Gabriela Ricardes, la nueva directora del CTBA: “Llego a una casa conocida”
De amplia trayectoria, tras la partida de Jorge Telerman, es la primera mujer al frente del organismo que congrega a los teatros San Martín, Regio, Alvear, Del Plata, Sarmiento, Regio y de la Ribera
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“Mi ilusión es que tanto los artistas como el público encuentren en las salas del Complejo Teatral de Buenos Aires lo que no encuentran en otro lado. Que esos espacios sean inspiradores no solamente para los artistas sino también para el espectador. Que sirvan para entender que el arte ayuda a comprender a sentir lo que, a veces, la cabeza no comprende. Una vez que uno descubre eso, se transforma en parte de su cotidiano. Si nosotros podemos transmitir a las nuevas generaciones lo que nos pasó a nosotros en espacios como estos, habremos hecho nuestro trabajo”.
Quien afirma esto es Gabriela Ricardes, en su primera entrevista en su despacho del Teatro San Martín. Ella es, en la historia del CTBA, la primera directora de este organismo creado por Jorge Telerman cuando era ministro de Cultura en tiempos de Aníbal Ibarra. Viene a ocupar el cargo que dejó vacante justamente Telerman, que pasó a dirigir el Teatro Colón. Al cierre de esta edición, todavía la página oficial del Complejo mantiene a las viejas autoridades, pero los lugares de trabajo que ocupaban el antiguo equipo de gestión ya están vacíos. Después de varias semanas de incertidumbre, el ministro Enrique Avogrado hizo pública su designación a fines del mes pasado. Ricardes proviene de una formación teatral y coreográfica. Se desempeñó como actriz y directora teatral entre 1985 y 1993. Completó su formación circense en Francia y, en 1995, puso en marcha el proyecto Circo de la Costa, que dirigió hasta 2000. A partir de ese momento fundó y codirigió la escuela El Coreto. En 2003, fue seleccionada y becada como especialista en circo por el Ministère de la Culture et la Comunicación. En 2008, fundó y dirigió la primera carrera universitaria iberoamericana en Artes del Circo en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Su llegada a la gestión en la ciudad de Buenos Aires se produjo gracias a Hernán Lombardi, exministro de Cultura durante la gestión de Mauricio Macri en la ciudad. Desde el período que se inició en 2009, fundó Buenos Aires Polo Circo, que tuvo su festival internacional entre 2009 y 2016 y que dio a conocer proyectos verdaderamente renovadores y experimentales. También fue la directora del Cultural San Martín. Durante ese período, el Cultural volvió después de muchos años a ocupar un rol importante dentro del mapa del teatro público. Cuando Lombardi pasó al Gobierno nacional como el titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Público, ella se hizo cargo de la secretaría de Contenidos Públicos. Desde ese rol, dirigió Tecnópolis, el Centro Cultural Kirchner y se ocupó de la generación de contenidos del Sistema Argentino de Televisión Digital. A partir de ese período de 10 años, volvió a la actividad privada vinculada fuertemente a la expresión del circo contemporáneo, su marca como artista y como gestora.
–¿Cómo fue el proceso hasta ser designada para este nueva responsabilidad?
–Nosotros siempre tuvimos un vínculo con Cultura de la Ciudad después de haber de haber pasado por ahí.
–Cuando hablás de “nosotros”, ¿a quién o quienes te referís?
–Al equipo de Mauricio Macri cuando estuvo como Jefe de Gobierno que, después, pasamos a Medios. Siempre mantuvimos un vínculo con lo que estaba pasando en la ciudad. Fue más cercano cuando estábamos en el Ejecutivo Nacional y más diluido después, pero la idea siempre fue volver a recuperar esa relación y que algunos gestores se sumen al equipo de Cultura actual. Pero fueron años muy particulares porque, cuando terminamos nuestro período en el Gobierno nacional, vino la pandemia y no era momento de plantear nada. Ahora, en este nuevo momento en el cual las instituciones culturales vuelven a trabajar con un protocolo de mayor normalidad, surgió esta posibilidad sobre la cual solamente puedo decir que estoy contenta, agradecida y que conozco. No entro a un lugar extraño, llego a una casa conocida.
–Cuando asumiste la dirección del Cultural San Martín a vos misma se te venía a la mente cuando le presentante a Javier Torres, exdirectivo de la sala, un proyecto para trabajar ahí. Y mientras se hacían las fotos en la sala Martín Coronado, recordabas cuando entregaste a Kive Staiff, histórico número uno del San Martín, un proyecto presentado en “letraset” para trabajar acá cuando tenías 19 años.
