Gabriela Massuh: "El teatro no refleja lo que está pasando"
La escritora habla del ciclo de conferencias performáticas que vincula lo social y lo político con las artes del que es curadora
La escritora y periodista cultural Gabriela Massuh es una de las integrantes del comité curatorial del Teatro Nacional Cervantes, que dirige Alejandro Tantanian. Junto con el escritor Carlos Gamerro pensaron un ciclo de conferencias performáticas que llamaron Territorios en conflicto. Su programación comienza hoy con "Extinción", de Soledad Barrutti y Agustina Muñoz. "¿En qué se convierten la identidad, el territorio, la vida cuando no hay lugar para la diversidad, cuando el monocultivo se convierte en monocultura y la monocultura, en una aplanadora que se traduce en comida que sólo se puede comer sin saber qué se está comiendo?", se preguntan las periodistas en un marco escénico que contará con la colaboración del cineasta Alejo Moguillansky.
Hasta fin de año, los temas del ciclo serán la soja y la maquinaria transgénica, el ferrocarril en el pasado y en el presente, la villa 20 y la privatización de la zona sur, la guerra por las tierras patagónicas y la pérdida de una lengua nativa.
-¿Por qué un ciclo de este tipo en un teatro público?
-Sí, es muy extraño; lo sabemos. La intención de siempre de Tantanian fue abrir las compuertas. En una de las charlas me propuso ocuparme de "mis temas" como si "mis temas" fueran la megaminería, la soja, el negocio inmobiliario y la variedad de desastres universales que padecemos. Durante mis años en el Instituto Goethe, una de las ideas desarrolladas fue la de que artistas plásticos y escritores se ocuparan de temas no tradicionales en el arte. Eso fue lo que presentamos en el Palais de Glace con la muestra La Normalidad / Proyecto Ex Argentina. Pasaron los años, y charlando con Gamerro surgió este ciclo que tiene un título un tanto ambicioso, pero que intenta poner no una obra, sino un tema. Por lo general, el hecho artístico está encerrado en un contexto intimista. Puede ser contemporáneo en el formato, pero no en relación con los temas a los que apela. Eso sucede tanto en las artes plásticas como en el teatro y la literatura. Hay innovación en el formato, pero no hay una innovación paralela en los contenidos. En este contexto, me parece importante que un teatro público trate estos temas con gente que viene del periodismo, de la escritura, de las artes plásticas, del teatro y de la música.
-Si tomamos en cuenta La Normalidad / Proyecto Ex Argentina y esta nueva propuesta parece ser que esa preocupación por tender puentes entre esos dos territorios es algo que te atraviesa.
-Siempre fue una especie de obsesión en mí ver cómo un tema sociopolítico o económico te conmueve como lo puede hacer una obra de arte. En general creo que eso no sucede porque la información es tan avasallante que los mismos artistas se protegen apelando a un mundo de contenidos tradicionales.
-¿En qué casos encontrás que este vínculo tomó cuerpo?
-En el cine documental como en la fotografía todo esto es claro. En la producción de un artista como Sebastião Salgado, aunque lo suyo me parezca demasiado estetizante, es evidente. Es más difícil en las artes plásticas o en la literatura, más allá de la producción del grupo Etcétera o la de Eduardo Molinari, por ejemplo, que reflexionan sobre las dicotomías entre las artes plásticas y los contenidos políticos más urgentes. Pero en muchos casos esas propuestas no salen de lo experimental, no pueden encontrar una forma tan perfecta como es el documental.
-Pensaba en experiencias casi recientes de Foro Danza en Acción, con una serie de fotoperformance pensada para la Red; en Informe SM, como parte de otro ciclo de conferencias performáticas que curó Lola Arias; o en la reciente acción que Escena Política hizo en la puerta del Teatro Alvear. En todos esos casos, es una acción de activismo cultural que exponía el estado de situación de las salas públicas porteñas, acompañada por formas estéticas renovadoras.
