and roll, aún habiendo salido del pop. Siempre me gustó esa contracara, el ser distinto y el buscar incomodar también me divierte mucho.
–¿Tuviste libertad para elegir el repertorio que cantás en Sex?
–Tuve libertad, pero siempre dentro del concepto que ya tenía el espectáculo. Si era por mí cantaba todo en inglés y de las bandas que me gustan a mí, bien rockeras, pero Muscari me dijo que aquí se cantaba algo así y después algo asá. Yo nunca canto cumbia y ya casi nada de pop, pero, bueno, en Sex hasta canto un tema de Mambrú.
–Todo una rareza, porque vos ya no cantabas los temas de Mambrú...
–Es verdad, solo lo hacía en joda o cuando la gente me lo pedía en algún show.
–En general a tus excompañeros de Mambrú mucho no les gusta hablar del grupo y de la época del reality. ¿Vos ya hiciste las paces con aquella experiencia?
–Sí. Yo fui el único que básicamente salió a hablar a los medios después de lo de Mambrú y me sirvió mucho como terapia, fue una manera de quitarme de encima la molestia o la incomodidad que pude haber vivido en aquella época. Hoy estoy súper amigado con todo eso, me divierto y disfruto cuando me piden un tema de Mambrú, la paso bien. Sé que esto no les sucede a todos los chicos, algunos siguen enojados y los entiendo, cada uno necesita un tiempo distinto de curación.
–¿Volverá a reunirse Mambrú alguna vez?
–El año que viene se cumplen 20 años de Mambrú y con Manu (Emanuel Ntaka), que es el chico de rastas, estamos tratando de organizar distintos eventitos para aquel entonces porque hay mucha gente que nos lo pide. La idea es también hacer un gran evento con todos los excompañeros. Confío en que lo vamos a lograr. Estaría bueno por una noche celebrar el pasado.
–En Sex, cuando vos cantás “A veces”, el espectáculo toma otra dimensión y el público explota. Evidentemente la gente recuerda al grupo con cariño y lo asocia con lo festivo.
–¡Totalmente! Y eso es muy loco, ¿no? Lo que pasaba con los cantantes anteriores en Sex es que interpretaban un cover, yo aquí estoy cantando un tema que me hizo famoso por eso la energía es distinta y la gente lo disfruta de otra manera. Yo no puedo creer que después de 20 años Mambrú siga provocando lo que provoca. Es que fue un proyecto que duró muy poco: tres años y medio. Y que la gente lo siga recordando de esa manera... uno no tiene el concepto de que haya sido tan fuerte para que 20 años después se sigan acordando tanto. Así que con Manu, como adelanté, estamos tratando de armar una juntada para el año que viene, hacer acústicos con invitados y, si se puede, juntar a los cinco, aunque sea para un Zoom o un show especial. Estaría buenísimo estar de nuevo los cinco arriba de un escenario y así exorcizar todo lo que haya que exorcizar. Sería muy divertido. Hoy justamente empezó la charla entre nosotros, así que te estoy contando una intimidad.
–En el espectáculo decís que gracias a “A veces” ligabas y tenías mucho sexo en tus 20... ¿Mambrú fue una época de mucha experimentación y desenfreno a nivel sexual?
–Sí. Bah, no sé si de desenfreno sexual, pero sí de mucha experimentación y en todo los sentidos lo digo: no me refiero solo a las chicas sino también a las drogas. Es que era muy difícil seguir el ritmo, hacíamos giras muy extensas por todo el país, nos íbamos de miércoles a domingo. Volvíamos los lunes, nos quedábamos en casa los martes y luego volvíamos a las rutas. Fue una experiencia hermosa, un gran viaje de egresados, pero a la vez me hizo darme cuenta que soy de esos que necesitan arraigarse, tener alguien estable. En lo sentimental no me siento cómodo teniendo muchos puchitos, no sé cómo se le dice ahora a eso... (risas). Digamos que gasté todas las balas en ese momento, lo viví muy intensamente y no me llenó.
–¿El consumo de drogas fue fundamentalmente durante los años de Mambrú o posteriormente, en tu etapa rockera?
–Fue durante Mambrú y también después, son como cosas que vienen de la mano, lo bueno de todo eso es que no fue tan intenso como lo otro, lo de salir con las chicas y la experimentación sexual. Eso fue mucho más fuerte que el tema de las drogas o el alcohol; por suerte lo de las drogas no dejó un resabio, pero sí me llevó a hacer cosas muy estúpidas y a pensamientos muy locos después de Mambrú como querer suicidarme o pensar que ya no servía para nada, o sentirme el último orejón del tarro. Me resulta muy loco recordar hoy que después de Mambrú pensé en suicidarme. Eso fue por la combinación de las drogas y el alcohol. Durante Mambrú fue muy difícil enfrentar la realidad tan intensa que significaba estar todo el tiempo en el candelero y después de eso fue peor no estarlo y sentir que se habían olvidado de nosotros.