–Las dos escenas remiten a finales de los 80 que fue el momento de la recuperación de estos espacios públicos culturales que tenían una connotación muy particular, eran los lugares en donde todos queríamos estar. El Teatro San Martín siempre fue un espacio aspiracional, el que creaba sentido, al cual daban ganas de acercarse sea como creador, intérprete o público. Era un lugar neurálgico de la ciudad y era la ventana hacia lo que sucedía en el mundo. En aquel momento fue cuando, junto a gente como Claudio y Gerardo Hochman, Mariana Briski, Marcelo Katz y muchos más, que cursábamos la EMAD como la escuela de mimo de Ángel Elizondo, terminamos montando un Shakespeare en clave circense. Los otros días me recordaban que cuando llegué aquella vez a la sastrería del Teatro no podía creer que no fuera ya la persona que me tenía que coser mi vestuario.
–Pasó el tiempo y ahora sos la directora general y artística del CTBA. ¿Fue Enrique Avogadro quien te llamó?
–Hubo diferentes instancias y en una de ellas fue él. Sí, puedo decir que fue muy bien recibida mi nominación.
–¿Qué te pidió el ministro?
–Fue muy claro, como lo es habitualmente, y me dijo que estaba para que yo pudiera hacer mi trabajo. Me propuso que pensara la impronta que quería darle y que el equipo iba a estar para apoyar lo que propusiera en función de mi experiencia y de mi marca. Y que, claro, me tomara el tiempo para que, en breve, consensuar lo que se viene.
–¿Cómo se deja una marca cuando la programación de este año ya está definida, y parte de la próxima también, según la declaró Telerman; y cuando el mandato actual termina a fin del año próximo? Pareciera ser que no hay margen de acción para desplegar cualquier imaginario.
–Debería aclarar que recibo una programación que me gusta, que tienen una lógica de un trabajo muy serio que se venía haciendo. El problema de los espacios culturales del mundo es que aquellos proyectos pensados en 2019, por cuestión de la pandemia, se terminan ejecutando en 2022. Y son proyectos pensados cuando no había coronavirus, cuando no teníamos amigos muertos, cuando no había una guerra y cuando la gente no tenía miedo de habitar un espacio cultural. Aclarando que voy a respetar los compromisos, lo que me interesa trabajar es cómo recuperar aquello en las salas de Complejo. Yo pretendo que cada una de ellas se transforme en el corazón de cada barrio más allá de la programación. O sea, que no solamente sean espacios de creación de contenidos sino que también sean lugares de creación de sentido.
–¿Esto implicaría transformar a las salas de Complejo en especies de centros culturales?
–No, pero sí en lugares de referencia que no dependan solamente de la programación nocturna y que se conviertan en espacios en donde se puedan estar, en los que haya otras cosas para presenciar durante las tardes. Es un desafío, lo sé, pero hoy los hábitos cambiaron. Hay que pensar, por ejemplo, en programar más temprano porque la gente ya no está tan tarde, pensar qué puede pasar el año próximo pensando al actual como de transición. Quisiera que sean espacios de referencia barrial vinculados con las artes escénicas.
–Ahora bien, esto implicaría un mayor presupuesto.
–Sí, pero vamos a estar acompañados. Yo lo pienso en una programación fuera de la sala en sí misma, que se despliegue por los lugares de los teatros. Imagino una programación bien mixta en las cuales las edades se crucen y que no te encuentres solamente con tu tribu.
–En tren de imaginar lo que proponés, cuesta pensar lo que decís en una sala como el Teatro Sarmiento que tiene un hall de mínimas dimensiones.
–Pero tiene un patio pegado al Ecoparque que es hermoso. No digo que sea fácil, pero hay que intentarlo. Y aprovechar los huecos de lo programado para traer obras internacionales. Seguramente, tendremos cosas complementarias a lo ya anunciado que esperamos concretarlas a partir de agosto.
–Las actuales responsables artísticas de los teatro de la Ribera, El Plata y Regio (Diana Theocharidis, Vivi Tellas, Gabriela Gobbi y Eva Halac, respectivamente), ¿continuarán en sus cargos?
