García Caffi, cinco años al frente del Teatro Colón
Análisis de una programación ambiciosa
-¡Llegó el dinero! ¡Hagamos la temporada! ¿Es así el comienzo?
-Es exactamente al revés. Al menos en nuestro caso.
-¿Pero se puede planificar algo sin saber de cuánto se dispone para pagarlo?
-Según nuestra experiencia, parecería que sí.
Pedro Pablo García Caffi está apunto de cumplir su quinto año como director general y artístico del Colón. En realidad, habría que multiplicar la cifra por tres, dadas las penurias que debió atravesar con un teatro cerrado en reconstrucción casi integral y los ataques con munición pesada que soportó tenazmente, aferrado a un proyecto renovador que recién en los últimos tres años pudo comenzar a mostrar frutos ostensibles.
Esta entrevista se realiza al caer la tarde. García Caffi se desploma en su silla, toma un vaso con agua y suspira hondo. Es la primera vez en el día que se sienta en su despacho. Viene de recorrer el teatro -kilómetros de pasillos, pisos enteros de talleres, salas de ensayos, oficinas administrativas- y de encontrarse con miembros del personal que, obviamente, siempre tienen algo que decirle al director. Viene también del escenario, donde suceden las cosas que el público ve y en el que se acumulan casi todas sus pasiones, porque él es un especialista reconocido, no en asuntos burocráticos, sino en la dirección escénica y la iluminación. Por cierto, parece mucha carga acumulada sobre una persona como para no desplomarlo en la silla al final del día.
-De manera que si una temporada no se piensa inicialmente sobre la base de un presupuesto, ¿cómo se piensa?
-Primero, sobre la base de compositores y obras. Nuestro equipo artístico y técnico -integrado por todos los que expusieron brevemente el miércoles en la presentación de la temporada- hace cinco años que piensa los programas. Lo hablamos todos los días. Buscamos información, escuchamos, viajamos, vemos videos, consultamos con especialistas de otros países. Cada uno de nosotros tenemos en la cabeza una decena de obras. Hasta que llega el momento de elegir, por ejemplo, las ocho óperas. Una vez elegidas, pensamos en los elencos. Por supuesto, antes que nada, en las posibilidades locales y luego en los extranjeros. No siempre conseguimos lo que queremos, pero, en general, nos aproximamos bastante. Y recién entonces aparece el problema del presupuesto necesario. El dinero, esa pieza tan importante del aparato artístico que se utiliza para comunicar sus expresiones al público, está al final de nuestra lista de expectativas. Claro que es básico. Pero no condiciona nuestras elecciones.
-La imagen del teatro son sus temporadas.
-Sin dudas, las temporadas son lo más atractivo del teatro, aunque en el caso del Colón no son el único objetivo, porque no somos una fábrica de espectáculos como tantos otros teatros. Al ser una de las más importantes instituciones de nuestro medio cultural, el Colón tiene su sala, célebre en todo el mundo por sus características maravillosas y, en ella, estamos obligados a ofrecer espectáculos de la mayor categoría artística posible de lograr en un teatro de nivel internacional.
-Esa alta exigencia de calidad no siempre tiene respuestas satisfactorias.
-Es cierto. Hace dos años, cambiamos tres régisseurs de una ópera y este mismo año tuvimos problemas con la puesta de una ópera en que, evidentemente, el director de escena contratado dio una versión equivocada del sentido de su mensaje profundo y convirtió la alegría en melancólica tristeza. La crítica lo señaló con certeza, pero estas cosas figuran en el porcentaje de riesgos que, lamentablemente, todo teatro debe calcular.
-Parecería que el concepto de la temporada 2014 muestra una visión más amplia de los intereses del público.
-Nuestros espectáculos están destinados a la gente, pero a toda la gente. Tenemos que tender a la diversidad de compositores, épocas, lenguajes y, sobre todo, de temáticas. Claro que terminamos con 20 óperas elegidas. Pero tenemos que descartar y cerrar en ocho.
-¿Por qué sólo ocho?
-Por la cantidad de gente que tenemos en el teatro, sus horarios de trabajo, el ritmo de producción de los talleres, más el hecho de que tenemos un solo escenario para todo. Y esta realidad no da posibilidades mayores que para ocho óperas, seis títulos de ballet y un equis número de conciertos. Una ópera requiere un largo tiempo en el escenario antes de levantar el telón para el montaje escenográfico y el armado general de la escenografía, los ensayos e infinidad de pruebas previas. Por eso, hay obras que hoy no podríamos hacer como Die Soldaten , de Zimmermann, o el Asis , de Messiaen. Ésas son limitaciones más graves que el dinero.
-La temporada empezará con Calígula , de Detlev Glanert. ¿Por qué esta ópera?
-Es que cuando busco una ópera del siglo XXI me oriento hacia aquellas que no tienen un lenguaje demasiado hermético, porque no quiero poner obras para especialistas, sino para que mucha gente pueda acceder a ellas. Tenemos el Colón Contemporáneo que se ocupa de un repertorio más especializado. Si es posible, nos interesa agregar al público habitual del teatro gente distinta, público nuevo. Con la programación de Elektra , el Idomeneo mozartiano, Falstaff , Butterfly ; Réquiem para una monja, del argentino Oscar Strasnoy, la versión de Tristán para concierto de Barenboim y el Barbero , creo que lograremos cierto saludable equilibrio.
Un triple acontecimiento
En 2010, cuando Daniel Barenboim estuvo en Buenos Aires comenzó un diálogo con García Caffi sobre la posibilidad de que el músico argentino actúe en el país con una frecuencia mayor que la registrada hasta ese momento. En abril pasado, en oportunidad en que el director del Colón fue a Berlín por un día para ver el film sobre el Colón-Ring, aprovechó para saludar a Barenboim en la Ópera berlinesa donde dirigía una obra. En el camarín tuvieron una charla de hora y media, de la que salieron las bases para una futura relación artística que comenzará el año que viene con sus actuaciones como director de la Orquesta West-Eastern Divan y en el arreglo para concierto del Tristán wagneriano.
García Caffi aprovechó para contar a Barenboim cuánto aprecian los argentinos sus visitas, lo mismo que sucede en el caso de Martha Argerich. Pasaron los meses y en septiembre, García Caffi recibió una llamada del director argentino para pedirle que, si le interesaba, el día 15 viajara a Berlín para escuchar un concierto en que él tocaría en dúo de pianos con Argerich, un programa que estarían dispuestos a repetir en el Colón.
Con la convicción de que la oportunidad serviría para abrir una corriente de relaciones espléndidas para el teatro, García Caffi no dudó en aceptar la invitación. Después de una larga y cordial reunión con ambos músicos, emprendió el regreso, ya cerrado el compromiso no sólo para Wagner y el dúo pianístico, sino también para un concierto con la West-Eastern Divan, dirigida por Barenboim, y Martha Argerich como solista del Concierto Nº 1, de Beethoven. El triple acontecimiento se producirá en agosto.ß
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