–¿Cuándo y cómo lograste superar todo eso?
–En el momento en que entré a Rent empezó a cambiar mi vida, siento que Flor y esa obra me la cambiaron en todo sentido. Yo había vuelto a vivir con mis viejos y no encontraba el rumbo a seguir, y entonces apareció Rent, que me abrió un espectro muy grande a nivel actuación, y ahí mismo Flor, que se convirtió en el gran amor de mi vida.
–Hace 13 años que estás en pareja con Florencia Otero. ¿Qué te enamoró de ella y qué balance hacés de la relación?
–Muchas cosas me enamoraron de ella, por empezar su talento; eso fue lo que más me enamoró ,y no me refiero solo al talento que todo el mundo ve en ella para el canto y lo actoral, sino el talento para concebir el medio siendo tan joven. Nos conocimos cuando yo tenía 28 y ella 18, y nos pusimos de novios un tiempo después. A esa edad yo comenzaba en el musical y ella ya había trabajado en Los Miserables y en un montón de cosas más. La miraba y pensaba: qué increíble, qué centrada, qué distinta. Yo no creo en las cosas mágicas, pero ella tenía una vibración distinta, no vibraba como el resto del mundo. La tenía que mirar, no podía dejar de prestarle atención y eso que en ese momento no sabía que me gustaba, simplemente me atraía su don de ser humano. Después empezamos a noviar y 13 años más tarde seguimos juntos.
–¿En qué lugar ubicás a Sex dentro de tu carrera? ¿Tal vez como un “intervalo” entre los musicales?
–No sé si lo podría definir como un descanso o como un quiebre. Yo creo que Sex es una bisagra en mi carrera, pero no porque me cambió la vida sino la mentalidad. Ahora puedo decir que ya hice esto, que es más o menos lo que suelo hacer siempre, es cierto, pero mostrando más mi cuerpo y con un concepto. A partir de Sex me dedicaré a seguir cantando y actuando, vestido o no, pero con otra seguridad.
–¿Hay algún musical que sea para vos una cuenta pendiente? ¿Cuál te morís por protagonizar?
–A mí la pandemia me quitó la posibilidad de hacer Escuela de Rock, en el que iba a alternar en el rol protagónico con Migue Granados. Se iba a estrenar a mediados del año pasado y ya no creo que se concrete. Está rondando el proyecto de hacer aquí el año próximo Matilda y me encantaría interpretar al padre de la protagonista. También me divertiría ser Beetlejuice o el Judas de Jesuscristo Superstar, y después hacer una obra de texto con mi mujer, algún clásico de Shakespeare o de Chéjov.
–Decías al principio de la nota que a lo largo de tu carrera has hecho de todo, pero pocos saben que incluso participaste de una producción de Hollywood. ¿Cómo fue trabajar junto a Mickey Rourke, Kim Basinger, Winona Ryder y Billy Bob Thornton en el film The Informers?
–¡Ah, fue una experiencia hermosa! ¿Mickey Rourke? Un ídolo. ¿Kim Basinger? Fantástica. Filmamos en Uruguay. Yo hacía un personaje menos que secundario, ¡terciario!, un músico que cantaba en la banda que le daba nombre a la película. Era una coproducción entre los Estados Unidos, Uruguay y la Argentina. Participamos en escenas con ellos que luego no quedaron, lamentablemente, pero recuerdo que eran súper simpáticos. Yo venía un poco cascoteado de mis experiencias en el cine argentino como extra o actor secundario, me había acostumbrado a que un actor de primera línea no me saludara o que bajara la cabeza cuando pasaba a mi lado. Ellos, en cambio, nada que ver. Eso no significa que no tuvieran sus rayes... Mickey Rourke, por ejemplo, cuando ingresaba al set no quería que nadie le hablase para no desconcentrarse y perder el hilo del personaje, pero después de rodar sus escenas era todo un tipazo.
–¿Te gustaría seguir incursionando en el cine?
–Bueno, justamente durante la pandemia logré participar de Conurbano, un film de Pablo Yotich, que habla de los hombres y el poder en el Gran Buenos Aires. Se refiere a un intendente muy importante, y mi personaje es uno de los malos, pero no el peor de todos, es una suerte de malo-bueno. Estuvo interesante pasar por esta experiencia porque en general me llaman para hacer de rockero, de loco, de gracioso o del más bueno de la cuadra. Del rodaje participaron Gerardo Romano, Arturo Bonín, Gustavo Garzón y Rodrigo Guirao Díaz, entre otros.
–¿Y volver a trabajar con Florencia?
–Me dijeron que no adelante nada, pero les voy a dar la primicia: en julio conduciremos un programa por canal 9. Se llamará Puente musical e incluirá entrevistas a artistas número uno, a los que además les rendiremos un homenaje cantando algunos de sus temas. El programa será mensual y ya grabamos varios episodios. Será una hermosa manera de seguir compartiendo con Flor el trabajo y el amor, esta vez ante las cámaras.
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