–Es muy temprano para definir eso. Por lo que entiendo ellas también funcionaban como asesoras de la dirección. Son todas grandes creadoras, han programado cosas geniales y nos conocemos hace mucho tiempo, lo cual hace que todo sea más sencillo. En ese aspecto, ellas, junto a otros creadores que me gustaría incorporar en un futuro, serían artistas asociados. La dirección artística de cada espacio la haré yo pensando un concepto para cada espacio que responda a una idea general, como se hacía antes. Cuando termine de recorrer y conocer lo que existe, lo programado y lo pensado para el año próximo tendré más claro lo que hay que reforzar. Sí estoy convencida de que el Teatro San Martín es la gran casa de los actores y directores argentinos como internacionales. Cada vez creo menos en los bordes de las nacionalidades, de los países, de las fronteras. Hay muchos actores locales que no estuvieron acá por diferentes motivos. Seguramente, también eso está vinculado con una modalidad de producción entre ensayos y funciones que hace que un actor no pueda comprometerse a estar cinco meses actuando en el teatro público porque la vida de un actor también pasa por muchos otros espacios.
–Decís que el San Martín debe ser la gran casa de los artistas nacionales e internacionales. Pero la programación extranjera aquí, que tuvo momento sumamente importantes, hace años que perdió ese protagonismo.
–Eso está vinculado con la situación del país y con el desfase entre el dólar y el euro en relación al peso. No hay mucho misterio en eso. Y también es cierto que lograr esos acuerdos requiere una experiencia muy fuerte para que otro país, otra institución extranjera decida asumir y compartir el riesgo. No es fácil lograrlo pero es parte de lo que vengo a aportar a este espacio.
–Fue tu marca en Polo Circo con su festival internacional. Un Polo Circo que, durante la gestión actual de Gobierno dejó de existir.
–Se decidió trabajar al Polo según otra impronta, otro perfil. Pero más allá del espacio físico aquello fue un concepto vinculado en dar cuenta de nuevos lenguajes escénicos, de lo rico que es la cooperación entre artistas de distintos orígenes. Eso algo que vamos a trabajar para que esté en el Complejo.
–El 24 de mayo se van a cumplir 8 años del cierre temporal del Teatro Presidente Alvear por refacciones en tiempos de Lombardi en la ciudad. Con el paso del tiempo, indudablemente, es el agujero negro del CTBA.
–El proyecto para ponerlo a punto está. El año pasado se inauguró el Teatro del Plata porque se entendió que era importante descentralizar la actividad cultural y apostar por el barrio de Mataderos. Entiendo que lo que viene es el Alvear y ahí estaremos ayudando en todo lo que se necesite para poder avanzar.
–¿Qué te dejó tu paso por el Cultural San Martín, Polo Circo, Tecnópolis y el Centro Cultural Kirchner? Seguramente habrá logros pero, tal vez, algunas heridas.
–El otro día leía una reflexión de Santiago Kovadloff que siento como propia. Él hablaba por la negativa y yo la paso por la positiva. A mí me parece que la experiencia se me transformó en enseñanza. Y eso es lo que siento hoy. Aprendí cosas diferentes en cada uno de los espacios. Algunos, como Polo Circo, hubo que formarlos desde cero. Otros, como el Cultural, ya tenía su impronta. El CCK no existía porque era un mismo espacio que dependía de dos ministerios, no tenía un perfil de programación ni un protocolo de funcionamiento ni equipo. Tecnópolis fue otro desafío porque es un espacio de 18 hectáreas que tenía una impronta muy fuerte del Gobierno anterior que algunos no sentían como propio. Y lo de las heridas… no sé. Lo estoy pensando…
–Vienen a la mente el conflicto de la sala Alberdi como las diversas protestas de personal que se quedó sin trabajo en Medios.
–Pero fueron todas cosas justas que hice sabiendo que era lo mejor para el ciudadano porteño. En la sala Alberdi la que actuó fue la Justicia y nosotros, como Ejecutivo de la Ciudad, le pedimos que se expida. En el otro caso, toda pérdida de trabajo duele mucho, pero se hizo con mucho cuidado dando posibilidades de retiro. Hubiera sido genial no tener que hacerlo, pero es muy difícil no cambiar nada para que la cosa cambie. Las instituciones tienden a preservar su statu quo. Cuando las cosas no funcionan, algo tiene que modificarse. Me parece que el trabajo de un gestor es detectar los mecanismos internos a destrabar. Creo que fueron conflictos de época.
–Tu marca en la gestión púbica está ligada a Lombardi. Durante la actual administración en Cultura de la Ciudad no hubo otras personas de aquel equipo ocupando un lugar de peso. ¿Eso también es signo de época, de reacomodamiento dentro de la misma fuerza política?
–No creo que yo tenga respuesta a eso. Somos la misma fuerza política más allá de las líneas internas.
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