-Sí, todo eso suma. En el teatro, Lola Arias en general es la que más hace ese cruce, la que llegó más lejos. Vivi Tellas lo intentó, pero se mantuvo dentro de una idea interesante. Lola se mete decididamente en la política. En los 90, cuando veías 1500 metros sobre el nivel de Jack, la obra de Federico León, el mismo hecho de ir a ese sótano en donde se presentaba esa obra era un emblema de la situación política. O un obra de Beatriz Catani que se presentó hace años en el Rojas era una especie de visión de la pampa ya devastada. Hay un campo recorrido que ha logrado hechos estéticos significativos.
-Desde el Cervantes, ¿cuál fue el desafío de encarar un ciclo de este tipo?
-Hubo que conformar un equipo de producción, porque esto escapa a ciertas lógicas de realización. Para poder llevar a cabo todo esto y que cada artista realice una investigación in situ, Cristina Aliaga, por ejemplo, está trabajando en la Patagonia. Molinari lo hace en Salta y Entre Ríos, como el compositor Nicolás Varchausky, también en esta última provincia, porque está investigando una lengua que está desapareciendo. El Cervantes nunca había hecho algo así y esto se hace un momento en el cual todo se recorta, como el recorte que está padeciendo la música contemporánea. Poder darse este lujo me parece increíble.
-Tu mención a la música contemporánea no debe ser inocente. Desde que en enero asumieron la dirección del Cervantes se cortó la continuidad del ciclo de música contemporánea que curaba Martín Queraltó. El hecho generó una fuerte reacción.
-Sí, claro, lo dije a propósito porque quiero hablar sobre el tema. Fue un hecho sumamente desgraciado que vimos apenas asumimos. El ciclo estaba curado por Queraltó, una persona sumamente ecuánime, y cumplió una función importante: brindarles a los ejecutantes de música contemporánea y a los compositores una plataforma única. Nosotros no supimos medir la importancia que tenía. Al principio, lo que él programó para este año no nos convenció, estaba muy desarmado. Cuando él vio esa vacilación empezó a complotar contra el Cervantes de manera muy agresiva. De manera tan agresiva que ya no pudimos dar marcha atrás. Además había cuestiones irregulares.
-¿Entonces?
-Decidimos que la naturaleza del ciclo siga igual, con más representaciones en términos anuales, pero sin Martín Queraltó. A partir de ahora nos tenemos que hacer creíbles, es así. Lo hablamos mucho con Tantanian y no estábamos al tanto del recorte feroz que se está haciendo en la música contemporánea: en el San Martín ya no hay más funciones de este tipo, a Rubén Szuchmacher le acaban de bajar la régie de la única ópera contemporánea que estaba programada en el Teatro Colón para este año. Se necesita un ciclo de este tipo. No puede haber creación de música contemporánea sin ejecución. A partir de agosto haremos un concierto por mes y, como estaba previsto, la maratón de música contemporánea cerrará el año. El Teatro Cervantes debe generar confiabilidad ante este otro territorio en conflicto.
-¿Se puede pensar a las artes escénicas como un territorio en conflicto?
Absolutamente. Es muy interesante formar parte de una mesa curatorial en la que cada integrante tiene conocimiento de diferentes ámbitos. Todos no tentamos con la idea de poner en escena los conflictos actuales. Pensamos, por ejemplo, hacer una mesa sobre el tema docente. El problema es que eso lo vemos en Intratables todo el tiempo y esto es un teatro. Pero estamos todo el tiempo tratando de darles escenario a cosas que no vemos, que no conocemos. En este contexto, la escena teatral en sí misma es un territorio en conflicto. Comparado con los años noventa, diría que es así porque no refleja lo que está pasando.
Territorios en conflicto
Extinción
Funciones, los martes de abril, a las 20.
Teatro Cervantes, Córdoba y Libertad.
Entrada, 90 pesos
Temas
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